"Una carcajada en un velorio". Juan Carlos Herrera Correa

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las diferentes publicaciones que, desde el día siguiente hasta nuestros días, se hace de su persona, su alma, trabajo y última decisión.

      Este libro resulta ser el cruce de miradas que terminan por reencaminar un proceso. El encuentro con tan enigmático personaje fue gracias a la intención del profesor César Ayala y el curso Métodos Históricos, del pregrado de Historia de la Universidad Nacional de Colombia. El azar me puso junto al caballero antioqueño, en un curso en el cual se dio rienda suelta al estudio de la caricatura política en Colombia. Esta producción nace del esfuerzo académico y la imaginación de toda una serie de futuros historiadores, quienes dimos nuestra semilla por recuperar el valor de esta serie de artistas. A través de la prensa, resultaron ser receptores y transmisores a la opinión pública, de la convulsionada política colombiana, especialmente durante el siglo XX. Solo era cuestión de un empujón para seguir avanzando en esta investigación, hasta aterrizar en estas páginas.

      El valor de la pluma entintada terminó por ser un aguijón. Los artistas picarían las fibras de los regímenes furibundos desde la consolidación del espíritu republicano en Colombia a finales del siglo XIX. Rendón fue ese punto final. Fue la clausura de una serie de pícaras escenas que estimulaban a los espectadores y hacían tambalear a los gobiernos decadentes. Mi intención e interés fue arrastrar la visión de ese punzón del fenómeno Rendón hasta el pilar de la política y la historiografía liberal. La muerte terrenal del artista y sus arrasadoras hipótesis al respecto no eran mi único punto de atención. Estas páginas son también una revolcada, entre los archivos y las letras del periodismo, a los agrios pasados de la clase política en general que, entre guerrerismo y corrupción, sumió al país en una cruenta violencia. La reconstrucción de ese pálido rostro, decorado con tan vistoso chambergo, salta ahora a las nuevas miradas gracias al apoyo de la Editorial de la Universidad del Rosario. Esta es la nueva etapa de un camino redirigido por un fulguroso encuentro.

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       RENDÓN COMO PERSONA

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      Ricardo Bernabé de Jesús Rendón Bravo nació el 11 de junio de 1894 en Rionegro, Antioquia. Hijo de Ricardo A. Rendón y Julia Bravo de Rendón. A su hogar, en totalidad, le expresaba un enorme “culto idolátrico”.21 Su padre era un calígrafo y profesor. Se dice de él que obtuvo la primera influencia en el dibujo y pintura, con habilidades que mostró desde niño. Durante los años siguientes, se vio provisto de un buen conocimiento y formación en el oficio. Esta parte académica la inició con diecisiete años, cuando en 1911 viajó a Medellín. Inició en el taller del pintor y escultor Francisco Antonio Cano con clases de dibujo y pintura. En su paso por el Instituto de Bellas Artes, de dicha ciudad, estudió anatomía, con grandes avances en trabajos como acuarelas y tintas chinas. En 1912, rodeado de grupos intelectuales, puso en actividad su formación como artista gráfico, así como su parte literaria. Para este año se vinculó al semanario Avanti, donde plasmó en los primeros números su trabajo en ilustración gráfica y unas caricaturas personales.

      En su búsqueda por los grupos literarios, llegó al grupo Panidas, en 1914. En la revista del grupo colaboró en el trabajo gráfico, así como acuarelista y escritor de versos. Este grupo literario intelectual hizo sus primeras apariciones en 1913, luego de que varios de sus miembros fueran expulsados de la Escuela de Minas de la Universidad de Antioquia. Entre ellos estaban el pintor y caricaturista Pepe Mexía y el poeta León de Greiff. Fueron considerados “subversivos y disociadores”,22 y de ahí su expulsión. La revista se fundó en 1915, con el objetivo de poner a circular todas sus expresiones artísticas, literarias y todo lo que fuera producto de su intelecto. Entre los fundadores de la revista estaban Rendón, algunos exalumnos de la Escuela de Minas y otros personajes de la época, como el músico y poeta Libardo Parra Toro, conocido como “Tartarín Moreira”, y el cronista Luis Tejada. La corta experiencia con el grupo resultó en una actividad valiosa. Se influenció de Pepe Mexía en el estilo para su caricatura: de líneas rígidas y buen parecido sin deformación.

