Crimen y castigo. Fiódor Dostoyevski
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Ya es suficiente. Llené dos hojas y no tengo más espacio. Ya te he relatado todo, estás informado ya del cúmulo de sucesos de estos últimos meses. Mi querido Rodia, ahora te abrazo al tiempo que espero que nos veamos de nuevo y te mando mi maternal bendición. Ama a tu hermana, ama a Dunia, Rodia, ámala como ella te ama a ti; ella, cuya dulzura no tiene fin; ella, que te ama más que a sí misma. Ella es un verdadero ángel, y tú, toda nuestra existencia, toda nuestra ilusión y esperanza y toda nuestra fe en el futuro. Si tú eres dichoso, también nosotras lo seremos. Rodia, ¿sigues suplicando a Dios, crees en la infinita piedad de nuestro Señor y de nuestro Salvador? Me dolería en el alma que te hubieras contagiado de esa enfermedad de moda que recibe el nombre de ateísmo. Si es así, piensa que suplico por ti. Querido, recuerda cuando eras un pequeño; entonces, en presencia de tu padre, que todavía vivía, tú, sentado en mis piernas, susurrabas tus plegarias. Y todos éramos dichosos.
Hasta luego. Te mando muchos abrazos.
Mientras viva te amará,
Pulquería Raskolnikova.
En más de una ocasión, durante la lectura de esta misiva, las lágrimas bañaron la cara de Raskolnikof y cuando terminó estaba lívido, tenía el rostro contraído y en sus labios se podía ver una sonrisa cruel y amarga. En su miserable almohada apoyó la cabeza y permaneció largo tiempo meditando. Su corazón latía con fuerza, su espíritu se encontraba perturbado. Finalmente sintió que se ahogaba en ese cuartucho amarillo que más que cuarto se asemejaba a una alacena o a un baúl. Su mente y sus ojos pedían un espacio libre. Tomó su sombrero y se fue. En esta oportunidad no sentía temor de toparse en la escalera con la dueña de casa.
Ya no recordaba todos sus problemas. Camino de Vasilievski Ostrof, tomó el bulevar V***. Caminaba rápidamente, como urgido por un negocio apremiante. No miraba nada ni a nadie, como era habitual en él, y murmuraba algunas palabras sueltas, incoherentes. Las personas se volvían a verlo. Y pensaban: “Está ebrio”.
Capítulo IV
Lo había perturbado la misiva de su madre; sin embargo, Raskolnikof no había dudado ni un momento, ni siquiera cuando la estaba leyendo, sobre el tema principal. Con respecto a este asunto, ya había tomado una decisión que no aceptaba apelación: “¡Al demonio ese señor Lujine! Mientras yo esté vivo ese casamiento no se realizará”.
“No puede estar más clara la cuestión —pensaba, sonriendo con aire victorioso y malicioso, como si estuviese completamente seguro de su triunfo—. No, mamá; no, Dunia; no lograrán mentirme... Y todavía me piden disculpas de haber decidido el asunto por su propia cuenta y sin solicitarme consejo. ¡Claro que no me lo han solicitado! Piensan que es muy tarde para terminar el compromiso. Ya veremos si se puede terminar o no. ¡Buena excusa alegan! Piotr Petrovitch siempre se encuentra tan ocupado, que solamente puede contraer matrimonio rápidamente, como un ferrocarril andando a toda velocidad. No, Dunia, lo puedo ver todo muy claro; conozco muy bien qué cosas son esas que me debes decir, y también lo que pensabas esa noche en que caminabas incesantemente por el cuarto, y lo que confiaste, de rodillas ante la imagen que siempre se ha encontrado en la habitación de mamá: la de la Virgen de Kazán. Es dura la subida del Gólgota, muy dura... Dices que la cuestión está definitivamente concertada. Tú, Avdotia Romanovna, decidiste contraer matrimonio con un caballero de negocios, un individuo práctico que tiene cierto capital (que posee ya alguna fortuna: esto suena bien e impone más consideración y respeto). Trabaja en dos departamentos del Estado y está de acuerdo con las ideas de las nuevas generaciones (como comenta mamá) y, según Dunia, parece un hombre bondadoso. Este “parece” es lo que suena mejor: Dunia se casa movida por esta sencilla apariencia. ¡Maravilloso, realmente maravilloso!
