¿Por qué siempre faltan dólares?. Группа авторов
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Con sus vaivenes, estos elementos distintivos del “modelo de valorización financiera” se afianzarían en el transcurso del primer gobierno de la recuperación democrática (1983-1989) y bajo el régimen de convertibilidad (1991-2001), y sus impactos sobre el sector externo se potenciarían por la concurrencia de otros factores, entre los que sobresalen la reestructuración regresiva de la industria y la extranjerización creciente de la economía (Azpiazu y Schorr, 2010; Damill, 2000; Kulfas, 2001; Wainer, 2011). De esta manera, la dinámica financiera pasó a ser un elemento central en el balance de pagos, tal como lo atestiguan la crisis de 1981, la hiperinflación de 1989 y la crisis de la convertibilidad en 2001 (Basualdo, 2006; Cantamutto y Wainer, 2013).
No es casual que la superación de la crisis de la convertibilidad se diera en buena medida a partir de una desconexión con el capital financiero, lo que quebró ciertos aspectos de la lógica prevaleciente durante la etapa de “valorización financiera”. Las medidas tomadas tanto por el gobierno provisional de Eduardo Duhalde (2002-2003) como durante la gestión de Néstor Kirchner (2003-2007) priorizaron los intereses del capital productivo, en especial de la industria manufacturera, y pusieron en primer plano a la “economía real”[6]. Sin embargo, como se verá a continuación, el largo ciclo de crecimiento iniciado en 2003 fue interrumpido nuevamente por dificultades en el sector externo.
El regreso de la “economía real” bajo el kirchnerismo (2002-2015)
Tras la crisis de la convertibilidad se inició una nueva etapa de alto crecimiento económico que, si bien fue extensa, no pudo ser sostenida ante la irrupción de nuevas dificultades en el sector externo (gráfico 1.1). A diferencia de otras fases ascendentes que experimentó la economía argentina desde la instauración del modelo de “valorización financiera” en 1976, esta se basó sobre todo en el comportamiento del sector productivo. Al respecto, cabe recordar que la ruptura de la convertibilidad implicó el default de poco más de mitad la deuda pública, lo que inició un período de relativo “aislamiento financiero” que favoreció una dinámica más ligada a la “economía real”. En este período la falta de financiamiento externo fue más que compensada por las divisas obtenidas a través del comercio exterior.
Gráfico 1.1. Evolución del producto interno bruto total y per cápita (eje derecho), 2004-2019 (en millones y miles de pesos
de 2004)
Fuente: Elaboración propia sobre la base del Indec.
La combinación virtuosa entre superávit comercial y reducción de los servicios de la deuda externa –a raíz del default y su posterior reestructuración– le permitió al gobierno acumular reservas internacionales de manera ininterrumpida hasta 2010. Cabe señalar que el superávit comercial se logró tanto debido al comportamiento de las importaciones como de las exportaciones. La recesión económica que se había iniciado a finales de 1998 generó un continuo descenso de las importaciones hasta alcanzar su mínimo nivel tras la devaluación de la moneda en 2002, cuando se importó menos de un tercio del valor registrado cinco años antes. Si bien con la reactivación económica iniciada a fines de ese año las compras al exterior comenzaron a recuperarse, recién en 2006 alcanzaron el nivel de 1998, es decir, el que tenían antes de la crisis (gráfico 1.2).
Gráfico 1.2. Exportaciones, importaciones y saldo comercial de bienes, 1998-2019 (en millones de dólares)
Fuente: Elaboración propia sobre la base del Indec.
Entre 2002 y 2011 las exportaciones se incrementaron un 13,9% anual. Si bien se expandieron en cantidades, un factor clave para explicar este desempeño tan positivo fue la favorable evolución de los precios internacionales de los commodities a partir de 2002, entre los que se encontraban los principales productos de exportación del país (gráfico 1.3).[7] Sin embargo, este aumento de las exportaciones no se tradujo en un incremento sostenido del superávit comercial porque las importaciones, que partieron de un nivel muy bajo, exhibieron un crecimiento que duplicó al de las ventas al exterior en el mismo período (36,2% anual acumulativo). Ello se debió sobre todo a dos factores: por un lado, como se plantea en el capítulo 4, la significativa recuperación que registró la industria manufacturera volvió a traccionar a las importaciones de insumos y de bienes de capital; por otro lado, como se ve en el capítulo 5, a partir de 2004 comenzaron a incrementarse las importaciones de combustibles y lubricantes, que crecieron aceleradamente desde 2007.
Gráfico 1.3. Evolución de los precios medios de exportación, de importación y de los términos de intercambio, 1999-2019 (índice base 2004=100)
Fuente: Elaboración propia sobre la base de información del Indec.
La irrupción de la crisis internacional en 2008 tuvo un impacto significativo en los precios de los principales productos de exportación –cuyo efecto se sintió plenamente al año siguiente– aunque fue de corta duración, ya que a partir de 2010 y hasta mediados de 2012 esos productos retomaron su senda alcista (gráfico 1.3). Ello no quita que la crisis internacional no haya tenido un impacto considerable sobre la economía argentina, en especial durante 2009, cuando también tuvo lugar una grave sequía en la región pampeana que afectó fuertemente la producción agropecuaria, y provocó una caída del producto bruto del orden del 6%[8] (gráfico 1.1). Además de la sequía, las exportaciones argentinas se vieron afectadas por el impacto de la crisis en sus principales destinos (Brasil, China, Estados Unidos y la Unión Europea). El hecho de que no se haya registrado una merma del superávit –sino lo contrario– se debe a que la retracción de las ventas al exterior fue más que compensada por la caída que exhibieron las importaciones (gráfico 1.2).
La economía argentina volvió a crecer con fuerza en 2010 y 2011 (10,1 y 6,0% respectivamente). Sin embargo, este nuevo y corto ciclo alcista se enmarcó en una etapa de paulatino deterioro de las cuentas externas, expresado sobre todo en el cambio de signo (negativo) que registró la cuenta corriente del balance de pagos (gráfico 1.4). Esta situación se potenció a partir de 2013, cuando se registró una fuerte contracción del saldo comercial hasta terminar con un déficit en 2015 (gráfico 1.2). El deterioro del balance comercial no se debió a un incremento sustantivo de las compras al exterior –que alcanzaron su máximo nivel en 2013 y luego descendieron a raíz del menor nivel de actividad y la implementación de nuevos controles comerciales–[9], sino a la contracción de las exportaciones.
El declive en las exportaciones a partir de 2012 respondió a dos procesos simultáneos pero de distinto carácter. Por un lado, como se plantea en el capítulo 5, a partir de 2007 se produjo una merma en las exportaciones energéticas que, en paralelo al incremento de las importaciones en el rubro, condujo a un déficit en la balanza comercial del sector en 2011 que se profundizó en los años subsiguientes. Sin embargo, hasta 2012 esta situación fue compensada en parte por el alza que venían registrando los precios de los principales productos agrícolas que exporta la argentina (soja, maíz y trigo) (gráfico 1.3). Fue recién a partir del año siguiente, cuando el deterioro de la balanza energética confluyó con la caída de los precios internacionales, que el resultado comercial empezó a mostrar un franco deterioro.
Gráfico 1.4. Evolución de los principales componentes del balance de pagos, 2006-2019* (en millones de dólares)
* El año de inicio seleccionado se debe