Antiespecista. Ariane Nicolas
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El empleo común regula bastante bien el significado de las palabras para la conversación ordinaria […] Nadie tiene derecho a establecer el significado preciso de las palabras, ni a determinar qué ideas debe cada uno relacionar con esas palabras[28].
Locke estima en cualquier caso que en filosofía —y solamente en ese ámbito— es necesaria una definición precisa de las palabras, para paliar la imperfección de los términos más complejos. Es a este ejercicio al que se entrega la filósofa francesa Corine Pelluchon en Tu ne tueras point[29] [No matarás], a propósito del asesinato. Allí explica por qué el término «asesinato» no puede aplicarse a los animales. Según esta especialista en Emmanuel Lévinas, falta en la noción de «asesinato alimentario» la idea de «transgresión». La transgresión no existe en tanto en cuanto la estructura del asesinato pone en relación especies diferentes. «La esencia del asesinato está en la voluntad de un individuo de suprimir a otra persona por no querer verle ni oírle más, para arrebatarle su vida y eliminarlo del mundo», apunta Pelluchon. Sacrificar a un animal no implica la negación de otro en tanto que otro; matar a un animal no afirma nada. Dar muerte no es asesinar en todos los casos. La filósofa concluye pues que el asesinato alimentario no existe: «No puedo querer matar sino a mi prójimo»[30]. Autora de un Manifiesto animalista aparecido en 2017, esta experta en ética difícilmente será sospechosa de favoritismo antropocéntrico. Y es por eso que damos la bienvenida a su propuesta, a la vez atenta a la causa animal y respetuosa con los conceptos filosóficos, que hace frente a los excesos verbales de otros.
LA TRAMPA DE LOS EXPERIMENTOS MENTALES
Si abre una página al azar Liberación animal de Peter Singer, se encontrará probablemente con lo que se denomina, en ética aplicada, un «experimento mental». Un experimento mental es un tipo de cuestionamiento muy popular entre los filósofos anglosajones. Consiste en plantear un dilema ético (casi) imposible de resolver, a fin de mostrar la complejidad de lo que está en juego y, preferentemente, de contribuir a determinar nuevas normas. El ejemplo más conocido es el «dilema del tranvía», que ha vuelto a la palestra a propósito de los debates sobre los vehículos autónomos. Consiste en lo siguiente: un tranvía va lanzado por una avenida sobre sus raíles y un segmento, desgraciadamente, está en obras, de modo que si el conductor no interviene de inmediato, atropellará a los muchos trabajadores que están sobre la vía (que no lo ven venir); pero si hace descarrilar al tranvía para salvarlos matará accidentalmente a unos transeúntes que circulan en las inmediaciones de las vías. En tal situación hipotética, ¿qué debería escoger? ¿Matar a un gran número de obreros dejando que el trágico destino se cumpla, o cambiar la trayectoria del tranvía, matando en cambio a una familia que pasea por allí y se encuentra con la situación sin comerlo ni beberlo?
Peter Singer retoma este cuadro teórico y lo aplica a la ética animal. Desarrolla por ejemplo un experimento mental[31] cuya conclusión es la siguiente: si se nos pide escoger entre matar a un ser humano discapacitado y matar a un ser humano en plenas facultades, escogeremos la primera solución. Otro de sus experimentos mentales famosos, al que suelen aludir los antiespecistas, remite directamente al Holocausto. Si estuviésemos en un barco a punto de hundirse, con nazis y perros a bordo, y si hubiese que arrojar por la borda a un nazi o a un perro para mantener el barco a flote, ¿a quién escogeríamos sacrificar? Se nos sugiere que llevemos el experimento mental un paso más allá. Imaginemos ahora que hubiera que matar no a uno, sino a cien perros en lugar del nazi que, por cierto, habría liquidado a nuestra familia cinco minutos antes. ¿No preferiríamos arrojar al detestable nazi por la borda, en vez de a los adorables perritos? Evidentemente, con este tipo de razonamientos, cualquiera terminará prefiriendo matar al nazi (es decir, a un ser humano) antes que al animal. El experimento mental, por naturaleza modulable, permite «jugar» con las variables, lo cual enturbia por completo los puntos de referencia éticos. El recurso a este tipo de razonamientos aspira a demostrar que, en el fondo, no existe una diferencia de naturaleza entre los seres humanos y los animales, solamente una diferencia de grado, y esto mismo en cuanto al más carnívoro entre nosotros. ¡Acuérdese, al final eligió matar a un nazi antes que a un perro!
