Platón en Anfield. Serafín Sánchez Cembellín

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Platón en Anfield - Serafín Sánchez Cembellín Logoi

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que proferían alaridos con el fin de infundir el terror en los corazones romanos.

      Y es que los romanos llamaban bárbaros a estos pueblos contra los que se enfrentaban porque entendían que, frente a ellos, eran el orden, la armonía y la civilización; y por eso, como los griegos, cuando entraban en combate lo hacían de manera ordenada, con una disposición exquisitamente cuidada en la que cada hombre sabía perfectamente qué tenía que hacer y cuándo tenía que hacerlo.

      Las señas futbolísticas de Italia las encontramos por este camino. Catenaccio, es decir, cerrojo. ¿Qué futbolero no ha tenido la oportunidad de oír este término cuando alguien se refiere al fútbol transalpino? Una vez que los italianos se cierran, cosa que hacen muy habitualmente, ya puedes ir pensando que tienes un problema serio, porque va a ser muy difícil encontrar el camino por el que entrar.

      Lo hacen muy bien, tapan todos los huecos y además les gusta vivir en el filo, no se ponen nerviosos, aguantan la tensión tal y como la aguantaban los hombres que formaban la legión, y la aguantan porque llevan la estrategia y el orden en la sangre. En ella y con ella se siente cómodos.

      Mucha gente dice que los partidos de la liga italiana son aburridos a pesar de las grandes estrellas que juegan allí. Seguramente dicen eso porque son partidos muy tácticos, en los que si no eres un erudito de las estrategias, lo que nos pasa a la mayoría, el partido casi transcurre sin que pase nada especialmente relevante.

      Esos hombres parecen comportarse como el primus pilus, oficial jefe de la primera centuria del primer manípulo perteneciente a la primera cohorte. Este se adelantaba unos pasos para que todos pudieran verle y de manera solemne desenfundaba su espada que pocos segundos después dejaba caer. Era la señal de que todos los hombres debían seguirle hasta el final.

      Algo así pasaba cuando Baressi tiraba el fuera de juego sacando a todo el personal de la cueva o cuando Maldini o Cannavaro daban un par de gritos porque había que poner al equipo diez metros más arriba.

      Pero el fútbol de Italia no se reduce a eso. Tal vez el de Grecia sí, pero no el de Italia, porque los italianos han tenido, tienen y tendrán siempre, excelentes jugadores. Jugadores con una capacidad no solo táctica sino también técnica extraordinaria. Por eso no solo saben vivir en el filo, no solo son disciplinados y jugadores de equipo, sino que también son excelentes futbolistas y de repente, puede que cuando menos te lo esperes, te sacan una contra que te funde y adiós. Hablamos del contragolpe, la otra seña de identidad típica de los italianos.

      El espíritu de la legión en el corazón del Calcio

      El fútbol de Italia se basa, como el de los griegos, en la estrategia, esa es la idea: Roma heredera del helenismo; pero el fútbol italiano tiene mucho más. Es más rápido, es más dinámico, más audaz, en definitiva un fútbol de más calidad y que a la contra te puede matar en cualquier momento. Precisamente este dinamismo, esta capacidad de adaptarse, de atraer al enemigo para luego asestar el golpe definitivo, es la diferencia que muchos expertos encuentran entre la legión y la falange griega, y la que a la larga acabó con esta última.

      El gran Julio César fue uno de los más grandes generales que ha dado la historia. Sabemos que renovó y mejoró la táctica de las legiones dotándolas de una flexibilidad y dinamismo que otorgó a Roma una superioridad militar incuestionable y decisiva de cara al resultado final de las campañas romanas en la Galia.

      Sabemos también que por entonces las legiones formaban en tres líneas, el acies tiplex, con las cohortes dispuestas, con casi total seguridad, en filas. Recordemos que la unidad básica de la legión era la centuria, dos centurias formaban un manípulo, aproximadamente 160 hombres y tres manípulos, una cohorte, 480 hombres. Cada legión disponía de diez cohortes en total, y en teoría 4.800 hombres, aunque el número de soldados que formaban una legión no se mantuvo siempre constante.

