Cómo prosperar en la economía sostenible. John Thackara

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Cómo prosperar en la economía sostenible - John Thackara Theoria

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final de cualquier acción, el mundo tenga mejor salud que la que tenía previamente. ¿Qué significa esta reorientación radical para aquellos que en estos años han decidido operar en la dirección de la economía verde? Expreso esta idea con las propias palabras de Thackara: esta reorientación supone un cambio que va “de hacer menos daño, a dejar las cosas mejor de lo que estaban”.

      ¿Se puede conseguir este objetivo? Sí. No solo es posible, sino que más gente de la que imaginamos lo está haciendo ya. Para muchas comunidades premodernas esta manera de actuar tiene que ver directamente con la tradición. Sin embargo, para muchas personas y comunidades es el resultado de una elección consciente. Una alternativa que, al combinar conocimientos tradicionales con otros nuevos, produce redes socio-técnicas sin precedentes.

      Aunque a menudo se inspire en conocimientos y prácticas tradicionales (como se observa en tantas partes del mundo) el libro está muy lejos de representar un punto de vista nostálgico. No propone una vuelta al pasado del mismo modo que no sueña con un salto hacia un futuro tecnológico. Es un libro realista que examina los principales problemas con los que nos enfrentamos en la actualidad, y busca soluciones que puedan ponerse en práctica, dondequiera que sea: en los laboratorios más avanzados, o en las culturas y las prácticas tradicionales de un pueblo indio. De esta libre combinación de ideas surge un nuevo mundo, sin sujeción a las tendencias tecnológicas y económicas dominantes; pero sin sometimiento a las limitaciones que suponen la tradición que acata el mito moderno (que, haciendo uso de las propias palabras de Thackara, se resume en la frase: “la biosfera es un repositorio de recursos para impulsar un crecimiento sin fin”); un mundo que ve el futuro en forma de metarrelatos donde los humanos ya no son el centro del universo, sino que se reconocen como parte de él, como parte de un planeta con el que viven (y no sobre el que viven).

      Este es un libro optimista. Un optimismo basado en la idea de que son muchos los seres humanos que pueden obrar de acuerdo con el sentido común. Y que ese sentido común, al final, puede prevalecer. Por supuesto, viendo lo que sucede, es evidente que esa confianza pueda ser escasa: el sentido común parece un bien escaso. Pero el optimismo de Thackara no es solo una actitud personal; se deriva del creciente número de personas y organizaciones que en la actualidad se mueven fuera de esa jaula que constituye el sistema dominante (y su inseparable crisis). Pero no solo por eso. También se basa en una teoría sólida del cambio, según la cual los grandes sistemas se modifican a partir de una multiplicidad de transformaciones no planificadas que se producen en todas las escalas; en primer lugar, en el comportamiento molecular de los individuos y las organizaciones.

      Dicho esto, ¿por qué el título del libro habla de la economía que está por venir y el subtítulo incluye la palabra diseño? Es evidente que Thackara utiliza ambos términos de una manera inusual: la economía a la que hace referencia está bien lejos de los modelos económicos dominantes. Es una economía entendida en el sentido que apuntan las raíces griegas oikos y nomia: el arte de la administración de la casa, lo que incluye a los seres humanos, a los otros seres vivos y a todo el planeta. Una economía que sabe cómo hacer referencia al territorio y que es capaz de regenerar los bienes comunes.

      Por otro lado, el diseño evocado en el subtítulo no tiene que ver con el diseño del siglo XX, vinculado al ámbito de los productos industriales y practicado solo por profesionales con experiencia. El diseño del que trata tiene más que ver con una capacidad generalizada, con un diseño difuso, necesario para concebir y poner en práctica los nuevos sistemas socio-culturales. Una actividad para la concepción y realización, tal como practican los diferentes actores sociales, apoyada o no por el diseño, que experimente con ellos para saber dialogar, escuchar y que sea capaz de aportar su cultura específica.

      ¿Va a suceder todo esto? Si tenemos en cuenta el pensamiento dominante y miramos solo lo que resulta obvio, podría pensarse que no. Pero mirándolo mejor, quizá podamos decir que tal vez sí. Para que esto ocurra, es necesario involucrarse y asumir riesgos. Y en ese aspecto Thackara no pronuncia sermones moralistas; no dice a los demás cómo deben vivir, pero, sin embargo, nos da su ejemplo personal. Y no solo porque entre líneas de lo que escribe podemos verlo mientras produce compost o se ocupa de un familiar viejo y enfermo, sino también por el método valiente y arriesgado que adopta en la construcción de este libro y del que nos permite participar.

      De hecho, Thackara declara con frecuencia, de una forma casi ingenua, que trata temas de los que, hasta hacía bien poco, no sabía nada, o casi nada. Pero, una vez expresado ese interés, se dedica a buscar información, acepta una idea y de ella surgen las preguntas.

      Esta forma de hacer, no demasiado evidente, pero presente en muchas páginas del libro, señala algo importante: estamos inevitablemente mal informados ante la complejidad del mundo. No todos, ni siquiera aquellos que son expertos en algo pueden serlo en todo. Al tomar conciencia de ello lo que propone Thackara no es el conocimiento experto, sino el conocimiento proyectual: una forma de entendimiento que nos permita hablar con distintos expertos para centrarnos en las preguntas básicas, para vislumbrar posibles respuestas, aún sabiendo que podemos equivocarnos. Y por tanto, preparados, en caso de que la retroalimentación del entorno nos lleve a detectar errores, para asumirlos y cambiar de rumbo.

      Ezio Manzini

      En un cruce polvoriento de la larga carretera que une Kanpur con Lucknow en Uttar Pradesh, en la India, nos topamos con una enorme pantalla de video colocada en la parte posterior de un camión de caja plana. Mirábamos atónitos las imágenes junto a una docena de aldeanos, otros cuatro que iban en bicicleta y una vaca. La parte izquierda de la pantalla mostraba el paisaje cálido, polvoriento y miserable de las orillas del Ganges en cuya vasta y fértil llanura nos encontrábamos. La parte derecha dejaba ver un futuro prometedor: ciudades activas, líneas de montaje robotizadas y trenes de alta velocidad. A esta secuencia con el antes y el después de tan gran transformación, seguía un video a pantalla completa donde brotaban, como setas de verde hierba brillante, bloques de apartamentos generados por ordenador en ambas orillas del Ganves. “Bienvenidos a Trans-Ganga HighTech City”, decía una voz en off.

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