El profeta pródigo. Timothy Keller
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Cuando Dios quería convertir a Abraham en un hombre de fe que pudiese ser el padre de todos los fieles en la tierra, le hizo pasar por años en los que vagó sin que aparentemente se cumpliera ninguna promesa. Cuando Dios quiso que José pasase de adolescente arrogante y mimado a ser un hombre íntegro, le hizo pasar por años duros. Tuvo que experimentar la esclavitud y estar en prisión antes de salvar a su pueblo. Moisés tuvo que convertirse en un fugitivo y pasar cuarenta años solo en el desierto antes de poder liderar.
La Biblia no nos dice que toda situación difícil sea resultado de nuestro pecado, pero sí enseña que, para los cristianos, cada dificultad puede ayudar a reducir el poder del pecado en nuestros corazones. Las tormentas nos hacen conscientes de verdades que de otra manera no veríamos. Las tormentas pueden desarrollar en nosotros fe, esperanza, amor, paciencia, humildad y dominio propio de una manera que nada más lo hará. Un gran número de personas afirma haber encontrado la fe en Cristo y la vida eterna solo porque una tormenta los empujó hacia Dios.
De nuevo, debemos andarnos con cuidado. Los primeros capítulos de Génesis enseñan que Dios no creó el mundo ni la raza humana para sufrir, tener enfermedades, desastres na turales, envejecer o para la muerte. El mal entró en el mundo cuando nos alejamos de Dios. Y él está tan unido a nosotros que, cuando ve el pecado y sufrimiento en el mundo, se le parte el corazón (Génesis 6:6) y “Cuando ellos sufrían, él también sufrió” (Isaías 63:9).2 Dios no es como un jugador de ajedrez que mueve los peones de forma aleatoria. Ni siquiera está claro hasta años después, si es que lo descubrimos en esta vida, lo que Dios estaba logrando a través de las dificultades que sufrimos.
Cómo Dios obra a través de las tormentas
No obstante, por muy complicado que sea discernir cuáles son los propósitos de amor y sabiduría de Dios detrás de nuestras pruebas y dificultes, sería aún más desesperanzado imaginar que no tiene control alguno sobre estas situaciones o que nuestro sufrimiento es aleatorio o sin sentido.
Jonás no podía ver que en lo profundo del terror de la tormenta la misericordia de Dios se había puesto en marcha, trayéndole de vuelta para cambiar su corazón. No nos sorprende que Jonás no se enterase al principio. No sabía cómo Dios vendría al mundo a salvarnos. Sin embargo, nosotros que vivimos a este lado de la cruz sabemos que Dios puede salvar a través de la debilidad, del sufrimiento y de la aparente derrota. Quienes vieron cómo Jesús moría no vieron más que pérdida y tragedia. Sin embargo, en medio de toda esa oscuridad la misericordia divina estaba trabajando con poder, proveyendo nuestro indulto y perdón. La salvación de Dios vino al mundo a través del sufrimiento, de modo que su gracia que salva y su poder puedan trabajar más y más en nuestras vidas a medida que pasamos por dificultades y tiempos de dolor. Hay misericordia en lo más profundo de nuestras tormentas.
¿Quién es mi prójimo?

Los marineros, aterrados y a fin de aliviar la situación, comenzaron a clamar cada uno a su dios y a lanzar al mar lo que había en el barco. Jonás, en cambio, había bajado al fondo de la nave para acostarse y dormía profundamente. El capitán del barco se le acercó y le dijo: “¿Cómo puedes estar durmiendo? ¡Levántate! ¡Clama a tu dios! Quizá se fije en nosotros, y no perezcamos”. Jonás 1:5-6
El libro de Jonás está dividido en dos mitades simétricas: el relato de la huida de Jonás de Dios y el relato de su misión a Nínive. Cada parte tiene tres secciones: la palabra de Dios a Jonás, su encuentro con los paganos gentiles y, finalmente, Jonás hablando con Dios. De este modo, Jonás se encuentra dos veces cerca de personas que son diferentes a él en el plano racial y religioso. En ambos casos, su comportamiento es de desdén y con pocas ganas de ayudar, mientras que los paganos actúan con uniformidad de manera más admirable que él. Este es uno de los mensajes principales del libro, en concreto, que Dios se preocupa por cómo los creyentes nos relacionamos y tratamos a aquellos que son totalmente diferentes a nosotros.
