El ministerio de la bondad. Elena Gould de White

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El ministerio de la bondad - Elena Gould de White Biblioteca del hogar cristiano

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      Así como rastreamos el curso de una corriente de agua por la línea de viviente verdor que produce, de la misma manera Cristo podía ser visto en los actos de misericordia que marcaban su sendero a cada paso. Doquiera iba brotaba la salud, y la alegría lo seguía dondequiera que él pasaba. Los ciegos y los sordos se regocijaban en su presencia. Sus palabras abrían al ignorante una fuente de vida. Prodigaba sus bendiciones abundante y continuamente. Eran los acumulados tesoros de la eternidad, dados en Cristo, los ricos dones del Señor al hombre.

      La obra de Cristo en favor del hombre no ha terminado. Continúa hoy día. De la misma manera sus embajadores deben predicar el evangelio y revelar su bondadoso amor por las almas perdidas y que perecen. Mediante un interés genuino por quienes necesitan ayuda, han de dar una demostración práctica de la verdad del evangelio. Mucho más que un mero sermonear está incluido en estas palabras. La evangelización del mundo es la obra que Dios ha dado a quienes avanzan en su nombre. Son colaboradores con Cristo que revelan, a los que están por perecer, su tierno y compasivo amor. Dios llama a miles a trabajar para él, no para predicar a quienes conocen la verdad para este tiempo, sino para amonestar a los que jamás han oído el último mensaje de misericordia. Trabajen con un corazón lleno de un ferviente anhelo por las almas. Hagan la obra médico-misionera. Así tendrán acceso al corazón de la gente y se preparará el camino para una más decidida proclamación de la verdad.

      ¿Quiénes son colaboradores con Cristo en esta bendita obra médico-misionera? ¿Quiénes han aprendido las lecciones del Maestro y saben cómo tratar sagazmente con las almas por las cuales Cristo ha muerto? ¡Oh, necesitamos tanto de médicos para el alma, que hayan sido educados en la escuela de Cristo y que puedan trabajar como Cristo lo hizo! (RH, 17-12-1914).

      CAPÍTULO

      Las visitas: El modelo del Nuevo Testamento

      Los métodos de labor de Cristo. De los métodos de labor de Cristo podemos aprender lecciones valiosas. Él no siguió sólo un método; en varias formas buscó captar la atención de la multitud, para poder proclamarles las verdades del evangelio.

      El trabajo primordial de Cristo fue el de ministrar a los pobres, los necesitados y los ignorantes. Con sencillez abría delante de ellos las bendiciones que podían recibir y así despertaba el hambre en el alma por el pan de vida. La vida de Cristo es un ejemplo para todos sus seguidores. Es el deber de todo aquel que ha conocido el camino de la vida el enseñar a otros cuál es el significado de creer en la Palabra de Dios. Hay muchos ahora en las tinieblas de la muerte que necesitan ser instruidos en las verdades del evangelio. Casi el mundo entero yace sumido en la impiedad. Pero nosotros tenemos palabras de esperanza para quienes están en tinieblas (RH, 9-5-1912).

      El alcance de la labor de Cristo hecha casa por casa. Nuestro Salvador iba de casa en casa, sanando a los enfermos, consolando a los que lloraban, calmando a los afligidos, hablando palabras de paz a los desconsolados. Tomaba a los niños en sus brazos, los bendecía y decía palabras de esperanza y consuelo a las cansadas madres. Con inagotable ternura y amabilidad, él encaraba toda forma de desgracia y aflicción humanas. No trabajaba para sí sino para los demás. Era siervo de todos. Era su comida y bebida dar esperanza y fuerza a todos aquellos con quienes se relacionaba (OE 196).

       El método de Cristo da el verdadero éxito. Sólo el método de Cristo será el que dará éxito para llegar a la gente. El Salvador trataba con los hombres como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces les decía: “Seguidme” (MC 102).

      Este fue el medio por el que la iglesia cristiana fue establecida. Cristo primero eligió a unas pocas personas y las invitó a seguirlo. Entonces ellas fueron en busca de sus parientes y conocidos y los trajeron a Cristo. Este es el método con el que debemos trabajar. Unas pocas almas ganadas y plenamente establecidas en la verdad, como los primeros discípulos, trabajarán por otros (RH, 8-12-1885).

