El ministerio de la bondad. Elena Gould de White

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El ministerio de la bondad - Elena Gould de White Biblioteca del hogar cristiano

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delante de quienes estén dispuestos a cumplir los deberes que están más cerca de ellos. No se necesitan ahora eruditos y elocuentes predicadores, sino humildes hombres y mujeres semejantes a Cristo.

      Trabajen desinteresada, amante y pacientemente por todos aquellos con quienes se relacionan. No muestren impaciencia. No profieran ni una palabra áspera. Exista el amor de Cristo en vuestro corazón, la ley de la bondad en vuestros labios (RH, 7-8-1913).

      El empleo de nuestros días feriados para el trabajo misionero. Hay otras clases de trabajos. Algunos son capaces de estudiar las Escrituras y comunicar a otros lo que creemos. Pueden ser canales de luz y un consuelo precioso para algunas pobres almas desanimadas, que parecen ser incapaces de aferrarse a la esperanza y ejercitar la fe. Otros debieran investigar y estudiar cómo pueden prestar servicios al Señor. Si quienes trabajan tiempo completo, con excepción de los domingos y feriados, en vez de gastar tiempo en su propio placer lo usaran para ser una bendición para otros, serán de utilidad en la causa de Dios. Con su ejemplo ayudará a otros a hacer algo que redunde para la gloria de Dios. Presten atención a las palabras del apóstol inspirado: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” [1 Cor. 10:31]. De esa manera, un principio viviente se hará presente en vuestra activa vida diaria: el de ser buenos y hacer el bien...

      No será posible que todos dediquen todo su tiempo a la obra, debido al trabajo que deben hacer para ganar su sustento diario. Sin embargo, éstos disponen de sus feriados y oportunidades que pueden dedicar a las tareas cristianas, y a hacer el bien en esta forma si no pueden dar mucho de sus recursos (Carta 12, 1892).

      Las horas que con tanta frecuencia se dedican a las diversiones que no refrigeran ni el cuerpo ni el alma, debieran dedicarse a visitar a los pobres, los enfermos y los dolientes, o a ayudar a algún necesitado ( JT 2:514).

      Asistencia social en sábado. De acuerdo con el cuarto mandamiento, el sábado fue dedicado al descanso y el culto religioso. Todo asunto secular debía ser suspendido, pero las obras de misericordia y benevolencia estaban en armonía con el propósito del Señor. Estas obras no estaban limitadas ni por el lugar ni por el tiempo. Aliviar a los afligidos y consolar a los tristes es un trabajo de amor que realmente honra el santo día de Dios (RTC, Nº 4, p. 46).

       Los métodos de visitas diarias. Quienes sientan el peso de las almas sobreellos, salgan y hagan la obra de casa en casa, y enseñen a la gente precepto sobre precepto, un poquito aquí y un poquito allí, guiándola gradualmente a una luz plena de la verdad bíblica. Esto es lo que teníamos que hacer en los primeros días del mensaje. Cuando se lleven a cabo fervientes esfuerzos, el Señor hará que su bendición descanse sobre los obreros y sobre quienes están buscando entender la verdad, tal como está en la Palabra de Dios.

      Hay preciosas verdades, gloriosas verdades en la Palabra de Dios, y es nuestro privilegio llevar esas verdades delante de la gente. En aquellos lugares donde muchos no pueden asistir a reuniones alejadas de su hogar, podemos llevarles la verdad personalmente y trabajar con ellos con sencillez.

      ¡Qué luz hay en la Palabra! Leemos en Isaías: “Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión” [Isa. 58:1]. Esta es la obra que hemos de hacer. Noten la expresión: “Mi pueblo”. ¿Por qué el profeta debía decir “mi pueblo”? No estaban caminando de acuerdo con la luz de la verdad, pero Dios deseaba salvarlos de sus pecados. La verdad había de serles llevada nuevamente en su sencillez.

      El mensaje del tercer ángel debe ir a toda gente, y Cristo ha declarado que ha de ser proclamado en los caminos y en los senderos. “Clama a voz en cuello, no te detengas”, ordena Dios. Esto significa que dondequiera que ellos presenten la verdad, ya sea ante una congregación, en público o de casa en casa, han de presentarla como está revelada en la Palabra de Dios (Manuscrito 15, 1909).