Los predicadores y maestros de este libro con frecuencia pasan por alto estas secciones, excepto quizás para observar que deberíamos estar dispuestos a llevar el evangelio a otros países. Sin duda, esto es verdad, pero pierde el significado pleno de las interacciones de Jonás con los paganos. Dios quiere que tratemos a personas de diferentes razas y creencias con respeto, amor, generosidad y justicia.
Jonás y los marineros
Jonás había rechazado el llamamiento de Dios de ir a predicar a Nínive. No quería hablar de Dios a los paganos o llevarlos hasta la fe. Así que huyó, ¡solo para descubrir que estaba hablando sobre Dios justo al mismo tipo de personas de las que estaba huyendo! Cuando la terrible tormenta comenzó, “los marineros estaban aterrados” (versículo 5). Se trataba de marineros experimentados que no se inmutaban ante las inclemencias meteorológicas, por lo que debía tratarse de una tempestad especialmente violenta. Sin embargo, Jonás está en el fondo de la bodega del barco, durmiendo tranquilamente. El pastor escocés del siglo XIX, Hugh Martin, dice que Jonás estaba durmiendo “el sueño de la aflicción”. Muchos de nosotros sabemos de forma exacta de qué se trata: el deseo de escapar de la realidad a través del sueño, aunque sea solo durante un rato.1 Estaba totalmente desgastado y exhausto, consumido por las poderosas emociones de ira, culpabilidad, ansiedad y dolor.
Este es uno de los contrastes expuestos entre los odiados marineros paganos y el profeta de Israel, respetable y moral. Mientras que Jonás no está en contacto con el peligro, los marineros se hallan en total alerta. Mientras que los problemas personales consumen a Jonás, los marineros buscan el bien común de todos en el barco. Cada uno ora a su propio Dios, pero Jonás no ora al suyo. También son conscientes espiritualmente de la medida en la que esta tormenta tiene una intensidad peculiar. Quizás apareció con una brusquedad que no era atribuible a las fuerzas naturales. Son lo suficientemente listos como para concluir que la tormenta tiene un origen divino, es posible que sea la respuesta a un grave pecado que ha cometido uno de ellos.2 Por último, no son cerrados de mente e intolerantes. Están abiertos a clamar al Dios de Jonás. En realidad, están más dispuestos a hacerlo que el propio Jonás.
Cuando el capitán encuentra dormido al profeta, le dice: “¡Levántate! ¡Clama…!” (en hebreo qum lek, versículo 6), las mismas palabras que Dios usa cuando llama a Jonás a levantarse e ir y llamar a Nínive al arrepentimiento.3 Mientras Jonás se frota los ojos, hay un marinero pagano que pronuncia las mismas palabras de Dios con su boca. ¿Qué es esto? Dios envió a su profeta a señalar a los paganos el camino hacia él. Sin embargo, son estos los que señalan a Jonás hacia Dios.
Los marineros continúan actuando de manera encomiable. Debido a que se han dado cuenta de que detrás de la tormenta están el pecado humano y la mano divina, echan suertes. En la Antigüedad, echar suertes para discernir la voluntad divina era bastante común. Es posible que escribiesen el nombre de cada uno en un palo y que el elegido fuese el de Jonás.4 Dios usa, en este caso, la suerte para señalar a Jonás. Sin embargo, incluso ahora que parecen contar con la guía divina, los marineros no entran en pánico ni se echan encima suyo. No asumen que tengan permiso para matarlo. En cambio, escuchan con atención las pruebas y su testimonio para poder tomar la decisión correcta. Muestran a Jonás y a su Dios el mayor respeto posible. Incluso cuando Jonás propone que le lancen por la borda, hacen todo lo posible por evitarlo. En todos los aspectos, eclipsan a Jonás.
Hay muchas cosas que el autor quiere que veamos en esta parte de la historia. ¿Qué debería haber estado aprendiendo Jonás? ¿Y qué deberíamos aprender nosotros?
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