La extrema derecha en Europa. Jean-Yves Camus

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La extrema derecha en Europa - Jean-Yves Camus

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notable que este europeísmo fuera solo doctrinal: los fascistas quieren su propio poder, no el de los extranjeros. Los fascismos de los diversos países europeos traducen ante todo el contexto nacional de los países donde surgen: en Europa Occidental, el de la voluntad de regeneración del individuo y de los sistemas de gobierno, nacida de la Primera Guerra Mundial; en Europa Central y Oriental, la difícil resolución de la cuestión nacional luego del desmembramiento de los imperios centrales y en el marco de los reglamentos impuestos por los tratados sucesores del Tratado de Versalles. Contrariamente al mito extendido, nunca existió una “internacional fascista”, ni siquiera al concluir aquellos 16 y 17 de diciembre de 1934, cuando en Montreux (Suiza) se realizó un “Congreso de los Movimientos Nacionalistas Europeos” que no era más que una operación de propaganda de la Italia de Mussolini. Las razones de ello son que el fascismo, contrariamente al comunismo, no poseía ni organización internacional centralizada, ni lugar geográfico único de realización, ni doctrina unificada, ni convergencia entre los intereses de sus partes/partidos. Existen, por el contrario, fascismos que, aunque comparten un fondo común de rechazo a la democracia, aversión por el comunismo, valoración de la violencia, culto al jefe, racismo, antisemitismo y chauvinismo étnico, poseen su propia especificidad nacional y siguen irrigando, en diversos grados, el movimiento de las ideas.

      El fascismo está lejos de ser la única corriente de extrema derecha radical. Además, existen productos políticos más a la derecha que los fascismos. En Italia, el filósofo Julius Evola (1898-1974), autor de El fascismo visto desde la derecha, funda una doctrina llamada “tradicionalista”, que en las décadas de 1960-1970 se extiende hacia la extrema derecha europea occidental. En Alemania, el “nacional-bolchevismo” de Ernst Niekisch (1889-1967) constituye “la más extrema derecha”. (35) La historia del partido nazi tendió a ocultar el pluralismo del nacionalismo alemán, tanto en términos de ideologías como de formaciones. No puede reducirse a las doctrinas sumarias de Adolf Hitler, Alfred Rosenberg y Walter Darré. Su base proviene del Movimiento Alemán (Deutsche Bewegung), amplia corriente de ideas que va desde Herder hasta el romanticismo y que se establece como reacción tanto al racionalismo francés como al empirismo inglés. Toda esta familia intelectual está estructurada en torno a una visión del mundo (Weltanschauung) antes que a una ideología, en la que el concepto de germanidad ocupa un lugar central, al igual que la idea de Reich, mucho más cercana a la de imperium que a la de Estado-nación. Así pues, antes del nacional-socialismo, están Paul de Lagarde y Julius Langbehn; el movimiento völkisch y el movimiento juvenil del Wandervogel (en sus dos fases distintas, una que va de 1895 a 1914, la otra hasta la “puesta en vereda” de 1933, que le impone integrar la Hitlerjugend, lo que rechaza a una parte de sus miembros). Y, junto al nazismo –participando de él en parte y a menudo manteniéndose a una distancia crítica, como hizo Ernst Jünger–, existe otra corriente principal: la Revolución conservadora, cuya historia intelectual fue investigada por el suizo Armin Mohler, en su abundancia y complejidad. (36) Muy probablemente se puedan ver, siguiendo a Mohler, equivalentes extranjeros de la Revolución conservadora en los rusos Dostoievski y Aksakov, en el español Unamuno, en los italianos Vilfredo Pareto y Julius Evola, en los ingleses D. H. Lawrence y G. K. Chesterton e incluso en el pensamiento del teórico del sionismo revisionista Vladímir Zeev Jabotinsky, de quien también se puede argüir que transpuso al nacionalismo judío el pensamiento nacionalista polaco de su contemporáneo “enedecista” [de la Narodowa Demokracja] Roman Dmowski. Las diversas corrientes rivalizan tanto intelectualmente como en la voluntad de imprimir su sello en la carrera por el poder. Resienten la bipartición de la extrema derecha: ya en 1928, el revolucionario conservador Hartmut Plaas promueve la distinción entre los “nacionales” (“conservadores”) y los “nacionalistas” (“revolucionarios”). (37) En Francia, esta distinción se vuelve dogmática después de la guerra de Argelia, gracias a la publicación de Pour une critique positive [Para una crítica positiva] de Dominique Venner. Solo restaba saber qué dinámica dar a esa pluralidad.

