"Una carcajada en un velorio". Juan Carlos Herrera Correa

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a la húmeda e insalubre pero culta Bogotá de entonces. No era cosa de un mercado nacional que ponía a un colombiano en conocimiento de otro, sino la cultura, el arte, la literatura que todo junto constituía la política de entonces. Bogotá, esa rara capital de la república, encumbrada, gélida, eternamente con gripa y con lluvia, alejada del mar, tenía una inexplicable atracción que ninguno de los llegados de las montañas de occidente u oriente explicó, pero que sabían que solo aquí los intelectuales podían verse e interactuar y, sobre todo, trabajar y producir arte a la vez, ¡quién sabe!

      Era Rendón, desde siempre, arte y parte de la Bogotá que para esa época podía expresarse por tener el vehículo para hacerlo. Su talento, su competencia artística que había demostrado en sus trabajos en Medellín, le abrió las puertas en Bogotá en el diario La República, cuyo dueño era don Alfonso Villegas, el mismo que lo fuera de El Tiempo, el viejo e inquieto republicano antioqueño, suegro generoso de don Eduardo Santos. Pertenecía Rendón a esa sensibilidad, que fue también la de Villegas, Santos, Carlos E. Restrepo, militantes duros del republicanismo y adversarios altivos de la Hegemonía Conservadora. Corrían los últimos años de la década de 1910 cuando arribó a la capital; tenía veinticuatro años, y cuando empezó a caminar parriba y pabajo a lo largo de la carrera séptima hasta alcanzar las sedes de Bogotá Cómico, Cromos, El Espectador, El Gráfico, Universidad y El Tiempo, donde trabajó.

      Vivió 37 años. Los últimos trece los pasó en Bogotá. Pocos, en verdad, pero vividos con inaudita intensidad. Fueron trece años de vida productiva. Se sabe poco de su pensamiento expresado verbalmente. Se pronunciaba por el transcurso de sus trazos. Sus líneas agudas y rápidas retrataban lo que de sus objetos de trabajo pensaba, y lo que pensaba era por lo mucho que oía en una Bogotá de intelectuales que no tenían para dónde pegar, distinto de recorrer las pocas calles y refugiarse en los mentideros políticos de entonces, que no eran bastantes.

      Nada escapaba de la política, y todo era tan pequeño que Rendón, taciturno y expectante, lograba manifestarlo en rasgos. Por la edad en que estaba, se movía entre la generación de Los Nuevos, lo que quería decir que tenía por encomienda contribuir a la caída de la Hegemonía Conservadora. Así lo entendió y así lo practicó.

      Que estaba con Los Nuevos lo demostró al convertirse en el ilustrador de la revista Universidad, que dirigió Germán Arciniegas a partir de 1921, época en que los estudiantes aparecían como parte de la clase política. Su trabajo en la primera época de Universidad consistió en dibujar para la portada los rostros de los dirigentes estudiantiles. Más adelante, los estudiantes son remplazados por curiosas estampas de niños. En la segunda etapa de la revista, el país ve complicarse el dibujo de Rendón, conforme se complicaba la vida política del país. En Universidad, Rendón coincide con lo más granado del arte colombiano de entonces: su maestro Francisco Antonio Cano y los pintores Ricardo Gómez Campuzano, Lois Barbe, Adolfo Samper, Fernando Caro, León Cano, Rinaldo Scandroglio; con los escultores Marco Tobón Mejía y Gustavo Arcila, y con el caricaturista Lisandro Serrano. Selecto el campo artístico de entonces que, aunque quisiera, no pudo liberarse del campo político; arte y política caminaban de la mano. Los artistas con sus obras, lo más que hicieron fue darle un poco de estética al ácido transcurrir de la política cotidiana que lo era todo.

      Rendón se dedicó a demoler con la fuerza de su lápiz. De los retratos del físico de los protagonistas, del proceso histórico con el que ilustraban los periódicos noticias y acontecimientos fue pasando al retrato crudo de la represión. La fotografía apenas despegaba; sorprenderá en el lente de Jorge Obando, que lograba capturar el espectáculo de las masas despiertas, pero era la fotografía gráfica de Rendón la que demolía. Se fue ganando poco a poco la primera página de El Tiempo, toda la parte superior. Su sorprendente dibujo lo fue todo para el periódico: mensaje y editorial.