       El divino ejemplo en el evangelismo personal. Jesús llegó al contacto personal con los hombres. Él no se mantenía alejado y apartado de quienes necesitaban su ayuda. Entró en los hogares de los hombres, confortando al doliente, sanando al enfermo, elevando al despreciado, yendo aquí y allá haciendo el bien. Y si nosotros seguimos en las pisadas de Jesús, debemos hacer lo que él hizo. Debemos dar a los hombres la misma clase de ayuda que él les dio (RH, 24-4-1888).

      Lo más importante no es la predicación sino el trabajo hecho de casa en casa, razonando y explicando la Palabra. Serán los obreros que sigan los métodos que siguió Cristo los que ganarán almas como salario (OE 483).

      El Señor desea que su palabra de gracia penetre en toda alma. En gran medida esto debe realizarse mediante un trabajo personal. Este fue el método de Cristo. Su obra se realizaba mayormente por medio de entrevistas personales. Dispensaba una fiel consideración al auditorio de una sola alma. Por medio de esa sola alma a menudo el mensaje se extendía a millares (PVGM 181).

      Los doce enviados a trabajar de casa en casa. En esta primera gira, los discípulos debían ir solamente a donde Jesús había estado antes y había conquistado amigos... No debían permitir que cosa alguna distrajese su atención de su gran obra, despertase oposición o cerrase la puerta a labores ulteriores. No debían adoptar la indumentaria de los maestros religiosos ni usar atavío alguno que los distinguiese de los humildes campesinos. No debían entrar en las sinagogas y convocar a las gentes a cultos públicos; sus esfuerzos debían limitarse al trabajo de casa en casa... Debían entrar en la morada con el hermoso saludo: “Paz sea a esta casa” [Mat. 10:1-13; Luc. 10:1-10; 10:5]. Ese hogar iba a ser bendecido por sus oraciones, sus cantos de alabanza y la presentación de las Escrituras en el círculo de la familia (DTG 317, 318).

       Igualmente los setenta. Llamando a los doce en derredor de sí, Jesús les ordenó que fueran de dos en dos por los pueblos y las aldeas. Ninguno fue enviado solo, sino que el hermano iba asociado con el hermano, el amigo con el amigo. Así podían ayudarse y animarse mutuamente, consultando y orando juntos, supliendo cada uno la debilidad del otro. De la misma manera, envió más tarde a los setenta. Era el propósito del Salvador que los mensajeros del evangelio se asociaran de esta manera. En nuestro propio tiempo la obra de evangelización tendría mucho más éxito si se siguiera fielmente este ejemplo (Ibíd., 316).

       Pablo iba de casa en casa. De la misma manera, Pablo en su trabajo público iba de casa en casa predicando el arrepentimiento y [retorno] a Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo. Se encontraba con los hombres en sus hogares y les suplicaba con lágrimas, declarándoles todo el designio de Dios (RH, 24-4-1888).

      El secreto del poder y éxito de Pablo. En una ocasión, declaró Pablo: “Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que entré en Asia, sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos; y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciamos y enseñaros, públicamente y por las casas...” [Hech. 20:18-20].

      Estas palabras explican el secreto del poder y el éxito de Pablo. No rehuyó nada que fuese útil para el pueblo. Predicó a Cristo públicamente, en los mercados y las sinagogas. Enseñaba casa por casa, valiéndose del trato familiar del círculo del hogar. Visitaba a los enfermos y tristes, confortando a los afligidos y animando a los oprimidos. Y en todo lo que decía y hacía predicaba a un Salvador crucificado y resucitado (YI, 22-11-1900).

      Pablo también tuvo acceso a otros mediante su oficio. Durante el largo período de su ministerio en Efeso, donde por tres años realizó un agresivo esfuerzo evangélico en esa región, Pablo trabajó de nuevo en su oficio...

      Algunos criticaban a Pablo porque trabajaba con las manos, declarando que era incompatible con la obra del ministerio evangélico.

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