La extrema derecha en Europa. Jean-Yves Camus

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La extrema derecha en Europa - Jean-Yves Camus

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de 1789 y las conquistas republicanas más recientes, como el laicismo. Pero lo que probablemente cobre más sentido en la acción de Vichy sea el antisemitismo de Estado, sin el cual, para los promotores del “orden nuevo”, la regeneración de la Nación francesa no podía ser completa. No obstante, no podemos silenciar el hecho de que los hombres provenientes de la derecha nacionalista o revolucionaria se opusieron a Vichy: fue lo que sucedió con Georges Valois, que se unió a la Resistencia y murió deportado, y con el coronel De la Rocque, también deportado. Además, es esta oposición de una parte de la derecha antes cercana a las ligas disueltas (Charles Vallin, dirigente del Parti Social Français [Partido Social Francés], llega a Londres en 1942) o de representantes de las formaciones conservadoras (Louis Marin, para la Federación Republicana; Georges Mandel y Paul Raynaud) la que permitió dar consistencia, después de 1945, al vocablo “extrema derecha” para designar las fuerzas políticas comprometidas con el ocupante nazi y los pequeños grupos que luego se identificaron con el petainismo, por oposición a las derechas legitimadas por su inscripción en la Resistencia.

      Bajo Vichy, la negativa de Pétain a implementar un partido único y las rivalidades entre grupos y personalidades culminaron en la publicación del cuadro pintado por Pierre-Antoine Cousteau (1906-1956) en el número de Je suis partout del 17 de septiembre de 1943: “El fascismo francés existe. No es un partido (es, si se quiere, un polvo de partidos), pero es ante todo un estado de ánimo, un conjunto de reflejos, una manera heroica de concebir la vida, es mucha dureza y mucha exigencia, es una constante voluntad de grandeza y pureza, es la acepción de Europa sin renunciamiento nacional, es el socialismo sin los judíos, es la razón y es la fe”. (44) En suma, Cousteau nos dice que, para definir el fascismo francés, en el nivel estructural, no es necesario que haya un partido: se trata ante todo de un “estilo fascista”. El fascismo en Francia está constituido por una plétora de grupos con pocos miembros. Así lo señala Philippe Burrin: “incluso si incluimos al movimiento De la Rocque, lo cual sigue siendo problemático, las tropas de este fascismo se acercarían a la vara del millón de adherentes, es decir, mucho menos del 5% de la población adulta”. (45) No solo en el fascismo francés no se reconoce un elemento tan importante como un guía, sino que este aspecto incluso ha sido teorizado por los hombres de La Cagoule [nombre con el que se conoció al Comité Secret d’Action Révolutionnaire (Comité Secreto de Acción Revolucionaria)], desde Deloncle que en 1941 arguye que “sociedades secretas convenientemente fragmentadas, separadas unas de otras: [son] el punto crucial”, hasta el Mouvement Social Républicain [Movimiento Social Republicano] de fines de Vichy, que considera que el fascismo es una ‘nueva caballería’, pero sin jefe, lo cual debe favorecer la reagrupación de las fuerzas colaboracionistas. La posguerra vio la continuidad tanto de la bipartición de la extrema derecha francesa como el funcionamiento en red de su ala radical. Es verdad que otros países de Europa experimentan en ese momento el mismo fenómeno: los servicios de inteligencia daneses y franceses observan en términos muy similares una vasta nebulosa después de la guerra, donde varias asociaciones no son sino el abrigo de otra, donde los militantes de los grupos se interconectan en movimientos ciertamente diversos, pero que constituyen un espacio común a la fragmentación parcialmente deseada y construida. Según los servicios de inteligencia franceses, algunos ex Waffen-SS franceses forman en 1946 una red que busca implantar cuadros en movimientos anticomunistas para lograr una dinámica subversiva dentro de la contrasubversión. Allí se encuentra, entre otros, el ex agente de la división Charlemagne, Pierre Bousquet, que pertenecerá a Jeune Nation [Joven Nación], a Europe-Action [Europa-Acción], a Militant y será el primer tesorero del Frente Nacional de 1972. (46) En 1947, un clandestino Comité Nacional de Coordinación afirma en un memorando que hay que infiltrar cuadros en los movimientos anticomunistas para orientar la vida política a través de esta red oculta; y concluye: “Somos la nueva resistencia…”. En 1951, se vuelve a cristalizar la oposición entre petainistas y colaboracionistas, donde los segundos se agrupan en torno al semanario Rivarol (47) (que se sigue publicando). Luego de la disolución del Joven Nación de Pierre Sidos en 1958, se lanza un Partido Nacionalista que desea (solo oficialmente) reunir al conjunto de los movimientos en un Comité de Entendimiento, pero también se disuelve. (48) Los intentos de maniobra del movimiento poujadista por parte de ex-JN y ex-PPF no llegan a ningún resultado, a pesar de que los militantes esperaban utilizarlo para hacer exitosa la manifestación antiparlamentaria del 6 de febrero de 1934, que terminó en tragedia. En poco tiempo, la esperanza de que la OAS (Organización Armada Secreta) pueda ser un compromiso nacionalista ganador resulta vana. Precisamente en función de esto, Dominique Venner escribe Pour une critique positive, donde rechaza el compromiso nacionalista maurrasiano si no es sostenido por los nacionalistas con una praxis leninista: “Cero más cero siempre da cero. […] La táctica del frente no puede pensarse sin una poderosa organización nacionalista capaz de imprimirle su impulso y de imponerle su línea política”. (49) Para Venner, no es ilógico concebir la unión en términos más cercanos a Doriot que a Maurras. La distinción entre “nacionales” y “nacionalistas” se impone de forma paralela a algunos intentos de estructuración horizontal nacional-nacionalistas. Al respecto, la revista L’Esprit public, el aparato de superficie de la OAS, sirve como banco de ensayo, aunque es un fracaso: Raoul Girardet solo ve confusión y delirio étnico en el pensamiento de un Jean Mabire que exalta el revolucionarismo y el mundo blanco. (50)

