"Una carcajada en un velorio". Juan Carlos Herrera Correa

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en las diferentes portadas de El Tiempo durante esos quince meses presenta una línea de historia política. Es un periodo de amplias expectativas y de diferencias entre las denuncias de Rendón con otros sectores de la política agitada de los años treinta. Es un juego entre Rendón, el Partido Liberal, el Conservador, el periódico El Tiempo y la opinión pública, que Rendón representó muy bien. Se trata del cruce y el diálogo entre las dos esferas que forman al Rendón que acaba con su vida el 28 de octubre de 1931. Es una composición de dos caras: una de un hombre excepcional, un artista, pero que a su vez es un “Caballero de triste figura”,9 un hombre acongojado y ciclotímico, de un renombre y una enorme trayectoria intelectual y gráfica en el país. Por otro lado, cuenta una historia política muy agitada, de escenas claras, empapadas de decenas de referencias y múltiples discusiones en torno al cuerpo de Gobierno, aunque llevadas al mundo de las comunicaciones para hacerse líder de una opinión pública. Es un avance en la comunicación como en la publicación de su álbum en 1930, cuando su trabajo queda como consigna transparente de la vida colombiana, así se perdieran “toneladas de papel de imprenta”,10 que tanto se han escrito sobre el país.

      Con relación a lo historiográfico, es importante hacer un balance, un estado del arte en torno a Rendón y a su contexto. Sobre la caricatura como fenómeno político y medio de comunicación, Beatriz González Aranda, en La caricatura en Colombia a partir de la independencia,11 lo sitúa como un paradigma, un fenómeno marcado por su contexto sociopolítico, de una formación intelectual notable y bien definida. Es la pluma de momentos clave en la historia política del país, especialmente antes del periodo liberal. Su temática recorría la intervención del clero en la política y las “roscas” alrededor de la Alcaldía de Bogotá. Su figura, luego de su muerte, queda marcada en una serie de descendientes que dejaron al caricaturista antioqueño como un signo de prestigio y, por tanto, resultaba un afán de remplazarlo y encontrarle sucesor. En la publicación del Banco de la República Bogotá en caricatura12 se ubica a Rendón en la esfera de participación sobre la imagen construida de la ciudad de Bogotá desde la caricatura. Lo sitúa como una carrera de amplia cotización y la formación de una leyenda agitada en vida (en torno a su trabajo de caricatura y a su espíritu bohemio) e impulsada con su suicidio.

      En lo que corresponde a su trabajo en específico, la literatura disponible es aún muy corta. Con respecto a trabajos especializados, está Ricardo Rendón: una fuente para la historia de la opinión pública de Germán Colmenares.13 Aparte de reivindicar su figura, presenta el trabajo histórico desde la capacidad de uso de las fuentes gráficas. Se acerca a Rendón como expresión del fenómeno contemporáneo de la opinión pública. Es una caricatura que se mueve entre la conciencia subjetiva y la colectiva, en una imagen construida para el entendimiento de una vida pública que permanecía “aislada y solemne”.14 Como análisis discursivo, Rendón vuelve a aparecer en la tesis de grado de Luz Stella Velázquez Sierra, “Rendón en primera plana”.15 Su aporte está en el tratamiento de la caricatura política en cuanto a una relación compleja entre la imagen visual y el texto escrito, en la formación de un discurso desde elementos semióticos para su producción y comprensión.

      El tema de su vida y muerte ha estado más que todo en manos de la literatura y el periodismo. Para la construcción de su biografía, los datos de que disponemos están en manos de autores como Alfredo Iriarte Núñez, en El silencio de los artistas es la muerte,16 y Adel López Gómez, con Ellos eran así: anecdotario de la literatura y la vida.17 Este primer autor se mueve en torno al ensayo y la novela histórica. Reconstruye una serie de pistas y datos con respecto al final de la vida de Rendón. Es un acercamiento a su muerte con la entrega de la interpretación de Edmundo Rico, pionero de la psiquiatría en Colombia, el cual describe el comportamiento ciclotímico y la cenestesia (sumatoria de sensaciones internas) que en un momento anémico y un “raptus ansioso” lo llevaron a su decisión fatal.18 El trabajo de Adel López, por su parte, en su contacto directo con el caricaturista, entrega algunos datos de su espíritu y su figura en la vida en Bogotá. Relata algunas anécdotas que López compartió con Rendón, entre ellas un diálogo sobre la publicación del álbum de caricaturas en 1930. Por último, la reconstrucción de la vida, la imagen y el legado siguen en manos del periodismo. En este espacio, en algunos momentos se ha discutido la figura de Rendón enérgicamente. Se han presentado diversos datos, como descripciones de su espíritu; su obra, tanto en caricatura como en la gráfica publicitaria (pues es el padre del indio de la marca de cigarrillos Pielroja), y sobre su muerte. En El Tiempo se encuentran datos en los aniversarios de su muerte19 y los homenajes y despedidas que allegados al artista realizaron entre el 29 y 30 de octubre de 1931. A ellos se suma la palabra del poeta contemporáneo a Rendón, Luis Vidales, quien da su impresión del artista en el medio de su cercanía política, Voz Proletaria.20

