La extrema derecha en Europa. Jean-Yves Camus

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La extrema derecha en Europa - Jean-Yves Camus

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al declarar: “La Unión de los fascismos será la paz del mundo”. (54) Ya en 1941, Hungría, Bulgaria, Rumania, Eslovaquia y Croacia adhieren al Pacto Tripartito Berlín-Roma-Tokio. En esa misma época, los principales grupos colaboracionistas franceses lanzan juntos la Légion des Volontaires Français contre le Bolchevisme [Legión de los Voluntarios Franceses contra el Bolchevismo] (LVF), que constituye el 638° regimiento de la 7ª división de la Wehrmacht (6.000 hombres).

      Los regímenes autoritarios ibéricos, alejados tanto de la cuestión del frente oriental (55) como de la voluntad de parusía racial, trabajaron en expulsar a sus radicales. El Estado franquista se constituye y se consolida contra el falangismo “de izquierda” de Onésimo Redondo y Ramiro Ledesma Ramos y también contra el –claramente más “derechista”– de su fundador, José Antonio Primo de Rivera. De modo similar, el Estado Novo portugués de António Salazar pone rápidamente en vereda al nacional-sindicalismo de Francisco Rolão Preto. En el régimen el partido pesa menos que las administraciones. El sistema corporativista se inspira en el modelo fascista italiano, pero lo combina fuertemente con la influencia del catolicismo social (la Iglesia es un elemento fundamental de los regímenes autoritarios ibéricos). El salazarismo y el franquismo son dictaduras de extrema derecha, que tienen, como todas las extremas derechas, la voluntad de regenerar a la sociedad a través de un organicismo desigual, pero desde esta perspectiva se oponen a la extrema derecha radical.

      Este tipo de régimen autoritario desafiante respecto de la radicalidad aparece en otros países: la Austria de Dollfuss, la Estonia de Päts, la Letonia de Ulmanis, la Lituania de Smetona, la Francia de Pétain, la Hungría de Horthy, la Polonia de Pilsudski o la Rumania del rey Carol II. El régimen autoritario letonio de Kārlis Ulmanis, dirigente de Unión Campesina, accede al poder entre 1934 y 1940. Es una reacción contra el avance de una extrema derecha local fuerte, encarnada por los Pērkonkrusts de Gustav Celmiņš y por la Legión de los Combatientes de la Libertad, del coronel Voldemārs Ozols. Cruz de Trueno, corporativistas que en ocasiones utilizan la esvástica, afianza su neopaganismo al resurgir una versión reformada del Dievturība, la antigua religión pagana mayoritaria hasta el siglo XIII. En Estonia, Konstantin Päts dirige la Unión de Granjeros y Pequeños Propietarios y, en 1934, establece un régimen autoritario que desactiva el aumento de poder de los Vaps, el movimiento fascista local dirigido por Andres Larka y Artur Sirk. El caso rumano marcará más a la extrema derecha radical europeo-oriental, cuando se descubra en Italia y Francia en las décadas de 1960 y 1970.

      Corneliu Zelea Codreanu (1899-1938) funda en 1927 la Liga del Arcángel Miguel y la completa con la creación, en 1930, de Guardia de Hierro, su organización de masas, que en 1933 se convierte en Todo por la Patria. Algunos líderes del movimiento se presentan como voluntarios para combatir en las filas nacionalistas durante la guerra de España. Deseosa de refundar Rumania a partir del campesinado, la Guardia de Hierro mezcla estrechamente misticismo cristiano y etnonacionalismo. Sus legionarios se consideran cruzados: el cristianismo es aquí un pivote ideológico y es el mundo rural, y no el industrial, el que construye el marco ideológico (esto no impide el reclutamiento de muchos estudiantes, lo cual explica la presencia de intelectuales como Mircea Eliade o Emil Cioran). A partir de la fundación de la Guardia de Hierro, el movimiento toma además un giro anticapitalista que termina por implementar ese fascismo rumano específico. La agitación lleva al rey Carol II a realizar un golpe de Estado preventivo en 1938. Codreanu es detenido y asesinado. Se instaura una dictadura autoritaria, cristiana, que prohíbe todos los partidos. Guardia de Hierro, dirigida por Horia Sima, logra su venganza en 1940 cuando se instala un Estado nacionalista legionario, conducido por el general Ion Antonescu y dominado por ella. La organización comienza a reinar sobre la sociedad rumana por medio del terror, lo cual lleva a Antonescu a conseguir que Hitler ponga en vereda a los fascistas rumanos. Aquí, los colaboradores se apoyan en el Reich para apartar a los colaboracionistas del poder, con el argumento de que el Reich conduce con mayor facilidad su guerra si los países “aliados” están en situación de paz civil. Sima se exilia en Alemania: Antonescu tiene, pues, las manos libres para colaborar, pero el Reich conserva la amenaza en su contra de los colaboracionistas capaces de reemplazarlo a la cabeza del régimen. Cuando el brazo de hierro no está claramente instaurado, los radicales pueden arrastrar al país a un proceso de fascistización y hacia el colaboracionismo, tal como sucedió en la Francia de 1943 con el desarrollo de la Milice Française [Milicia Francesa].