A través de sus experimentos mentales, Singer maneja lo que considera «evidencias» con una seguridad en ocasiones indignante. Cree poder introducirse, sucesivamente, en la mente de un chimpancé y en la de un discapacitado mental y saber lo que piensan de su propia vida y cómo valoran su propia existencia. ¿Cómo no conmoverse? ¿Quién puede arrogarse el derecho de evaluar qué tipo de vida sería preferible, entre dos vidas juzgadas disminuidas?
El filósofo utilitarista menciona estos casos al límite para cuestionar —y legitimar— la fosa cualitativa entre los seres vivos humanos y los animales. Es lo que los antiespecistas denominan habitualmente «el argumento de los casos marginales». Pero él considera que todos los seres humanos tienen a priori los mismos juicios a propósito de estos casos al límite, aunque no exista estudio o sondeo alguno que confirme tal cosa. ¿Está usted seguro de que, como Peter Singer afirma, preferiría matar a un ser humano trisómico antes que a un mono en plenas facultades? Permítame que lo dude. En realidad, lo que hace Peter Singer es pretender que su propio juicio devenga una verdad universal, un procedimiento muy instructivo para entender lo que uno lee en las Confesiones de Jean-Jacques Rousseau, aunque también un planteamiento del todo problemático cuando hay vidas humanas en juego.
Suponiendo, con toda la fantasía que Peter Singer nos exige, que en alguna ocasión en nuestras vidas nos veamos en la tesitura de tener que elegir entre la vida de un chimpancé y la de un ser humano psíquicamente disminuido, nuestra respuesta no sería la suya. Porque ¿hay algo más ruin e injusto que suprimir la vida de una persona porque sea más vulnerable que otra? ¿No empezaron las masacres en masa de los nazis con programas de eutanasia para niños discapacitados, antes de que les tocase el turno a las poblaciones saludables de las «razas» llamadas «inferiores»? Por lo demás, cabe sencillamente negarse a entrar en este jueguecito. Porque en general los experimentos mentales no nos hacen avanzar ni agudizan nuestra mirada. Tienen por fin retorcerla y travestir nuestro juicio por completo. Pretenden crear un vértigo tal que el antiespecismo quede como el único remedio válido para aliviar las convulsiones del espíritu.
A la literatura antiespecista le encanta jugar con dos barajas. Reposa tanto sobre análisis científicos sobre las capacidades cognitivas de los pulpos y los grandes simios (lo cual es legítimo) como sobre afirmaciones que tiene por inatacables, como ocurre con esta frase de Sue Donaldson y Will Kymlicka, autores de Zoópolis: «Los animales no han sido puestos sobre la Tierra para servirnos, para alimentarnos o para asegurar nuestro confort»[32]. Bienaventurados los que puedan decirnos por qué «los animales han sido puestos sobre la Tierra»… Otras estrategias argumentativas eluden (consciente o inconscientemente) regiones enteras de la realidad. Podemos verlo en particular en esta cuestión retórica que Peter Singer plantea:
Si la posesión de un grado superior de inteligencia no autoriza a un ser humano a utilizar a otro para sus propios fines, ¿cómo podrá a autorizar a los seres humanos a explotar a los no humanos con el mismo objetivo?[33].
No obstante, «tener el derecho de utilizar a un ser humanos para sus propios fines» por gozar de un «grado superior de inteligencia», ¿no es acaso una posible definición —entre otras— de eso que llamamos trabajo? Parece una descripción que se corresponde con la situación que viven miles de personas obligadas a trabajar, con el solo fin de cubrir sus necesidades. El sufrimiento humano en el trabajo, ¿es acaso más aceptable que el sufrimiento animal? ¿Por qué razón habría que impedir a toda costa que los animales sean explotados, al tiempo que dejamos que los seres humanos lo sean?