¿Por qué siempre faltan dólares?. Группа авторов
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A continuación, la gestión de Macri redujo derechos de exportación y relajó el marco regulatorio del sector en línea con su estrategia de convertir a la Argentina en el “supermercado del mundo”. Sin embargo, lejos de lograr ese objetivo, los resultados muestran que la considerable masa de recursos que el gobierno de Cambiemos transfirió al sector agrícola exportador no sirvió para aumentar el ingreso de divisas ni para agregar valor a la producción sectorial, ya que la eliminación de criterios de segmentación productiva desincentivó relativamente la generación de valor agregado. Sí tuvo, en cambio, efectos decisivos en el precio de los alimentos producidos en el país, lo que contribuyó a una caída del salario real de la economía que provocó una reducción del consumo interno de bienes salarios (pan, leche, carne).
Sobre la base de todo lo dicho, se puede afirmar que este tratado de economía política constituye una pieza de estudio insoslayable para aprehender la compleja naturaleza de la restricción externa en nuestro país.
Eduardo M. Basualdo
1. Del estancamiento a la crisis, o cómo Macri agravó la vulnerabilidad de la economía argentina
Andrés Wainer
La crisis económica mundial generada por la pandemia de covid-19 irrumpió en un momento en el que la economía argentina arrastraba su propia crisis: a finales de 2019 el producto interno bruto (PIB) del país era un 2,6% menor que en 2011, en tanto en el mismo lapso la riqueza por habitante se contrajo nada menos que un 10,6%. Sin duda los años más críticos dentro de ese período fueron los que gobernó la alianza Cambiemos (2015-2019), dado que en tres de los cuatro años de su gestión hubo una caída en el nivel de actividad. La idea central de este capítulo –y de todo el libro– es que el derrotero de la economía argentina desde 2012 ha estado marcado por la escasez de divisas.
La denominada restricción externa al crecimiento ha sido una histórica traba al desarrollo de las fuerzas productivas en países periféricos como la Argentina. Como ya se señaló en el Prólogo, en América Latina esta problemática fue tempranamente abordada por corrientes de pensamiento originales de la región, en particular el estructuralismo latinoamericano y la teoría de la dependencia. Sin embargo, a nivel internacional esta cuestión recién trascendió como objeto de estudio a fines del siglo XX a partir de los trabajos de autores poskeynesianos como Krugman (1979) y, sobre todo, Thirlwall (1979).
Si bien el modelo de Thirlwall permitió un mayor nivel de formalización de las restricciones al crecimiento dadas por el balance de pagos[1] –de modo que facilitó su aplicación a casos diversos–, cabe destacar dos cuestiones trascendentales que ese modelo ignora. Por un lado, en el enfoque simple de Thirwall el tipo de cambio real no tiene efectos en el largo plazo; sin embargo, este es un factor determinante en economías subdesarrolladas, ya que expresa las condiciones de su inserción en el mercado mundial dado su bajo nivel de desarrollo tecnológico (Astarita, 2010). Pero, más importante aún, este tipo de formalizaciones en modelos abstractos opaca la dinámica social detrás del fenómeno económico, es decir, el papel que cumplen las distintas clases sociales y fracciones de clase, elemento nodal en un análisis de economía política.
Contemplar estas variables es fundamental para comprender, por ejemplo, las diferentes formas en las que se abordó la escasez de divisas durante el último gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y el de Mauricio Macri. En este sentido, la incidencia que tuvieron los distintos componentes del balance de pagos en ambos períodos puede vincularse con las distintas fracciones de clase sobre las que se buscó sustentar el proceso de acumulación de capital en cada caso. Adelantemos una hipótesis al respecto: la respuesta del gobierno de Cambiemos a la situación de virtual estancamiento en la que se encontraba la economía argentina desde 2012 fue restablecer el predomino de la lógica financiera priorizando los intereses del capital financiero internacional en primer lugar y de la burguesía agroexportadora en segundo término.[2] Sin embargo, el resultado de este proyecto no dio lugar a sorpresas: el nuevo “experimento” neoliberal no solo no logró superar la situación de estancamiento, sino que terminó generando una profunda crisis económica y social.
