Antiespecista. Ariane Nicolas
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Antiespecista - Ariane Nicolas страница 7
![Antiespecista - Ariane Nicolas Antiespecista - Ariane Nicolas](/cover_pre894922.jpg)
RAZÓN Y SENTIMIENTO
Para los antiespecistas, no existe una diferencia de naturaleza, sino de grado entre el dolor que sienten los animales y los seres humanos. Sin embargo, el utilitarismo no siempre ha sido tan afirmativo. A mediados del siglo XIX, John Stuart Mill aportó una serie de correcciones al pensamiento benthamiano, con la intención de no situar en el mismo plano todas las emociones. En su obra El utilitarismo, publicada en 1861, el filósofo británico distingue la calidad del placer de su cantidad. A su juicio, no todas las felicidades son iguales. Ciertos placeres son más legítimos que otros: los placeres más importantes son los del espíritu, por naturaleza más nobles que los del cuerpo. Los sentimientos intelectuales tienen más razón que las sensaciones físicas. Si no se asume esta jerarquía, que postula una diferencia de naturaleza entre las fuentes de la satisfacción, el utilitarismo «solo les convendría a los cerdos»[16], dice Mill (¡ay!). Porque solo un ser pensante, dotado de conciencia y de lenguaje, es a su juicio capaz de establecer esa clasificación cualitativa. En consecuencia, en la filosofía de Mill, los animales no gozan de una consideración igual a la de los seres humanos.
Es evidente que Peter Singer no tiene ese pensamiento en gran estima. «Dicho amablemente, su tentativa de aportar una especie de “prueba” del utilitarismo adopta una forma muy insatisfactoria. Siendo menos indulgentes, puede decirse que toma prestados sofismas palmarios»[17], llegó a decir en una de sus conferencias. Contemplar cómo los profesores de filosofía minoritarios en su ámbito atacan a los autores clásicos mayores tiene siempre un punto divertido, como si las debilidades en la argumentación de Mill pudieran reducirse a las aproximaciones de una mala copia… En cuanto al tenor de los argumentos de Singer, la idea es ante todo ocultar el juego de manos que hace para eludir esta pirámide de los placeres que tan desfavorable resulta para los animales.
Siguiendo la lógica antiespecista, tendríamos que reconocer derechos a los cangrejos de río y a las ratas, pero no a los acantilados de Étretat, bajo el pretexto de que estos últimos carecen de «interés» por existir. ¿No es esto privar a las piedras (y a todas las cosas inanimadas, inmateriales o invisibles) de un estatus que sin embargo es legítimo? Una piedra puede tener un interés directo en existir a partir del momento en que pensamos en ella en términos no instrumentales. No parece «absurdo» considerar que una isla o una montaña, independientemente del país en que se encuentren, forman parte de un ecosistema a preservar sin ambages, en nombre de un cierto equilibrio medioambiental o como forma de respeto hacia la naturaleza. Esta segunda perspectiva necesitará tal vez que modifiquemos nuestra visión de lo viviente, pero no deja de ser responsable a la vista de las distintas amenazas que se ciernen en la actualidad sobre nuestro planeta. ¿Es que no cabe defender al Kilimanjaro y al Everest en estos términos?
Sobre este asunto, Peter Singer haría bien en escuchar la sabiduría de algunos pueblos. Apoyándose en esta idea, Nueva Zelanda ha dotado recientemente al río Whanganui del mismo estatus jurídico que una persona, abriendo así una vía a la defensa de sus intereses frente a los tribunales[18]. Este reconocimiento venía siendo exigido desde hacía decenios por los miembros de la tribu Whanganui, que pedían que el río Te Awa Tapua (su nombre maorí) fuese considerado una entidad viviente como cualquier otra. El texto de la ley incluye el agua, las riberas y las especies vivientes que las habitan, e incluso «el conjunto de elementos metafísicos» de esa zona natural. ¿Un río, objeto metafísico y sujeto de derecho? ¿Se ha visto acaso a un río quejarse o pedir una caricia? «Absurdo…». Los Whanganui han comprendido bien que nuestra relación con el medioambiente no depende exclusivamente de preceptos fijados con antelación, como la capacidad de sentir dolor o placer. Es un juego complejo de historia común y de representaciones que inducen relaciones diferenciadas con el mundo, variables según las culturas y las tradiciones. De igual modo que sería injusto privar a los Whanganui de esta nueva palanca jurídica, también parecería del todo ilegítimo forzar a las sociedades occidentales a convertirse al veganismo.