      En los países colocados bajo la órbita del Tercer Reich, Hitler sabe disponer de la bipartición de la extrema derecha: entroniza a la cabeza de los regímenes a personajes “nacionales”, encarnación para las poblaciones de una autoridad tradicional, sin dejar de mantener a los radicales al alcance de la mano como elite de recambio. Los primeros son colaboradores, generalmente provenientes de las elites tradicionales, de las corrientes sociopolíticas conservadoras. Movidos por el anticomunismo, quieren colaborar con Alemania, es decir, trabajar con ella en el marco de relaciones bipartitas entre su Estado nacional y Alemania. Los colaboracionistas generalmente provienen de las minorías fascistas, buscan integrar su país al combate del Tercer Reich por edificar un Nuevo Orden Europeo. Hitler solo utiliza esta carta cuando no tiene otra (como cuando en 1942 le devolvió el poder en Noruega a Vidkun Quisling). Maurice Bardèche, teórico faro del neofascismo europeo, resume así el sueño que entonces mantienen los colaboracionistas: “Quienes no conocieron esa primavera de Europa no saben lo que queremos decir cuando hablamos de Europa”. (56) Este rasgo ideológico no carece de cuestionamientos a la unidad del campo de la extrema derecha, a medida que se extiende el colaboracionismo radical. En 1943, el Tercer Reich concede a los voluntarios franceses el derecho a incorporarse a la Waffen-SS dentro de la división Frankreich (2.500 hombres). De esta última, la LVF y milicianos se vuelcan a la división Carlomagno de la Waffen-SS en noviembre de 1944 (menos de 8.000 hombres). Según el historiador James Gregor, serios antagonismos oponían a los miembros de la antigua LVF, marcados por una concepción nacionalista hexagonal y católica, y a SS franceses, europeístas, nazis, neopaganos. (57) Para el Nuevo Orden Europeo que dice construir en adelante el Tercer Reich, esto casi no importa, a tal punto se necesitan combatientes. De sus 900.000 miembros relevados en 1944, la Waffen-SS estaba compuesta en más de la mitad por no alemanes. (58)

      Se suponía que la división Carlomagno no incluía en su instrucción una formación ideológica nacional-socialista. (59) Así pues, la oferta ideológica legítima es provista por los medios de comunicación de las SS. La interpenetración franco-belga nacida de la Administración Militar de Bélgica y del norte de Francia permite una circulación de términos y temas, ya sea cuando Degrelle, el líder rexista convertido en Waffen-SS, llega a París para halagar la “revolución europea”, “socialista”, porque carece de intelectuales y judíos, o cuando Pierre Quesnoy de Douai, ligado a los nacionalistas flamencos y al SD, pronto fundador de una Liga de los Derechos del Norte, dicta en Amberes un curso sobre las razas (se citan en particular Günther y Rosenberg) a los reclutas del “Allgemeine-SS del Norte de Francia”, según la expresión que utilizaban los servicios de inteligencia generales, quizá para designar a la antigua Algemeene-SS Vlaanderen. (60) Pero, puesto que muchos de los “facilitadores” de posguerra escribieron en Devenir, cuyo subtítulo ya es todo un indicador (“Journal de combat de la communauté européenne” [Diario de combate de la comunidad europea]), este periódico de las SS francófonas puede ser considerado especialmente significativo. Ahora bien, la publicación propone temáticas muy alejadas del nacionalismo francés, pero también de la “cruzada contra el bolchevismo” de 1941. Un texto se dedica a la unidad lingüística y mitológica de los indoeuropeos. Otro certifica la muerte de las Naciones europeas con la llegada del “hombre nórdico que renace hoy”, también “arraigado” y liberado del “orientalismo” cristiano. Un tercero se entusiasma con el dios Thor y compara a los SS con los vikingos. Jean-Marie Balestre halaga a “los hombres arios de Normandía, Bretaña, Borgoña, [que] se unen a sus hermanos de raza”. Lucien Rebatet, por su parte, saluda a los alemanes nazis, a los rumanos de Guardia de Hierro, a los antisemitas de Estados Unidos, a los nacionalistas argentinos, a todos aquellos que tienen “el espíritu europeo, el espíritu ario, el espíritu revolucionario”. Y

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