      No hemos de esperar que las almas vengan a nosotros. No hemos de esperar que las almas vengan a nosotros; debemos buscarlas donde estén. Cuando la Palabra ha sido predicada en el púlpito, la obra sólo ha comenzado. Hay multitudes que nunca recibirán el evangelio a menos que éste les sea llevado (PVGM 181).

      Trabajen de casa en casa sin descuidar a los pobres, que generalmente son pasados por alto. Cristo dijo: “Me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres” [Luc. 4:18], y hemos de hacer lo mismo (RH, 11-6-1895).

      “¡Estoy perdido! ¡Y usted nunca me amonestó!” Vayan a los hogares aun de quienes no manifiestan interés. Mientras la dulce voz de la misericordia invita al pecador, trabajen con toda la energía del corazón y el cerebro como lo hizo Pablo, quien, “de noche y de día, no” cesaba “de amonestar con lágrimas a cada uno” [Hech. 20:31]. En el día de Dios, cuántos nos enrostrarán y dirán: “¡Estoy perdido! ¡Estoy perdido!, y usted nunca me amonestó; nunca me suplicó que fuera a Jesús. Si yo hubiera creído como usted, habría seguido a cada alma que tenía que hacer frente al juicio y que hubiera estado dentro de mi alcance con oraciones y lágrimas y amonestaciones” (Ibíd., 24-6-1884).

      La relación del trabajo de casa en casa con nuestra propia espiritualidad. Visiten a sus vecinos en una manera amigable y traben relaciones con ellos... Quienes no quieren hacer este trabajo, quienes actúan con la indiferencia que algunos ya han manifestado, pronto perderán su primer amor y comenzarán a censurar, criticar y condenar a sus propios hermanos (Ibíd., 13-5-1902).

      La obra no es insulsa ni falta de interés. Todos los que se mantienen en comunión con Dios hallarán abundancia de trabajo que realizar para él. Quienes obran con el espíritu del Maestro, y tratan de alcanzar a las almas con la verdad, no encontrarán aburrida, penosa o insulsa la obra de atraer las almas a Cristo. Se les ha encargado una obra como mayordomos de Dios, y recibirán más y mayor vitalidad al entregarse por entero al servicio de Dios. Abrir las Escrituras para que otros las conozcan es una tarea que llena de gozo (TI 9:96).

       Hacer felices a otros. Sean gozosos en Dios. Cristo es luz, y en él no hay ningunas tinieblas [1 Juan 1:5]. Miren hacia la luz. Acostúmbrense a expresar la alabanza de Dios. Hagan felices a otros. Esta es vuestra primera obra. Fortalecerá los mejores rasgos del carácter. Abran de par en par las ventanas del alma hacia el cielo, y permitan que entre la luz del sol de la justicia de Cristo. Por la mañana, al mediodía y a la noche vuestros corazones podrán estar llenos con los brillantes rayos de la luz celestial (RH, 7-4-1904).

      En relación con esto, mi mente se volvió a la actividad de los creyentes adventistas en 1843 y 1844. En aquel tiempo se hacían muchas visitas de casa en casa y se desplegaban esfuerzos incansables para amonestar a la gente en cuanto a las cosas que se dicen en la Palabra de Dios. Debiéramos desplegar esfuerzos aún mayores que los que desplegaron quienes proclamaron el mensaje del primer ángel con tanta fidelidad. Nos estamos acercando rápidamente al fin de la historia de este mundo; y al comprender que Jesús ciertamente viene pronto, seremos despertados para trabajar como nunca antes. Se nos ordena que hagamos sonar una alarma a la gente (GCB, 27-5-1913, p. 164).

       Practicar nuevamente esta obra. Al ir como los discípulos, de lugar en lugar narrando el relato del amor del Salvador, ganarán amigos y verán el fruto de su labor. Todos los obreros verdaderos, humildes, amantes y fieles serán sostenidos y fortalecidos con el poder que emana de lo alto. Se abrirán camino al corazón de la gente al seguir el ejemplo de Cristo. Ministrarán a los enfermos, orarán por los afligidos. Se escucharán las voces del canto y la oración. Se abrirán las Escrituras para testificar de la verdad. Y con señales que sigan, el Señor confirmará la palabra hablada.

      Esta

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