E-Pack Bianca y Deseo febrero 2021. Кэтти Уильямс

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E-Pack Bianca y Deseo febrero 2021 - Кэтти Уильямс Pack

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se parece más a la verdad.

      –Siento muchísimo que se haya encontrado con todo esto –dijo, y miró a Elizabeth–. Tenemos que reorganizar la agenda de esta mañana. Por favor, diles a todos los pacientes que pueden llamarme directamente si hay algo de lo que tengan que hablar antes de la nueva cita que vamos a darles.

      Lizzy asintió y se puso manos a la obra.

      –Señora Collins, lo siento pero creo que lo mejor es que pospongamos también su cita. Le voy a pedir a Anthony que la acompañe hasta su coche. Pueden salir por la puerta de atrás.

      La señora Collins se levantó con una sonrisa y le hizo una carantoña en la mejilla.

      –Perfecto. Anthony es un muchacho encantador. Me recuerda a mi Douglas.

      Una vez se hubo ocupado de la señora Collins, volvió a salir al vestíbulo. Su consulta estaba en una preciosa casa del centro ubicada en una parte de la ciudad que había pasado de ser residencial a comercial, el lugar perfecto para ella: acogedor y desenfadado. Había puesto mucho cuidado en su diseño. El vestíbulo era una mezcla de salón y recepción, con un sofá y unas sillas muy cómodas, y una chimenea que se encendía en invierno. Su despacho estaba en la parte de atrás.

      Se acercó al ventanal y descorrió las cortinas. Había un montón de gente en la acera. Lizzy se puso a su lado.

      –Enseguida estoy contigo –le dijo Piper. Era lo único que podía decir.

      –¿Quieres hablar de ello? –se ofreció su compañera, cerrando las cortinas para dejar fuera aquel caos.

      –La verdad es que no.

      Aunque asintió, Lizzi no parecía dar crédito a su respuesta.

      –Hay que reconocer que es guapo.

      –¿Qué?

      –Anderson Stone. Estoy diciendo que el tío es guapo.

      –No me había fijado…

      Lizzi enarcó las cejas.

      –¡Venga!

      –Es que solo éramos amigos. Antes. Ahora ya no somos nada.

      –Ya. Pues esa foto no parece decir lo mismo.

      Y ese era el problema. La razón por la que había un montón de periodistas acampados delante de su clínica. El momento que había capturado aquella imagen era inocente, pero bajo la superficie se intuía algo más.

      Siempre había habido algo más.

      Y el mayor problema era que ella quería mucho más, aunque no debería quererlo. Aunque con desearlo no fuese a lograr nada.

      En lugar de contestar, abrió de nuevo la cortina. Al menos, aquel era un problema que sí podía solucionar. Sacó el teléfono del bolso que había dejado caer junto a la puerta y marcó el número de su padrastro. Nunca había necesitado la ayuda de su equipo de seguridad, pero sus pacientes se estaban viendo afectados y, aunque no le hacía especial ilusión tener que pedírselo, aquello tenía que cesar.

      Stone estaba mirando por el ventanal del despacho de su padre. Abajo varios camiones salían cargados de acero y, a su espalda, se oían los ruidos de una oficina en horario de trabajo, a pesar de estar cerrada la puerta. Si se acercara al siguiente edificio, oiría el golpeteo de una industria a pleno rendimiento, gente trabajando en el negocio que su familia había erigido.

      Y se sintió culpable porque, en realidad, él no deseaba estar allí.

      No había nada en Anderson Steel que lo encandilase pero, diez años atrás, estaba decidido a dedicar su vida a la empresa porque era lo que se esperaba de él. Porque era su legado. Porque no quería desilusionar a sus padres.

      Era increíble cómo perder la libertad podía cambiar tu perspectiva. Ya había perdido diez años de su vida y, aunque no lamentaba haberlo hecho, no estaba dispuesto a comprometer el resto de su vida haciendo algo que no le gustaba.

      El problema era que no sabía qué quería hacer, con lo cual decir que no a sus padres le parecía muy egoísta.

      La puerta del despacho se abrió, pero no se molestó en volverse. Ya sabía que era su padre. Venía dando instrucciones al personal que lo seguía a todas partes.

      –Asegúrate de que tenga el informe de Tokio en mi mesa antes del final del día. No pienso aceptar más excusas.

      Y oyó cerrase de nuevo la puerta.

      Stone sintió lástima por quien se hubiera retrasado con aquel informe.

      Su padre no dijo nada. Se acercó y se quedó junto a él, contemplando en silencio la actividad que se desarrollaba abajo.

      –Para, hijo –dijo un momento después.

      Stone se volvió despacio a mirarlo.

      –¿Qué?

      –Oigo tus pensamientos como si fueran un tren de mercancías, y no te he pedido que vinieras hoy aquí para obligarte a hacer algo que no quieras hacer, así que deja de preocuparte.

      –No entiendo.

      Su padre movió la cabeza y fue a sentarse tras su mesa.

      –Eres mi hijo, Stone, y siempre he sabido que asumir el mando de Anderson Steel nunca ha estado en la lista de cosas que deseas hacer.

      –¿Qué? Entonces, ¿por qué me presionaste para que estudiase en Harvard?

      Su padre se encogió de hombros.

      –Cuando eras más pequeño no parecías tener preferencia por nada, así que te empujé a que estudiases la carrera con la esperanza de que algo en ella despertara tu pasión… y si no era así, al menos estarías preparado para tomar las riendas de esta empresa.

      –¿Y por qué me ofreciste un trabajo cuando terminé?

      –Porque quería asegurarme de que sabías que no solo tenías mi apoyo, sino también el de la empresa y el consejo. ¿Crees que me habrían permitido incorporarte de saber que no valías?

      Seguramente no. Dios, qué idiota había sido al no darse cuenta. Debería haber reflexionado sobre las implicaciones de la oferta, y no meterse en barrena sobre cómo responder. Otro fracaso más que añadir a la lista.

      Quizás en la base de todo estaba el hecho de que no se sentía merecedor de formar parte de Anderson. Al fin y al cabo, el máster se lo había sacado en la cárcel…

      –No tienes que contestarme hoy. Ni siquiera el mes que viene. La oferta está sobre la mesa, y no tengo intención de retirarla. Pero quiero que te tomes el tiempo que necesites para sentirte cómodo y saber qué es lo que quieres de verdad. Tu madre y yo solo deseamos tu felicidad, Stone.

      Miró a su padre y comparó a su familia con la de Gray, que lo había desheredado a pesar de que se ratificaba en su inocencia.

      Y allí estaba él, culpable de asesinato, y sus padres lo aceptaban

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