El ministerio de la bondad. Elena Gould de White

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El ministerio de la bondad - Elena Gould de White Biblioteca del hogar cristiano

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      Diferentes formas de dar el evangelio a los vecinos

      “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mat. 5:16).

      Una gran obra frente a nuestras iglesias. Hay una labor que deben realizar nuestras iglesias de la que pocos tienen idea... Debemos dar de nuestros medios para sostener a obreros en el campo de cosecha y regocijarnos al recoger las gavillas. Pero, si bien es cierto que esto es bueno, hay una obra, hasta ahora intacta, que debe ser realizada. La misión de Cristo fue sanar a los enfermos, alentar a los desesperanzados, vendar a los quebrantados. Esta labor de restauración debe ser hecha entre los dolientes necesitados de la humanidad.

      Dios no solamente pide vuestra caridad sino vuestro semblante alegre, vuestras esperanzadas palabras, el apretón de vuestra mano. Alivien a algunos de los afligidos de Dios. Algunos están enfermos y han perdido la esperanza. Devuélvanles la luz del sol. Hay almas que han perdido su valor; háblenles, oren por ellas. Hay quienes necesitan el pan de vida. Léanles de la Palabra de Dios. Hay una enfermedad del alma que ningún bálsamo puede alcanzar, ninguna medicina curar. Oren por estas [almas] y tráiganlas a Jesucristo. Y en toda vuestra obra, Cristo estará presente para impresionar los corazones humanos (Manuscrito 105, 1898).

      Visitar a cada familia y conocer su condición espiritual. Dondequiera que se establezca una iglesia, todos los miembros deberían empeñarse activamente en una obra misionera. Deberían visitar a cada familia del vecindario y conocer su condición espiritual. Si los profesos cristianos se hubieran empeñado en este trabajo desde el momento cuando sus nombres fueron por primera vez inscriptos en los libros de la iglesia, no habría ahora una incredulidad tan difundida, tales profundidades de iniquidad, una impiedad tan sin paralelo, como se ve en el mundo en la actualidad. Si cada miembro de iglesia hubiera procurado iluminar a otros, miles de miles hoy día estarían con el pueblo que observa los mandamientos de Dios.

      Y no solamente en el mundo vemos los resultados patentes del descuido de la iglesia de trabajar en los propósitos de Cristo. Debido a este descuido, se ha provocado una situación en la iglesia que ha eclipsado los elevados y santos intereses de la obra de Dios. Un espíritu de crítica y amargura ha entrado en la iglesia, y el discernimiento espiritual de muchos se ha ofuscado. Debido a esto la causa de Cristo ha sufrido grandes pérdidas. Las inteligencias celestiales han estado esperando para cooperar con los agentes humanos, pero no hemos discernido su presencia.

      Ya es sobrado tiempo de que nos arrepintamos. Todo el pueblo de Dios debiera interesarse en la obra de hacer el bien. Debieran unir el corazón y el alma en fervientes esfuerzos para elevar y alumbrar a sus prójimos (T 6:296, 297).

      Buscando a quienes deseen oír. Hace varios años, durante una visita previa al sur, mientras hacía un largo viaje, a veces preguntaba quiénes ocupaban los hogares por los cuales pasábamos, y supe que en muchas de las mansiones sureñas había hombres que ocupaban importantes responsabilidades en la administración de grandes propiedades. Al hacer más preguntas, supe que nadie había procurado presentar a esos hombres la Palabra de vida. Nadie había ido a ellos con la Biblia en la mano para decirles: “Tenemos algo precioso para usted y queremos que lo oiga”. Ahora me ha sido presentado repetidas veces que ésta es una obra que debe ser hecha. Hemos de ir por los caminos y por los vallados y llevar a la gente el mensaje de la verdad que Cristo nos ha dado. Hemos de constreñir a muchos para que entren (Manuscrito 15, 1909).

      Es de valor para Cristo que establezcamos relaciones. Son muchos los que han quedado sin esperanza. Devolvámosles la alegría. Muchos se han desanimado. Dirijámosles palabras de aliento. Oremos por ellos. Hay quienes necesitan el pan de vida. Leámosles la Palabra de Dios. Muchos tienen el alma aquejada por una enfermedad que ningún bálsamo ni médico puede curar. Roguemos por estas almas. Llevémoslas a Jesús. Digámosles que en Galaad hay bálsamo y Médico (PR 531).