EL ENGAÑOSO ESPECISMO
Si el combate antiespecista puede ser calificado sin paños calientes de «ideológico» es porque retuerce el lenguaje con el fin de reforzar su nueva visión del mundo. La reforma de las mentes viene precedida por la de las palabras, por más que eso signifique deformar ciertas realidades. La propia palabra «especismo» es una invención fantasiosa que asimila casi la totalidad de la humanidad a una jauría sedienta de sangre. La consonancia de la palabra con «racismo» y «sexismo», y su relativa proximidad a los argumentos contra estas dos manifestaciones del odio hacia otros, hacen que cueste mucho someterla a la crítica: quien se alce contra el especismo se expondrá a ser llamado racista o sexista, ya que las tres luchas se presentan como «interconectadas», convergentes a juicio de los antiespecistas.
El neologismo «antiespecismo», que se ha propagado en Occidente en los últimos cuarenta años, solo ha obtenido un amplio eco en fechas recientes: en Francia, el diccionario Robert lo incorporó en 2017, y el Larousse en 2019. Los antiespecistas no se consideran a sí mismos ideólogos, sino deconstruccionistas en lucha contra una supuesta ideología que en realidad han creado ellos mismos. Para Peter Singer, el hecho de comer carne es también una «ideología de nuestra especie»[19] enraizada en «prejuicios milenarios»[20]. El filósofo australiano denuncia incluso «los camuflajes ideológicos de prácticas al servicio de intereses egoístas»[21]. Con este tipo de argumento, ¿cómo no asimilar cualquier comportamiento humano (el deseo que otra persona siente, las ganas de gozar de buena salud, la voluntad de desplazarse libremente, etcétera) como «un prejuicio egoísta»? ¿Dónde termina la legítima deconstrucción de comportamientos reprensibles y donde empieza la voladura de los cimientos, la culpabilización desmesurada, la negación de la realidad?
Estamos asistiendo a un vuelco sin igual de los valores ligados a nuestra relación con los animales que afecta incluso a la definición de las palabras. Aunque hasta Élisabeth de Fontenay, por lo demás muy comprometida en favor de la causa animal, califique la tesis de Singer de «verdaderamente extremista»[22], el diccionario Robert no parece haberle tomado la medida a la distorsión operada por los antiespecistas para imponer su ideología. Así, en la definición que el diccionario propone para los dos términos, es el término «especismo» el que es calificado como «ideología», mientras que del «antiespecismo» se dice meramente que es una «visión del mundo que recusa, oponiéndose al especismo, la noción de jerarquía entre las especies animales». ¡El mundo al revés! Hoy en día, son los omnívoros los que son conminados a justificar sus comportamientos, mientras los profesionales son atacados repetidamente por activistas enfurecidos. En un comunicado publicado a finales de junio de 2018, dieciocho mil carniceros y charcuteros franceses reclamaban la protección de las autoridades frente a adversarios cada vez más «violentos»[23].
En su libro sobre etnología de los activistas antiespecistas, publicado en 2013, Catherine-Marie Dubreuil subrayaba hasta qué punto los veganos estaban intelectualmente convencidos y eran hostiles a cualquier cuestionamiento de sus ideales. «El tono que emplean es el propio de quienes se creen irrefutables», decía[24]. Y con razón: Liberación animal de Peter Singer aspira a proporcionar, llave en mano, un sistema filosófico hermético a cualquier contradicción. Para los antiespecistas, este libro hace las veces de la Biblia, añade Catherine-Marie Dubreuil: «La posición de Peter Singer ha influenciado a los activistas franceses que, mimetizándose, se escudan en los mismos argumentos, casi palabra por palabra»[25].
Aparte de esgrimir neologismos, los antiespecistas proponen también modificar el sentido de las palabras corrientes. El lenguaje debe ser purgado de su prisma «especista»: matar a un animal para consumir su carne pasará a ser un «asesinato alimentario»[26], inseminar una vaca representará «una violación»[27]. Lo cual significa, concretamente, que los ganaderos y los veterinarios en activo deberían comparecer ante un tribunal acusados de violación en grupo; y los consumidores deberían comparecer también acusados de asesinato.
Nadie ha mostrado mejor