Platón en Anfield. Serafín Sánchez Cembellín

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Platón en Anfield - Serafín Sánchez Cembellín Logoi

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uno de los primeros diálogos que Xeones nos describe, Dienekes está aleccionando a su protegido Alexandros y le pregunta qué es lo que derrota a los enemigos de Esparta en el campo de batalla. La conclusión a la que se llega es sorprendente: Phobos, el miedo. A partir de esa afirmación se desarrolla una reflexión en la que se va a tratar acerca del miedo, pero también acerca de su opuesto, de su contrario. La búsqueda de ese concepto es la aventura espiritual que se narra en la novela.

      Así pues, los protagonistas indagan sobre un concepto que podemos calificar como de verdadero coraje, un tipo de coraje o valentía que solo poseen los espartanos, y que será por derecho el opuesto al miedo, al terror.

      En este contexto decíamos que Dienekes instruye a sus discípulos, y en ese instruirlos él mismo está tratando de encontrar la respuesta a la pregunta. Según Dienekes se puede luchar y vencer al miedo por un impulso salvaje de supervivencia. Pero esta forma de coraje en nada nos diferencia de los animales y en el fondo es una forma de actuar por miedo, aunque sea por miedo a la muerte.

      Otra forma de coraje es el que surge del miedo al deshonor, a la vergüenza, a ser reconocido como un cobarde, pero esa forma de falso coraje tampoco puede ser lo opuesto al miedo.

      El siguiente peldaño e inmediatamente anterior a la forma más pura de coraje es la forma del mismo que posee el propio Dienekes. Es una forma de heroísmo que tiene que ver con la humildad y con la capacidad de autodesprendimiento, es decir, la capacidad de priorizar lo colectivo antes de lo individual. Hay algo en esta forma de coraje que le acerca a un deber moral. El espartano sabe y entiende lo que su ciudad le pide a cambio de ser miembro de la polis. Es una forma noble de coraje, pero más adelante tendremos que dar aún un paso hacia delante.

      Pero hablamos del coraje de Dienekes basado en la humildad y en la fuerza de lo colectivo. Dienekes es humilde porque ante su discípulo reconoce que tiene miedo y que a veces saca su coraje de lo más bajo. Es humilde porque no ve que en él haya algo más elevado que eso, y porque se compara constantemente con su hermano Polynikes, del que dice que, a veces, poseía el verdadero coraje. El mismo Dienekes se expresa de este modo.

      Su hermano poseía el verdadero coraje, pero él no. Dienekes es un héroe porque cumple su tarea con humildad y casi en silencio.

      Pero además es un héroe porque sabe colocar al grupo, a su ciudad, por encima del él mismo y de sus cuitas particulares. Disfrutemos de nuevo leyendo a Pressfield y su maravillosa novela. Dienekes vuelve a instruir a su discípulo:

      —Responde a esto, Alexandros: cuando nuestros hombres triunfan en la batalla, ¿qué es lo que derrota al enemigo?

      El muchacho respondió en el lacónico estilo espartano:

      —Nuestro acero y nuestra habilidad.

      —Sí, pero —Dienekes le corrigió con amabilidad— hay algo más. — Señaló la imagen de Fobos, situada en lo alta de la pendiente—: El miedo. Su propio miedo derrota a nuestros enemigos. Ahora responde. ¿Cuál es la fuente del miedo?

      Como Alexandro vacilaba en responder, Dienekes se llevó la mano al pecho y el hombro.

      A Dienekes no le pertenece ni su cuerpo. Es de la ciudad, de sus hijos, de su mujer, de su familia. Esta capacidad de autodesprendimiento es también básica en su forma de coraje.

      De la misma manera yo pienso que los jugadores griegos tuvieron que pasar en aquella Eurocopa por ese proceso. Un proceso en el que paso tras paso se fueron acercando a la verdadera y profunda razón que les hacía ser un equipo, la misma que a los espartanos les hacía ser un ejército.

      Siguiendo los puntos que establece Dienekes, podríamos decir que primero empezarían jugando con el fin de hacer un papel digno en la Eurocopa y no ser víctima de la crítica de sus paisanos y de la vergüenza inherente. Después, y una vez que vieron que la cosa no iba del todo mal, seguramente hubo un momento en el que quien más y quien menos pensó en la gloria individual, en ser el mejor y convertirse en el punto de referencia del fútbol patrio. Sin embargo, la aventura futbolística y, en cierto modo filosófica que estaban viviendo, les llevó a darse cuenta de que ellos no eran lo más importante, sino el país al que representaban, sus gentes y sus paisanos. La posibilidad de ganar estaba ahí, había aparecido desde el esfuerzo colectivo que llevaba aparejada la conclusión de que la victoria ya no debía ser perseguida por la gloria individual, sino por la de la polis, por el honor de su país.

      Ese es el tipo de servicio que Dienekes hace a su patria y que le convierte en un héroe. Su cuerpo no le pertenece, es algo que le ha sido otorgado por el bien de la polis a quien tanto debe. Mueren entonces lo egos y surge un tipo de valentía que es la que experimentaron los hombres de Rehhagel en la Euro de 2004; ya no importaban los intereses individuales, ellos estaban allí como simples canales por los que se expresaba el sentimiento de un pueblo histórico. Es ese concepto de jugar en equipo y de hacer cada uno su trabajo, hacerlo como siempre pero en unas condiciones no habituales como las que significan jugar y ganar una Eurocopa.

      Eso es justamente lo que Xeones dice de su amo Dienekes: Hacer lo corriente en situaciones fuera de lo corriente. No cabe duda de que la mañana en que Dienekes murió en la Termópilas, era una situación extraordinaria para él. A pesar de todo cumplió con su trabajo como cualquier otro día.

      Pero aún tenemos que escalar un peldaño más —dialéctica pura— en busca de la verdadera naturaleza del coraje y el heroísmo, la que es auténticamente opuesta al miedo y que sirvió a los espartanos para ser un solo ejército y a los griegos un solo equipo.

      Dienekes sigue exponiendo en ese diálogo que es puramente filosófico, y aún más, socrático, sus reflexiones acerca del verdadero heroísmo. Veamos según Pressfield dónde lo encuentra:

      —¿Sabéis quien posee esa forma pura de valor más que nadie a quien yo haya conocido?

      Nadie en torno a la fogata respondió.

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