      La dimensión “antisistema” tiende a ser el mínimo argumentativo para incluir a la agrupación en la extrema derecha. Es en 1927 cuando los cuadros alemanes de diversas corrientes de las extremas derechas –el nacional-socialista Joseph Goebbels, el nacional-bolchevique Ernst Niekisch y el neonacionalista Ernst Jünger– denuncian el Systemzeit de la República de Weimar, sistema que consideran políticamente nefasto y culturalmente degenerado. Contra ese magma, llaman a la unión de sus oponentes, los miembros de la “Periferia”, los extremistas, que golpean el “Centro” (imagen tomada de Werner Sombart, el teórico de un socialismo alemán muy apreciado por las extremas derechas europeas, también vigente entre los geopolíticos alemanes que utilizan este concepto para elaborar el de “espacio vital”). Para los nazis, el “Sistema” iba de la mano con el Kulturbolschewismus (bolchevismo cultural). Rosenberg vio en él el elemento que desintegraba el alma del pueblo, y así como para Hitler sus agentes son los judíos que buscan que los alemanes pierdan sus “raíces”, para Goebbels se trataría de aquellos que no tienen raíces, los cosmopolitas. (38)

      El concepto de “Sistema” penetra los ámbitos neofascistas franceses a partir de 1951 (39) y sirve como referencia a Jean-Louis Tixier-Vignancour y Maurice Bardèche en la argumentación de la Agrupación Nacional, fundada en 1954 para unir a alrededor de veinte grupúsculos. La cuestión sigue siendo encontrar el modo de reunir una fuerza política balcanizada, hasta un punto particularmente intenso en Francia. Frente a la bipartición del espacio de la extrema derecha, el teórico de Acción Francesa Charles Maurras propuso en 1934 que las extremas derechas formaran un “Frente Nacional”, a través de un “compromiso nacionalista”. El proceso fracasa, entre otras cosas porque los radicales temen que ese FN no esté al servicio de la reacción. Ese Frente Nacional reunirá, sin embargo, entre 1934 y 1940, y al mando del legislador parisino Charles Trochu, a militantes de Acción Francesa, de Jeunesses Patriotes [Juventudes Patrióticas] y de Solidarité Française [Solidaridad Francesa], pero no incorporan a los de Croix-de-Feu [Cruz de Fuego], ni a los del Parti Populaire Français [Partido Popular Francés], ni a los del Parti Franciste [Partido Francista]. En 1937, Jacques Doriot intenta lanzar su propia agrupación unitaria en torno a su PPF llamando hasta a la izquierda reformista. La extrema derecha-régimen de Vichy se expresa en una pluralidad de movimientos de extrema derecha y fuerza algunos intentos infructuosos de los radicales de establecer un partido único.

      La cuestión de las extremas derechas en Francia ciertamente se encuentra en la complejidad de su forma. La mayoría de los historiadores no han cuestionado el análisis que ya hacía Raoul Girardet en 1955, según el cual en el período de entreguerras francés se había producido un fenómeno de “impregnación fascista”, a falta de un verdadero “movimiento fascista”. (40) De este modo, Philippe Burrin sitúa a Francia en el “campo magnético” del fascismo. (41) Sin embargo, entre la idea de la inexistencia del fascismo en Francia y la que satura a Francia de fascistas, figura la posibilidad de una tercera vía analítica. En Alemania e Italia, el fascismo fue responsable de un partido militarizado y jerarquizado que recibió el poder. Sin embargo, no fue ésta la forma que abrazó en Francia. Si bien en el período de entreguerras Francia atraviesa un poderoso fenómeno de antiliberalismo que descansa ampliamente en su historia nacional y en la difusión de las ideas prefascistas analizada por Sternhell, los hechos fascistas quedan limitados a la acción de los grupúsculos y a la aculturación de elementos extranjeros, con el nacionalismo de fin de siglo como sustrato. Así, como ha demostrado Jean-Louis Loubet del Bayle, los inconformistas no son fascistas, pero contribuyen al “espíritu de los años treinta” y a la “impregnación fascista”. (42)

      ¿Era de extrema derecha el régimen de Vichy? Indiscutiblemente sí, a condición de recordar que la Revolución Nacional logra reunir a una minoría de intelectuales y políticos provenientes de la izquierda neosocialista o planista, incluso tránsfugas del comunismo y ex pacifistas del socialismo revolucionario, al cabo, para algunos, de un itinerario que los condujo del dreyfusismo a la colaboración. (43) El régimen

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