      El trabajo gráfico de Rendón para el periodo fue de 64 caricaturas publicadas en la primera página del diario. De una selección de su trabajo, las clasificamos en cuatro temas: el Gobierno, la esperanza, la violencia y el petróleo. Son cuatro historias de exposiciones y denuncias que hace a lo largo de su carrera durante esa época en El Tiempo. Antes de estas cuatro líneas narrativas, tenemos como primer capítulo a “Rendón como persona”, enfocado en un acercamiento a su vida. Es la construcción, desde los datos biográficos, de sus dos primeras etapas y formación, hasta la llegada a Bogotá. De su estilo bohemio y su vida en esta ciudad, llegamos al final de este camino con su entrada a El Tiempo. Se relatan, además, ciertos momentos de su actividad fuera del periódico y otros aspectos cotidianos que lo marcaron hasta ese 28 de octubre. Luego, las cuatro categorías temáticas en las que se agruparon sus caricaturas, a su vez, se ilustran en dos capítulos: “El contexto”, donde se trabaja, por un lado, “La esperanza”, línea ideológica de Rendón. Son las posibilidades de renovación y la celebración de la figura de Olaya Herrera. Es un avance a las críticas y el derrumbe en ciertos momentos de esta imagen. Es el despertar del país luego de la muerte de la Hegemonía Conservadora y la relación que finalmente va a tener Rendón con el nuevo Gobierno, donde se observan los momentos de distancia y cercanía. Por otro, “El Gobierno”, tema que se encarga de la narración de los términos cotidianos, sobre la actividad de los ministros, el Parlamento, el Ejecutivo y la reorganización de la política en construcción del Gobierno liberal.

      Los otros dos temas, como epicentro de las situaciones más intensas de la obra de Rendón, se agrupan en el tercer capítulo: “La crisis”. Ahí, con “La violencia” están las tensiones y denuncias que, desde la caricatura, se hacen para comprender este periodo no como un conflicto circunstancial derivado de la época electoral, sino para entender esto como una temprana violencia. Es la configuración de las actitudes de los directorios políticos (conservador y liberal), en una escalada de maniobras políticas y guerreristas, que evolucionaron al paso de la mitad de siglo hasta llegar a la explosión definitiva en el conflicto armado. Con el contrato del Catatumbo, tenemos el último tema: “El petróleo”. Se habla de una política en específico y la cobertura extensa desde los medios de comunicación. No se trata únicamente de relatar lo inmerso en la caricatura, sino también de ver algunos aspectos anteriores. Es una breve historia de los tratados en torno a la explotación petrolera en la región. Es salir del tiempo de Rendón para detallar algunas consecuencias del contrato. Acá está la distancia de un hombre de élite, de intelectualidad y de ciudad, con un mundo social más complejo como el indígena, de relaciones complejas trazadas no solo por la raza y la etnia; también por su condición de protegidos desde los resguardos (con condiciones diferentes a las de otros habitantes de las regiones del país, campesinos y colonos). Es, así mismo, una reflexión desde la historia social. Son los comportamientos de las distintas clases (una alta, que es política, económica e intelectual al mismo tiempo, y un pueblo raso de campesinos, colonos, indígenas y habitantes urbanos) frente al cambio de Gobierno. Sin embargo, veremos que, según el ojo de Rendón, no se alcanza a retratar una realidad de complejas organizaciones e identidades en conflicto (clase, raza, etnia, región, otros partidos políticos, etc.), sino en una tensión de dos mundos, de ese lugar de la política y la élite, contra una base que compone el resto de la población civil. Como cierre de la exposición narrativa, se pone

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