      Inmensa fue la obra desarrollada por Rendón en una vida tan corta. No tenemos una obra de conjunto. Apenas esbozos. Juan Carlos Herrera aborda en su libro la última etapa de la vida de Rendón. Se aproxima a ella con detalles que permitirán hacerse a una idea del proceso último de su muerte. Sus puntos de vista son los de la sensibilidad de gente muy joven que se interesa por descubrir aspectos interesantes del fenómeno Rendón.

      César Augusto Ayala Diago

      Departamento de Historia Universidad Nacional de Colombia

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       INTRODUCCIÓN

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      En torno a la muerte de Ricardo Rendón, muchas conjeturas se han lanzado. Entre las diferentes interpretaciones, estudiosos del arte y de su obra, como la crítica de arte Beatriz González Aranda, historiadores como Germán Colmenares y Alfredo Iriarte, así como en el periodismo, se han movido por hipótesis que parten de su comportamiento y condiciones mentales, por ejemplo, la ciclotimia —trastorno del estado de ánimo, menor a la bipolaridad—. Aspectos como la relación que el melancólico artista tenía tanto con el periodismo como con el Gobierno también aparecen. Se ha vinculado, además, el alcoholismo, una crisis económica, sentimientos de traición en los liberales y, a fin de cuentas, su relación cercana a la muerte; esto último desde la temática de sus caricaturas y su “obsesión necrofílica”.3 Ante este panorama, se pone en hilo la cuestión de la muerte del llamado “mejor caricaturista colombiano del siglo XX”.4 En este problema, nos corresponde hablar de su vida, entender a su familia, su formación y trabajo en las artes gráficas, artísticas y pictóricas. Es un cruce de relaciones desde lo personal, su vida privada, aquellos quienes lo rodearon y lo retrataron, acompañado de una vista de su mente, genialidad y, en especial, su caricatura.

      Al ser Rendón un hombre de periódicos, y según Germán Colmenares, un hombre de opinión pública,5 se trata de la comprensión de su trabajo en caricatura para el periódico El Tiempo desde 1924 hasta el día de su muerte. Es el momento cuando su producción perteneció al periódico de mayor circulación en el país y de lectura de millares de personas.6 Son publicaciones de primera página (y, en ocasiones, la ocupan completa) del medio de corte liberal que, con su enorme actividad combatiente, terminó por apoyar y contribuir a la caída de la Hegemonía Conservadora. La llegada a este punto, sin embargo, no correspondió a una línea de trabajo única desde sus inicios en Antioquia. Se habla de dos épocas bien definidas: la juvenil, de Medellín, y su época en Bogotá.7 Pero surge el interrogante: ¿cómo entender su último año de vida? Aunque nos refiramos a una posición intacta en su capacidad de ser radiografía de la historia política del país, como lo define Miguel Escobar para la segunda etapa, este es un año de enormes cambios. Es el tiempo de la victoria liberal, el auge de la figura de Enrique Olaya Herrera y del mismo Rendón.8 A diferencia del ataque constante a los conservadores, con el nuevo Gobierno hubo cambios en la temática, miradas e impresiones que en sus caricaturas dejó en su paso por El Tiempo durante este último año. Si nos conectamos a las hipótesis de la relación de Rendón con el Gobierno, su alejamiento, su crítica y la traición que pudo sentir, resultó en un año diferente a los anteriores, una tercera etapa, un tercer Rendón.

      El análisis de su trabajo gráfico se delimitó desde el 7 de agosto de 1930 (día de la posesión del presidente Enrique Olaya Herrera) hasta el 30 de octubre de 1931 (día en que se publica su última caricatura). Esta es la historia del primer año de Gobierno de Olaya Herrera. Un periodo atravesado por el cambio de régimen. Es la formación y sostenimiento de la Concentración Nacional y la crisis económica que desde la Gran Depresión acabaron por descomponer al Partido Conservador y el sistema fiscal nacional. Es el periodo de la reorganización nacional en torno a la figura de la nueva república liberal, con amplias expectativas y enormes presiones por alcanzar un desarrollo económico sostenible, el cual se esperaba

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