      Rendón no realizó el trabajo literario bajo la firma de su nombre. Utilizaba el seudónimo de Daniel Zegri. Esta afición por la literatura, sin embargo, no fue de un gusto continuo, sino que abominó el resto de su vida. Le causaba disgusto el recuerdo de su vida en la poesía. Su trayectoria continuó y publicó una serie de tarjetas sobre la “fauna política” de Antioquia, experiencia que le causó la persecución de autoridades y diversas personalidades conservadoras de la ciudad. No obstante, ninguno de estos expedientes llegó más allá de mitad de camino.23 Trabajó un tiempo en La Semana de El Espectador, entre 1915 y 1916. El último trabajo lo realizó en 1917 como colaborador del periódico El Correo Liberal y la revista Colombia. Terminó este año con una serie de 200 caricaturas de personajes de la época para las cajetillas de cigarrillos Victoria (antecesor de los cigarrillos Pielroja).24 Finalizó entonces su etapa juvenil como un tiempo de formación, no solo de sus características profesionales, sino de su renombre.

      A Bogotá llegó en 1918 con una ya bien desarrollada “pluma de caricaturista”.25 Se inició en publicaciones seriadas como Bogotá Cómico, Cromos (entre 1916 y 1928), El Espectador (de 1918 a 1920) y El Gráfico (entre 1918 y 1927). Llegó a la ciudad con veinticuatro años. Detrás de él ya traía un legado por su trabajo con la caricatura política, el dibujo y la gráfica publicitaria.26 Inició una enorme actividad en una etapa de trece años, en la cual logró una radiografía completa de la historia política. Partió de finos trazos de pluma sobre políticos de su época con un “humor travieso”.27 Se convirtió en el caricaturista político más influyente del país. Resultó en alguien popular sin proponérselo,28 y su arte lo hizo rodearse de una imagen que la gente disfrutaba, pues sus dibujos eran editoriales. Esta ciudad también representó un hogar amable para él. Fue un espacio de afecto, un lugar que amaba. Sus escenarios ocultos, sus parques, su niebla, los cerros y todo este encanto lo hicieron un espacio adecuado para su crítica y para el desarrollo de su vida bohemia de cafés y tertulias. Su llegada a Bogotá fue la consigna de su trabajo arduo (que fue aprovechado por casas comerciales por su fino trabajo) para impulsar ese renombre que traía Antioquia a la escena nacional.

      Para 1920, sus escenas ya eran reconocidas desde la crítica. Se apreciaba su actitud y su acidez. Su valor gráfico llegaba a bocas no solo de sus pares artistas y bohemios colombianos. Literatos como el boliviano Alcides Arguedas, en su estancia en Bogotá como embajador de Bolivia, decía: “E1 ojo de este hombre asusta. Su malicia tiene ribetes geniales. Rendón es toda una fuerza […] posee el don prodigioso e incomprensible de la sátira fina y hasta refinada”.29

      En 1921, el abogado y periodista Alfonso Villegas Restrepo fundó el periódico La República y vinculó a Rendón para una tarea de mandar “dobles y mandobles” contra los diferentes personajes de la política nacional. Atacó cada vez más al régimen enemigo (la Hegemonía Conservadora) que, para ese año, había tomado una actitud más cerrada al finalizar el partido republicano y, con ello, la posibilidad de mantener la unión con los liberales.30 En este diario trabajó hasta 1924. Sin embargo, no todo quedó en una labor contestataria contra el régimen desde los medios. Continuó una producción intelectual rodeado de una generación de jóvenes en contra del régimen conservador. Gozó de la posibilidad de ser una bisagra entre las generaciones intelectuales y políticas del Centenario (de finales de siglo XIX y comienzos del XX) y Los Nuevos. De esta última generación resultó en una transformación desde los estudiantes, cuyas consignas se plasmaron en la revista Universidad, dirigida por Germán Arciniegas.

      Era una renovación de las ideas para el pensamiento de un nacionalismo latinoamericano. Una consigna en la cual se buscaba la pelea de los conservadores y liberales desde las letras. Era una oportunidad, para el caso de los artistas,

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