"Una carcajada en un velorio". Juan Carlos Herrera Correa
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Esta es una etapa iniciada en 1924. Según sus propias consideraciones, constituyó “la más fructífera de todas”.32 Entró para el apoyo del plan del Partido Liberal y del directorio de El Tiempo. Aportó los elementos satíricos desde su publicación, que cada vez tenía más notoriedad. Su opinión se transformó de una oposición desde la prensa popular, reducida ante la fuerte censura del régimen, a una que, gracias al poder dentro del establecimiento de El Tiempo, se fue renovando en mayor fuerza de ataque. Terminó como “el espejo de las pasiones políticas”, con una capacidad de ilustrar la profundidad de la opinión colectiva.33 En su obra se reflejó la historia de cuatro administraciones (desde Marco Fidel Suárez hasta Enrique Olaya Herrera). Fue el seguimiento continuo a la política conservadora y los inicios de la liberal. Bajo las peticiones de los medios, trazó en su pluma imágenes de los presidentes Pedro Nel Ospina y Miguel Abadía Méndez. Retrató el funcionamiento de sus gobiernos, las actuaciones de los ministros, la actitud de los funcionarios y, especialmente, la actividad de los miembros de la Iglesia. En esta evolución, su trazo se empezó a perfeccionar y con la intensidad de su crítica y apariciones en el medio, escaló hasta llegar a las publicaciones diarias en la primera página del periódico. Trató una variedad de temas desde las noticias de primera plana hasta los “entretelones” de la política.34
La guerra entonces estaba desatada. Rendón había consignado las debilidades de los gobiernos conservadores. Expuso temas como la intervención del clero en la política y las candidaturas. Llegó a puntos de quiebre, tanto en la caricatura como en el Gobierno, en episodios trágicos de la vida nacional como la masacre en Ciénaga, Magdalena (conocida como la Masacre de las Bananeras), en 1928. El régimen tambaleaba. En este último decenio los conservadores se debilitaron en la búsqueda de los apoyos en la Iglesia y la maquinaria política. Se llegó a un punto tal que, en 1928, con la muerte de monseñor Bernardo Herrera (quien había indicado todos los candidatos y subsiguientes presidentes durante la hegemonía), las vacilaciones en el interior del partido terminaron en la división inevitable entre dos candidatos. Se garantizó la victoria de Olaya Herrera, en 1930.
Estamos ahora en su ascenso con la república liberal. Es el tiempo de mayor notoriedad para el combatiente Rendón.35 A comienzos de 1931, el periodista y futuro presidente Eduardo Santos, en ese momento director del periódico El Tiempo, mostró el interés por publicar un álbum de caricaturas en admiración y agradecimiento por su trabajo. Este fue el primero que se imprimió para un caricaturista en Colombia.36 Resultó en una edición publicada por Cromos de una selección de sus caricaturas que ya habían sido presentadas en el diario. Se lanzaron dos volúmenes puestos en venta el 25 de mayo de 1931.
La publicación supuso una satisfacción para el caricaturista luego de que fuera un éxito en ventas. Pero, contrario a lo que se pensaría, resultó en ciertos roces con Santos. Ante la mirada preocupada del director, el alcoholismo y la vida de café no le permitía ver la necesidad de ahorrar. Tanto él como otros personajes quisieron para Rendón y su familia cosas como una casa nueva y saldos bancarios. Era la forma de apreciar su labor en el periódico. Pero esto solo era “la forma populacha de homenaje”. Rendón no era así. Vivió dedicado “a los rincones donde el hombre se encuentra con sí mismo”.37 La vida espiritual, académica y bohemia: era un encuentro más en lo presente. El problema entonces se dio en que los ahorros y las ganancias derivados del álbum no fueron directamente al bolsillo de Rendón. Fueron destinados a esa casa que se esperaban adquiriera. El fondo quedó en manos del periódico. En una conversación que tuvo con Adel López, diría: “Me está matando la bondad del doctor Eduardo Santos. Figúrate que no me permite retirar un solo peso de la venta del libro […] Está empeñado en que todo el producto sirva para comprarme una casa […] figúrate. Una casa ¿para qué quiero yo una casa? Lo que necesito es plata”.38
Ilustración 1. Propaganda que ilustra la publicación del álbum
Fuente: El Tiempo [Bogotá], 21 de mayo, 1931: 3.
La estructura mental de Rendón estaba dedicada a la vida inmediata. Mal no ganaba en el diario. Recibía una suma de trecientos pesos mensuales, una cifra astronómica. El pago venía de la competencia en ofertas laborales que le llegaron ante su renombre. Su fama traspasó las fronteras del país. Numerosos periódicos de Hispanoamérica, Estados Unidos y Europa lo buscaron. Entre las ofertas más importantes estuvo la de The New York Times, en la cual le ofrecían un salario apenas para una vida en Estados Unidos. Sin embargo, la rechazó enfáticamente. Ante la insistencia del periódico para vincularlo, mencionó que su decisión se debía a que vivir allá lo imposibilitaba de seguir rodeándose de sus amigos. Igual allá “no había presidentes conservadores, ni curas reaccionarios, ni militantes despóticos a quienes ridiculizar y fustigar con su lápiz magistral”.39 A pesar de lo conflictivo que resultó el tema del álbum para Rendón, gran reconocimiento se le hizo a su figura. Se rescataba el valor de sus caricaturas, al atribuírsele el de ser la consigna intacta y transparente de la vida política del país. Era en sí un trozo de la vida colombiana. Se le ponía junto al cronista Mario Ibero como uno de los “maestros de la Petite Histoire colombiana”.40 Eran autores de documentos que consignaban la fiel voz del pueblo sobre los hechos en torno a la caída conservadora. Eran productores de fuentes que, desde entonces, se consideraban de gran utilidad para los historiadores del futuro (ilustración 2).
El último dato que se tiene antes de que muriera es que había sido nombrado profesor en la Escuela de Bellas Artes de Bogotá. En lo que pareció ser un cambio en su comportamiento frente al régimen liberal, redujo su tarea combativa en su último año, al dedicarse a otros oficios como pintar óleos, efigies y el dibujo publicitario. Su figura y su comportamiento fueron los aspectos a los cuales más atención le prestaron en vida, de los que sus contemporáneos hicieron varias apreciaciones. Desde escritores y caricaturistas, coincidían en la imagen de “su cuerpo magro, su vestir siempre de negro, su cara pálida bien rasurada, el chambergo (el sombrero) de alas no muy anchas, los ojos pequeños de mirada inquisidora y los labios apretados de satírico”,41 como bien se veía en la fotografía con Ibero.
A pesar de ser un espíritu nostálgico y retraído, mantuvo una comunicación leal con su círculo intelectual y otros allegados. El escritor antioqueño Fernando González decía: “Era idiota para la vida práctica y de sociedad. […] Inconsciencia de genio. Sonreía y expresaba todo con los ojos. Producía sensación de lejanía. No podía familiarizarse”.42 El jurista y escritor también antioqueño, José Manuel Mora Vásquez, en una crítica más dura, plasmó: “Rendón, por su acendrado idealismo, era un pesimista. En la obra del maestro inolvidable no he encontrado el alegre humorismo con que califican su espíritu simplista […]. Sus caricaturas dejan un sentimiento de malestar. Allí no está toda la verdad. La realidad fue vencida por la desolación, la inquietud y el análisis de un espíritu puro”.43