Para poder comprender el freno que mostró la actividad económica durante el último gobierno de Cristina Fernández de Kirchner (2011-2015) y la crisis iniciada con el gobierno de Macri es preciso identificar las condiciones estructurales que llevan a la escasez de divisas en la economía argentina. Como se señaló, no se trata de un fenómeno nuevo, sino que ha estado presente desde el inicio del proceso de industrialización sustitutiva en la década de 1930. Sin embargo, las causas de la restricción externa no se han mantenido inmutables a lo largo del tiempo, sino que han variado cualitativamente, es decir, en cuanto a algunos de los elementos que la explican, sobre todo a partir de la creciente desregulación de los movimientos de capitales que ha tenido lugar desde la segunda mitad de los años setenta del siglo XX.
Del stop and go al go and crash
En la Argentina los primeros “cuellos de botella” en el sector externo que impulsaron una dinámica de ciclos cortos de crecimiento y recesión (stop and go) se dieron tras el inicio del proceso de industrialización por sustitución de importaciones en la década de 1930. El hecho que lo explica es que el crecimiento extensivo y –sobre todo– intensivo de la industria dependía de la importación de bienes de capital e insumos intermedios, pero las divisas necesarias para financiar dichos requerimientos provenían de las exportaciones del sector agropecuario, cuya oferta, en especial la agrícola, se encontraba virtualmente estancada[3].
En 1958 el gobierno desarrollista de Frondizi sancionó una ley que favoreció el ingreso de capitales bajo la modalidad de inversión extranjera directa (IED), lo cual permitió profundizar el proceso sustitutivo y, en paralelo, actuar como un alivio transitorio en el sector externo. Sin embargo, la posterior remisión de utilidades al exterior y los pagos de intereses y regalías efectuados por los capitales extranjeros radicados en el país generaron nuevas tensiones sobre el balance de pagos (Ferrer, 1998). Asimismo, las actividades desarrolladas por las empresas multinacionales, si bien fueron sustitutivas, al diversificar la estructura productiva y ser capital intensivas en su mayoría finalmente generaron nuevas necesidades de importación (Fajnzylber, 1983; Mallon y Sourrouille, 1973).[4]
Basualdo (2006) afirma que, aunque la dinámica cíclica de corto plazo se mantuvo a lo largo de todo el período de la segunda sustitución de importaciones, en los últimos años de esa etapa (1964-1974) la maduración de las inversiones hechas durante el desarrollismo había permitido morigerar parcialmente esa dinámica. De esa forma, las declinaciones en la balanza comercial fueron menores y, en lugar de inducir a una contracción absoluta del producto, derivaban en una ralentización del ritmo de crecimiento. Incluso, se destaca una creciente importancia –aunque aún minoritaria– de las exportaciones de origen industrial, la mayor parte destinadas a países latinoamericanos, favorecidas por ciertos acuerdos comerciales.[5]
En el marco de los importantes cambios que comenzaba a registrar la economía mundial en la década de 1970 (Arceo, 2005; Chesnais, 2009), la política económica implementada por la última dictadura cívico-militar –un plan económico neoliberal basado en la apertura de la economía y la desregulación de los mercados– supuso un quiebre decisivo con la lógica sustitutiva (Azpiazu, Basualdo, y Khavisse, 1986; Canitrot, 1983; Ferrer, 1989). A partir de allí los problemas en el sector externo exhibieron un cambio cualitativo: el endeudamiento externo y la fuga de capitales pasaron a desempeñar un papel central. Si bien en el corto plazo el endeudamiento externo permitió postergar transitoriamente el momento de quiebre del ciclo al desligar en parte el nivel de actividad del resultado comercial, las amortizaciones de capital y la creciente carga de intereses, así como la fuga de capitales locales al exterior –corolario de la “valorización financiera”–, profundizaron los problemas en la balanza de pagos. De este modo, la liberalización financiera y el masivo endeudamiento externo no solo no contribuyeron a resolver