“...Me encantaría saber por qué me habla mamá acerca de las nuevas generaciones. ¿Lo habrá hecho simplemente para describir al personaje o con el segundo propósito de que el señor Lujine me sea simpático?... ¡Las muy astutas! Algo que también me encantaría poder aclarar es hasta qué punto han sido sinceras una con otra ese día decisivo, esa noche y después de esa noche. ¿Charlaría con mucha claridad o ambas entenderían, sin tener que decírselo, que tanto una como otra tenían un solo pensamiento, un solo sentimiento y que las palabras no servían para nada? Me inclino por esta última suposición: es la que deja entrever la misiva.
“Le pareció algo seco a mamá, y en su ingenuidad, la pobre mujer se apuró a comentárselo a Dunia. Y Dunia, lógicamente, se enojó y contestó con cierta rudeza. Es natural. ¿Cómo no perder la tranquilidad frente a estas ingenuidades cuando la cosa está totalmente clara y ya es imposible volver atrás? ¿Y por qué me dice: Rodia, ama a Dunia, porque ella te ama a ti más que a ella misma? ¿No será que secretamente la atormenta el arrepentimiento por haber sacrificado su hija a su hijo? “Tú eres toda nuestra existencia, toda nuestra ilusión para el futuro”. ¡Oh madre!...”.
Por instantes su irritación iba en aumento. Si en ese momento se hubiera encontrado con el señor Lujine, estaba convencido de que lo habría asesinado.
“Es verdad —continuó, cazando al vuelo los pensamientos que atravesaban su mente—, es verdad que para conocer a alguien es necesario mirarlo de cerca y durante largo tiempo, pero el temperamento del señor Lujine es muy sencillo de descifrar. El calificativo de hombre de negocios y eso de que parece bondadoso es lo que me ha gustado más. ¡Por supuesto que sí lo es! ¡Estar encargado de los costos de traslado del equipaje, incluso del enorme baúl!... ¡Qué caballero tan generoso! Y ellas, la novia y la madre, acuerdan con un mujik para dirigirse a la estación en una carreta cubierta (yo también he viajado de esa manera). Esto no es importante: total, solamente hay noventa kilómetros de la casa a la estación. Luego se alojarán felizmente en un vagón de tercera para hacer una travesía de un millar de kilómetros. Esto me parece muy lógico, porque cada cual actúa en concordancia con los recursos de que dispone. Pero señor Lujine, ¿usted qué piensa de todo esto? Ella es su novia, ¿verdad? No obstante, usted no se ha enterado de que la madre ha solicitado un préstamo con la garantía de su pensión para costear los gastos del traslado. Usted, indudablemente, ha visto la cuestión como una simple transacción comercial establecida a medias con otra persona y en la que cada socio, por lo tanto, debe pagar la porción que le corresponde. Así lo señala el adagio: “Por partes iguales el pan y la sal; los beneficios, cada uno los suyos”. Sin embargo, usted solamente ha pensado en barrer hacia el interior: los billetes son mucho más costosos que el traslado del equipaje, y es muy probable que usted no tenga que cancelar absolutamente nada por mandarlo. ¿Es que acaso ellas no ven esto o es que no desean ver nada? ¡Y dicen que están alegres! ¡Cuando pienso que esto es solamente la flor del árbol y que todavía el fruto tiene que madurar! Porque lo más grave de todo no es la tacañería, la avaricia que evidencia el comportamiento de ese individuo, sino el carácter general de la cuestión. Su actuación da una idea de lo que será el esposo, una clara idea...
“¡Como si mi madre tuviera el dinero para lanzarlo por la ventana! ¿A Petersburgo con qué llegará? Con tres rublos, o dos pequeños billetes, como los que comentaba la otra vez la anciana usurera... ¿Cómo piensa que logrará vivir en Petersburgo? Por tanto es el caso que ya ha visto, por algunas señales, que no le será posible permanecer en casa de Dunia, ni siquiera los primeros días después del matrimonio. Ese caballero fascinante y encantador seguro dejó escapar alguna pequeña palabra que abrió los ojos a mamá, pese a que ella, con todas sus fuerzas, no quiera reconocerlo. Ella misma ha comentado que no desea vivir con ellos. Pero ¿qué posee? ¿Con qué cuenta? ¿Acaso piensa mantenerse con los ciento veinte rublos de la pensión, de los que tiene que descontar el préstamo de Atanasio Ivanovitch? Desgasta en nuestra pequeña ciudad la poca vista que todavía tiene bordando puños