Mujeres en la investigación matemática, escenarios de visibilización. Nelsy Rocío González Gutiérrez
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Otra importante distinción que existe entre la comunidad matemática internacional para suplir la ausencia del Premio Nobel de Matemáticas, es el denominado Premio Abel (en honor al matemático noruego Niels Henrik Abel (1802-1829)). Este fue instituido por el gobierno noruego en enero de 2002, y entregado por primera vez en 2003. El prestigioso galardón, a partir de su proclamación premia anualmente los mejores logros científicos en el mundo de la matemática. La primera mujer en recibirlo, el 21 de mayo de 2019, fue la estadounidense Karen Keskulla Uhlenbeck, a sus 76 años de edad9.
En la revisión del estado del tema sobre el impacto de las mujeres matemáticas en la historia de la ciencia, encontramos que se ha estudiado desde diferentes concepciones. En primera instancia, debemos indicar que en esta investigación nos inscribimos en la concepción de género dada por Scott (2008),10 en el sentido de que el género es la organización social de la diferencia sexual. Igualmente, indicamos que el rol de la mujer históricamente está determinado o condicionado por su entorno social y cultural.
Compartimos las premisas de la reconocida filósofa existencialista Simone de Beauvoir11, en cuanto a que para ella ser una mujer no es un hecho natural, es el resultado de una cierta historia. No hay un destino biológico ni Psicológico que defina a una mujer como tal. Ella es el producto de una historia, de una civilización, que en primer lugar ha dado como resultado su estado actual y en segundo lugar, de cada mujer individual, de su historia personal, en particular de su infancia, que la determina como mujer, que crea en ella algo que no es nada innato, o una esencia, algo que se ha denominado “la feminidad”. Ciertamente, desempeña un papel, pero el énfasis puesto en estas diferencias, la importancia que asume, provienen de su contexto social. No debe utilizarse su capacidad de procrear como pretexto de opresión para la mujer.
Al consultar investigaciones relacionadas con esta temática, se hallan varias tendencias historiográficas. En primer lugar, autores como Herion (1997)12 plantean que mostrar ejemplos de mujeres que permitan deshacer los estereotipos prevalecientes, que las mujeres no hacen matemáticas, o que las que la hacen son de un tipo particularmente especial o hasta raro, alentarán a las mujeres a considerar las matemáticas como profesión.
Asimismo, Osen (1974)13, considera que rastrear el impacto que las mujeres han tenido en el desarrollo del pensamiento matemático, perfilar la vida de estas mujeres y explorar el contexto social en el que trabajaban, motivará a otras mujeres a estudiar esta ciencia. Para ello, la autora muestra los aportes de muchas de las mujeres notables, cuyos logros matemáticos son mejor apreciados a través de una comprensión de las sociedades y los problemas que moldearon su vida. Expone en orden cronológico, comenzando con el origen de la matemática en las grandes civilizaciones de la Antigüedad y procediendo a lo largo de las primeras décadas del siglo xx. Además, Osen (1974), nos reitera la facilidad existente para observar que los nombres de estas geniales mujeres son incomparablemente más oscuros que los de sus homólogos masculinos. Este fenómeno, sin duda, ha contribuido a perpetuar el persistente y omnipresente mito de que la matemática en sus diversas formas es un dominio masculino.
Por otro lado, Gallagker y Kaufman (2005)14, estudian las tendencias desde la psicología de las diferencias de sexo hasta el análisis en profundidad de género y cognición, analizando los hallazgos que tienden a establecer la brecha de rendimiento dilucidada en las diferencias de las pruebas estandarizadas de matemáticas que favorecen a los varones. Gallagker y Kaufman, enfatizan en que si nos fijamos únicamente en el rendimiento en las pruebas, podríamos concluir entonces que las mujeres tienen menos capacidad matemática que los hombres, pero el rendimiento de las pruebas no cuenta la historia completa. Del mismo modo, Mendick (2006)15, concentra su investigación en determinar qué tipos de masculinidades se están produciendo en las escuelas, y el impacto que estas tienen en la educación.
En el marco histórico se revisan los orígenes de la educación de la mujer universitaria en el contexto internacional, de Latinoamérica y de Colombia; en nuestro país se consulta la legislación de la educación superior, las voces de las mujeres que vivieron estas disposiciones en el periodo de estudio y se analiza la evolución de las carreras pioneras en formación matemática en Colombia. En el marco demográfico se caracteriza la población estudiada con relación al contexto espacial en el cual la profesión de matemático(a) tuvo origen en nuestro país.
Según lo anteriormente planteado, se observa que la historia de las matemáticas ha sido la de un grupo selecto de individuos que, debido a barreras social y culturalmente impuestas, resulta aún más selectiva para las mujeres. Investigaciones realizadas en este campo muestran que el acceso al conocimiento matemático para las mujeres fue demasiado restrictivo; por ejemplo, en el siglo xviii, a las mujeres les estaba prohibido asistir tanto a los encuentros de la Academia de las Ciencias en París como a los cafés, pues era allí donde los científicos se reunían para discutir los avatares de la ciencia, prohibición que la matemática Emilie de Breteuil, marquesa de Châtelet, desafió participando en dichos eventos disfrazada de hombre16.
Nuestra sociedad no ha sido ajena a la presencia de estas barreras; sin embargo, las diferencias en el rendimiento en áreas como las “ciencias duras” no tienen que ver con cuestiones de capacidad, sino más bien con niveles distintos de motivación y de expectativas. Tradicionalmente, los estereotipos generizados hacen que los profesores de estas áreas, subconscientemente, tiendan a infravalorar a las chicas, lo que lleva a una reducción de sus expectativas y por consiguiente a una baja en su nivel de rendimiento. Es decir, los estereotipos condicionan el rendimiento académico de las mujeres en las áreas científico-técnicas y alimentan su rechazo hacia carreras como matemáticas y física17.
La problemática anteriormente expuesta nos conduce al deseo de revelar el papel de las mujeres en la ciencia, y específicamente en las ciencias matemáticas, mostrando sus voces, sus historias de vida y resaltando su desempeño investigativo en esta ciencia y, a la par, analizando la situación de las científicas en la universidad colombiana: sus logros, tropiezos y aciertos.
Nosotros consideramos que esta historia está incompleta y por lo tanto ha sido escrita parcialmente, dejando vacíos en la forma en que en la misma han participado las mujeres. Desde esta perspectiva, nuestra investigación pretende dar otra visión llenando los vacíos que nos ayudarán a “renovar nuestra visión del pasado de modo que sirva de base para asentar un nuevo proyecto social”18. Destacamos que el proyecto busque reivindicar el papel de la mujer en la historia de las ciencias y sirva de ejemplo de vida para las científicas futuras. Para este propósito acudimos a la historia como herramienta para la construcción del futuro, teniendo en cuenta la misión del historiador de investigar las causas del presente para proyectar el futuro.
Por lo anterior,