       El trabajo para toda clase de gentes. Dondequiera que uno vaya hay una obra que debe realizarse en favor de todas las clases sociales. Debemos acercarnos a los pobres y a los depravados que han caído por causa de su intemperancia. Y, al mismo tiempo, tampoco debemos olvidarnos de las clases más altas: abogados, ministros, senadores y jueces, muchos de los cuales son esclavos de los hábitos intemperantes. No debemos escatimar ningún esfuerzo para mostrarles que la salvación de sus almas es importante, y que vale la pena luchar por ganar la vida eterna (TI 7:59).

       Llamados a diferentes tipos de trabajo. El Señor llama a su pueblo para que emprenda diferentes tipos de obra misionera, que siembre en todas las aguas. No hacemos sino una pequeña parte de la obra que él desea que hagamos entre nuestros vecinos y amigos. Siendo bondadosos con los pobres, los enfermos o los desposeídos, podríamos obtener una influencia sobre ellos, de modo que la verdad divina encontrara acceso a su corazón. No debiéramos pasar de largo sin aprovechar ninguna oportunidad de servicio. Esta es la obra misionera más elevada que podemos hacer. La presentación de la verdad con amor y simpatía de casa en casa está en armonía con la instrucción de Cristo a sus discípulos en su primer viaje misionero (RH, 6-6-1912).

      Ayudar a la humanidad como lo hizo Cristo. Mientras él [Cristo] pasaba por los pueblos y las ciudades, era como una corriente vital que difundía vida y gozo por dondequiera que fuera.

      Los seguidores de Cristo han de trabajar como él obró. Hemos de alimentar a los hambrientos, vestir a los desnudos y consolar a los dolientes y afligidos. Hemos de ministrar a quienes desesperan e inspirar esperanza a los descorazonados (DTG 316).

      La obra que cada iglesia debiera haber estado haciendo. La obra de reunir a los menesterosos, los oprimidos, los dolientes, los indigentes, es la obra que cada iglesia que cree la verdad para este tiempo debiera haber estado haciendo desde hace mucho. Debemos manifestar la tierna simpatía del samaritano y suplir las necesidades físicas, alimentar a los hambrientos, traer a los pobres sin hogar a nuestras casas, pedir a Dios cada día la gracia y la fuerza que nos habiliten para alcanzar las mismas profundidades de la miseria humana y ayudar a quienes no pueden ayudarse. Cuando hacemos esta obra, tenemos una oportunidad favorable para presentar a Cristo el crucificado (JT 2:514).

       Los sermones no lo pueden hacer. Alléguense a la gente dondequiera que se halle, por medio de la obra personal. Relaciónense con ella. Esta obra no puede realizarse por representación. El dinero prestado o dado no puede hacerla, como tampoco los sermones predicados desde el púlpito (OE 196).

      El canto en la obra misionera. Hay poder en el ministerio del canto. Los estudiantes que hayan aprendido a cantar dulces himnos evangélicos con melodía y claridad, pueden hacer una buena obra como evangelistas cantores. Hallarán muchas oportunidades para emplear el talento que Dios les ha dado y llevarán melodía y alegría a muchos lugares solitarios, oscurecidos por el pesar y la aflicción, cantando para quienes rara vez tienen el privilegio de asistir a una iglesia.

      Estudiantes, salgan a los caminos y los vallados. Esfuércense por alcanzar a los de las clases superiores tanto como a los de las clases humildes. Entren en los hogares de los ricos como en los de los pobres, y cuando se les presente la oportunidad, pregunten: “¿Le agradaría que cantásemos algunos himnos evangélicos?” Entonces, cuando los corazones se enternezcan, se abrirá el camino para que eleven cortas oraciones pidiendo la bendición de Dios. Muy pocos se negarán a escuchar. Este tipo de ministerio es genuina actividad misionera (CM 533, 534).

      Un amplio campo de obra práctica. Hay un amplio campo de trabajo tanto para las hermanas como para los hombres. Se necesita la ayuda de todos: de la cocinera eficiente, la costurera, la enfermera. Enséñese en los hogares humildes la forma de cocinar, la forma de coser la ropa y de remendarla, cómo atender a los enfermos, cómo cuidar el hogar adecuadamente. Aun a los niños debiera enseñárseles a hacer algunos mandados

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