Turbulencias y otras complejidades, tomo I. Carlos Eduardo Maldonado Castañeda
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Una empresa, cualquiera que sea su frente de actividad, que lleva a cabo prácticas disociativas semejantes, enferma literalmente a sus empleados, miembros y usuarios. Que es lo que sucede en muchas ocasiones en el marco de las políticas de gobierno y estado: a qué creer, a las palabras o a los hechos. El mejor representante de eso que se llama “posmodernidad” son las empresas mismas. Es decir, desde el imperio del discurso, la disociación con los hechos y la imposición de posverdades. Es cuando se hacen cosas con palabras y se termina confundiendo a los hechos mismos con palabras.
Empresas enfermizas, un mundo enfermizo.
No se puede disciplinar la investigación
Una tendencia peligrosa tiende a hacer carrera en muchas universidades hoy en día, con paso cada vez más apretado y voz cada vez más elevada. Se trata de los intentos por disciplinar la investigación. Esto es, que los economistas deben publicar en revistas de economía, los administradores en revistas de administración, los politólogos en revistas de su disciplina y los médicos, por ejemplo, en las revistas de su área.
Se les quieren cortar las alas a los investigadores para que publiquen en revistas diferentes a su propia disciplina, y es creciente la tendencia a que, por ejemplo, para efectos de reconocimiento por producción intelectual, se valore poco y nada publicar artículos de alta calidad en revistas de otras áreas, incluso aunque esas revistas puedan ser 1A.
Esta es una tendencia evidente en Colombia y en otros países. Por tanto, cabe pensar que se trata de una estrategia velada que solo se podría ver como anomalías locales. Falso.
Se trata, manifiestamente, de un esfuerzo cuyas finalidades son evidentes: adoctrinar a los investigadores y ejercer un control teórico –ideológico, digamos– sobre su producción y su pensamiento. Y claro, de pasada, cerrarle las puertas a enfoques cruzados, a aproximaciones transversales, en fin, a la interdisciplinariedad.
Esta es una política a todas luces hipócrita: en efecto, mientras que de un lado cada vez más los gestores del conocimiento hablan de la importancia de la interdisciplinariedad, de otra parte se cierran; de un lado, en los programas de enseñanza y de otra parte, en los procesos mismos de investigación; libertades básicas que corresponden a lo mejor del avance del conocimiento en nuestros días.
Ciertamente que el conocimiento en general puede tener un avance al interior de cada disciplina. Pero ese progreso es limitado, técnico y minimalista. Dicho con palabras grandes: ese avance beneficia a la disciplina, pero deja intacto el mundo. No cambia para nada la realidad, ni la de la naturaleza ni la de la sociedad.
En realidad, disciplinar la investigación corresponde a la emergencia y consolidación del capitalismo académico. Bien vale la pena volver a leer, incluso entre líneas, el libro fundamental de Slaughter, S., and Rhoades, G., (2009). Academic Capitalism and the New Economy. Johns Hopkins University Press. Un texto invaluable sobre el cual los gestores del conocimiento en países como Colombia han arrojado un manto de silencio. Mientras que en los contextos académicos y de investigación de algunos países desarrollados sí es un motivo de reflexión y crítica.
Están pretendiendo controlar el pensamiento mismo de los investigadores. Ya no solamente el de los educadores y profesores. Con ello, de consuno, se trata de controlar a posibles futuros lectores, a los estudiantes y a una parte de la sociedad. Una empresa de control total.
En muchos colegios, los mecanismos de control ya están establecidos, notablemente a partir de las fuentes que trabajan; los libros, por ejemplo, muchos de ellos, concentrados en dos o tres fondos editoriales. El control ya viene desde las editoriales elegidas por numerosos colegios para la formación del pensamiento de los niños.
En las universidades se ha establecido ya la elaboración de los syllabus y de los programas. La libertad de enseñanza, la libertad de cátedra, como se decía, quiere ser más cercenada y manipulada. Incluso hay numerosos lugares donde se discuten colectivamente los programas, todo con la finalidad de ajustarlos finalmente a los syllabus.
Y a nivel de la investigación, el más reciente, el control ha venido a introducirse justamente con el llamado a la publicación de artículos en revistas de la disciplina. La libertad de pensamiento (=investigación) queda así limitada, si no eliminada.
En un evento internacional hace poco conocí a un profesor que había estudiado un pregrado determinado, había hecho su doctorado en otra área en un país europeo, y como resultado investiga en otros temas diferentes; pero, como pude comprobarlo, en investigación de punta (spearhead science). Pues bien, este profesor anda por medio país, y ahora por medio continente, buscando trabajo, pues las convocatorias en muchas ocasiones exigen disciplinariedad. Así, por ejemplo, haber estudiado economía y tener un doctorado en economía. De manera “generosa” (ironía), se escribe con frecuencia: “o en áreas afines”. Economía es aquí tan solo un ejemplo.
El subdesarrollo –eso ha quedado en claro hace ya tiempo– no es un asunto de ingresos, dinero o crecimiento económico. Es ante todo una estructura mental. Pues bien, con fenómenos como los que estamos señalando, las universidades están reproduciendo las condiciones del atraso, la violencia, el subdesarrollo y la inequidad. Por más edificios que compren o reestructuren, por más aparatos y dispositivos que introduzcan en las clases y en los campus.
Como se aprecia, parece haber toda una estrategia política. Y sí, la política se ha convertido en un asunto de control y manipulación, no de libertad y emancipación.
Disciplinar la investigación es, en muchas ocasiones, un asunto de improvisación, en otras, una cuestión de mala fe (en el sentido Sartreano de la palabra), y en muchas ocasiones también un asunto de ignorancia.
Muchos profesores, simplemente por cuestiones básicas de supervivencia, terminan ajustándose a elaborar programas en concordancia con los syllabus, y a investigar y publicar en acuerdo con las nuevas tendencias y políticas. Por miedo, por pasividad. Pero siempre hay otros que conservan su sentido de independencia y autonomía.
Como sea, en el futuro inmediato, parece que el problema no se resolverá a corto plazo. Debemos poder elevar alertas tempranas contra la disciplinarización de la investigación, y hacer de eso un asunto de discusión, estudio y cuestionamiento. Son numerosos los amigos y colegas que conozco que enfrentan este marasmo.
(Los) dos modos de avance de la ciencia
El primero, es de lejos, el estándar.
La investigación científica sucede análogamente al trabajo de los maestros de construcción en un edificio. Uno pone un ladrillo, otro más pone otro ladrillo, y así sucesivamente. Alguno pone el marco de una ventana, otro más cada vidrio y así sucesivamente hasta que se va completando todo el edificio. Se trata de un proceso, no acumulativo, pero sí que se va superponiendo como pequeñas capas geológicas. Ninguno tiene como finalidad revolucionar la ciencia y mucho menos transformar el mundo. Simplemente, hacen su