      Basándose en los escritos del propio Julio César, hay historiadores que piensan que la línea de batalla la formaban nueve cohortes con tres en primera fila y que la décima permanecía guardando el campamento. Siguiendo con los paralelismos, esta décima cohorte me recuerda a mí la figura del líbero en el contexto del catenaccio, inventado según algunos por Nereo Rocco, pero que es más que probable que los italianos practicasen mucho tiempo antes.

      En cualquier caso esta centuria que hacía de líbero podía acoplarse al resto de la legión si el combate lo precisaba, por ejemplo, repartiendo un manípulo para cada línea, pero las posibilidades eran muchas. De la misma forma el líbero tapa los huecos allá dónde las circunstancias futbolísticas lo exijan.

      Hay otros estudiosos de Roma que piensan que la primera línea de combate la formaban cuatro cohortes, pero para nosotros eso no es importante ahora, y además, es muy probable que esto dependiera de las circunstancias. Pero lo que sí nos interesa es que entre los manípulos se dejaba un espacio para que lo ocupara la segunda centuria de cada manípulo, pues las cohortes formaban con tres manípulos paralelos entre sí. Cuando el enemigo se acercaba, las centurias posteriores de cada manípulo avanzaban para ocupar el hueco y así se formaba un frente compacto de unos 500 metros de longitud. Pero lo más importante es que cuando la primera línea de cohortes combatía hasta el límite, los manípulos de esta se separaban creando huecos por los que bajaban inmediatamente los manípulos de la segunda línea mientras la primera se retiraba.

      Ese frente compacto de 500 metros era un catenaccio, literalmente un cerrojo muy difícil de superar, pero que al mismo tiempo dotaba a las legiones de una flexibilidad en el combate no conocida hasta ese momento. Parece ser que el cambio de líneas se completaba en menos de un minuto, y mientras, el enemigo no se enteraba de lo que ocurría.

      La selección italiana también ha pasado a la historia por el catenaccio y los excelentes resultados que les ha dado. Italia ha sido campeona del mundo cuatro veces. En 1934 ganó el Mundial recibiendo solo tres goles y en 2006 fue también campeona recibiendo solo dos goles en toda la competición, y uno de penalti. Pero ya hemos dicho que la selección italiana no es solo defensa, tiene maravillosos jugadores y cualquiera que tenga que enfrentarse contra ellos no tendría nada claro que Italia sea, sin más, una selección defensiva si piensa en gente como Bruno Conti, Altobelli, Paolo Rossi, Roberto Baggio, Del Piero, Pirlo, Zola, LucaToni, Gilardino..., no voy a seguir porque me haría falta mucho papel. Lo cierto es que lo más probable es que ese imaginario interlocutor que ha de enfrentarse contra Italia, trague saliva pensando en esos nombres, mientras afirma, un poco con la mirada perdida, que sí, que Italia es una selección defensiva.

      Y es que aquí pasa lo mismo que con la legión romana. La legión sabía cerrarse y aguantar, pero no estaba hecha solo para defender. La flexibilidad y el dinamismo del que hemos hablado también le permitían ser un enemigo terrible al ataque. La falange griega sí era mucho más defensiva y estática, y muchos estudiosos de esto dicen que esa fue la razón por la que las legiones se impusieron a ella, por ejemplo, en Pidna y en Cinoscéfalos.

      Italia también es así, se cierra, pero ¿quién dice que no sabe atacar? Ellos tienen las cosas muy claras. La estrategia es clave. Seguro que van a buscar el primer gol de esa manera, en una jugada a balón parado. Una falta o un córner. Si lo consiguen despídete porque ya no vas a abrir el catenaccio, y además tienes muchas posibilidades de que en el contragolpe acaben contigo. Más adelante vamos a ver ejemplos de esto.

      Como he dicho el orden de batalla de la legión romana era suelto, flexible y adaptable a

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