      En Alemania, el establecimiento del Estado totalitario y su propaganda forjó la imagen de un partido perfectamente monolítico. Pero, antes de la toma del poder, el líder nazi Otto Strasser (1897-1974) sueña con replicar a Adolf Hitler. En 1930, divide el partido nazi para fundar la Kampfgemeinschaft Revolutionären Nationalen Sozialisten (Comunidad de Combate de los Socialistas Nacional-Revolucionarios), que en 1931 se convierte en el Schwarze Front (“Frente Negro”), luego de, entre otras circunstancias, una hemorragia de sus militantes hacia el Partido Comunista alemán. Una vez independizado, Otto Strasser entabla numerosos contactos: en Francia, con Alexandre Marc y la publicación inconformista L’Ordre nouveau; en España, con las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista de Ramiro Ledesma Ramos y Onésimo Redondo; en Alemania con el círculo Widerstand de Niekisch. La oferta doctrinaria que difunde Strasser en el período de entreguerras desempeña uno de los papeles más importantes en las futuras reflexiones radicales. Propone a la vez desmantelar la sociedad industrial y urbana, apoyar a los movimientos separatistas existentes en Estados-nación opuestos a Alemania para provocar su desmantelamiento y crear una zona de cooperación económica relacionada con los recursos del Este de Europa, de África y Asia. (51) Esta propuesta de una nueva Europa hace referencia de modo amplio a la cristiandad medieval, que es el ideal de este conservadurismo revolucionario. (52) Luego de la guerra, Otto Strasser participa del intento de relanzar una internacional de la que es presidente honorario: el Movimiento Popular Europeo (MPE), partidario de la neutralidad de Europa. En nombre de la reunificación alemana, Strasser coopera, junto a los comunistas estalinistas, con el congreso neutralista alemán de 1958. Por último, promueve la creación de una zona económica euroafricana y se opone, en nombre de la unión árabe-europea, a los conflictos de Suez y de Argelia y sostiene la causa palestina. (53)

      El nazismo se elabora por la unión de diversos elementos del campo de las extremas derechas. Para forjar su representación del mundo, el nazismo alía fascismo radical, ideología völkisch y conceptos revolucionario-conservadores. Los modelos italiano y alemán se imitan ampliamente, a menudo trasplantando algunos de sus elementos al nacionalismo autóctono. En cada país el temor a la subversión comunista facilita la difusión y empuja al establecimiento de una contrarrevolución, que debía ser preventiva. En Hungría, la República de los Consejos (Soviets) es aplastada por las tropas rumanas que en 1920 llevan al poder al ex comandante en jefe de la Marina austrohúngara, el almirante Miklós Horthy de Nagybánya. El régimen autoritario conservador que instaura no detiene la proliferación de grupos radicales, a menudo inspirados en el nazismo (el propio régimen sufrió una radicalización entre 1932 y 1936). Entre ellos, se destaca el Partido de la Cruz Flechada, fundado por Ferenc Szálasi. Cuando Hitler dejó de contar con Horthy, se volcó hacia estos radicales, que había mantenido cerca para la ocasión. Estos

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