Seducidos por el amor - Un retorno inesperado - Nunca digas adiós. Кэрол Мортимер

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Seducidos por el amor - Un retorno inesperado - Nunca digas adiós - Кэрол Мортимер страница 5

Seducidos por el amor - Un retorno inesperado - Nunca digas adiós - Кэрол Мортимер Omnibus Jazmin

Скачать книгу

      –Desde luego. No me extrañaría nada que volvieras a encontrártelo.

      –¿Y qué te hace pensar algo así? –preguntó, disimulando su tensión.

      –Bueno, él… Ah, Richard –Felicity se apartó para dejar pasar a su marido–, estaba diciéndole a Jane que estoy segura de que Gabe y ella volverán a verse.

      Richard miró a su esposa con una sonrisa.

      –Deja de hacer de casamentera. Estoy seguro de que, si Jane y Gabe quieren volver a verse, son perfectamente capaces de quedar ellos.

      –Pero nunca viene mal una ayuda en estos casos –replicó Felicity.

      –¿Quieres hacer el favor de irte a la cama? –le pidió su marido–. Yo acompañaré a Jane hasta la puerta y después me reuniré contigo.

      –De acuerdo –admitió Felicity con voz somnolienta–. Y muchas gracias por todo, Jane. Has estado maravillosa.

      –Ha sido un placer –respondió ella–. Por cierto, no puedo evitar sentir curiosidad sobre por qué pensáis que el señor Vaughan y yo volveremos a vernos –insistió.

      –Porque nos ha pedido tu tarjeta, cariño –contestó la otra mujer–. Ha dicho que era porque quería llamarte la próxima vez que tuviera una cena en casa, pero yo tengo la sensación de que tendrás noticias suyas mucho antes. No tardes mucho, cariño –le dirigió una sonrisa radiante a su marido y fue después hacia el dormitorio.

      –Siento todas estas tonterías –se disculpó Richard–. Felicity ha estado muy preocupada durante estas últimas semanas, y no le conviene nada, teniendo en cuenta que está en los primeros meses de embarazo. Pero hazme caso: Gabe Vaughan es el último hombre con el que te convendría tener ningún tipo de relación. Es capaz de devorarte y engullir tus restos antes de que hayas tenido oportunidad siquiera de decir «no».

      Jane, que se había quedado completamente helada desde que Felicity había anunciado que le había pasado su tarjeta a Gabriel Vaughan, comenzó a ponerse precipitadamente la chaqueta.

      –No sabía que Felicity estaba embarazada –dijo lentamente. No dudaba de que aquella feliz pareja estaría encantada con la idea de tener un tercer hijo, pero, al mismo tiempo, era consciente de que el bebé llegaba en un momento difícil para ellos.

      –Todavía está en las primeras semanas de embarazo. Bueno, Jane. Muchas gracias por lo que has hecho por nosotros esta noche. Aunque, al contrario que Felicity, yo creo que hace falta algo más que una cena excelente para convencer a Gabriel Vaughan de que merece la pena salvar mi empresa.

      Y Jane estaba completamente de acuerdo con él. Desde luego, no envidiaba en absoluto la suerte de Richard, que al cabo de unas horas tendría que volver a vérselas con aquel tiburón de las finanzas.

      –Espero que todo salga bien. Ahora, tengo que irme. Y creo que deberías subir cuanto antes a dar un abrazo a tu encantadora esposa. Tienes mucha suerte al poder contar con el apoyo de una mujer como Felicity y una familia adorable –añadió.

      –Desde luego, Jane, desde luego.

      Por mal que fueran las cosas al día siguiente, pensó Jane mientras se marchaba, aquel hombre continuaría teniendo a su esposa, dos hijas maravillosas y un bebé que se hallaba todavía en camino. Y eso era ya mucho más de lo que otras personas tenían.

      Y a veces, recordó Jane con desolación, todas esas cosas por las que realmente merecía la pena luchar, podían desaparecer repentinamente de tu vida. Y un buen ejemplo de ello había sido el encuentro de aquella noche con Gabriel Vaughan. Había trabajado tan duramente para levantar su negocio, para construir algo por sí misma, que no podía permitir que volvieran a arrebatárselo.

      Aquella no había sido una buena noche para Jane. Se había encontrado con el último hombre al que hubiera querido volver a ver en toda su vida. Y Felicity, pobre romántica, le había entregado su tarjeta.

      Las cosas no podían haber ido peor, se dijo.

      Sin embargo, no tardaría en darse cuenta de que sus desgracias no habían hecho nada más que empezar.

      Capítulo 2

      JANE estuvo a punto de atragantarse con el primer café de la mañana siguiente. La mano le temblaba de tal manera que terminó derramando parte del café sobre el periódico. El negro líquido se extendió sobre el semblante sonriente del causante de su zozobra: el mismísimo Gabriel Vaughan.

      Desde la noche anterior, nada parecía salirle bien. A la una de la madrugada, había descubierto que la furgoneta no arrancaba. Había mirado hacia la vivienda de los Warner, pero ya no había luz en ninguna de las ventanas. Y, en aquellas circunstancias, Jane no había querido molestar a la pareja. Además, había decidido, era bastante probable que en ese momento estuvieran haciendo el amor y, desde luego, no tenía intención de interrumpirlos.

      Pero era demasiado tarde para encontrar un taller abierto y en aquel lujoso barrio residencial encontrar una cabina para llamar a un taxi tampoco había sido tarea fácil. Para colmo de males, acababa de salir de la cabina cuando comenzó a llover de forma torrencial.

      Cansada, empapada y extremadamente disgustada, Jane había llegado a su apartamento cerca de las dos y media de la madrugada. De manera que encontrarse seis horas y media después con el rostro sonriente de Gabriel Vaughan era lo último que necesitaba.

      Aquel era uno de los pocos momentos del día en el que disfrutaba de unas horas de relajación. Lo primero que solía hacer nada más levantarse era salir a correr y comprar el periódico y cruasanes recién hechos de una de las mejores pastelerías del barrio.

      Pero aquella mañana acababan de amargarle el placer del desayuno. Y todo por culpa de aquella fotografía en la que aparecía Gabriel Vaughan saliendo de una fiesta organizada por un conocido político del brazo de una rubia despampanante.

      Jane se levantó con impaciencia. La relajación matutina había desaparecido por completo. ¡Maldito fuera aquel tipo! Le había arruinado la vida en una ocasión y no permitiría que lo hiciera por segunda vez después de lo duramente que había trabajado para labrarse una carrera como Jane Smith.

      Jane Smith.

      Tomó aire, intentando controlar el pánico y el enfado y retomar la calma que tan necesaria había llegado a ser para ella durante los últimos años de su vida.

      Tenía trabajo que hacer, otra cena que preparar para la noche y la primera tarea del día era llamar al taller con el que se había puesto en contacto a primera hora de la mañana y comprobar si habían podido arreglar ya la furgoneta. En caso contrario, tendría que conseguir un transporte alternativo para los próximos días.

      Sí, tenía un negocio que dirigir y pensaba hacerlo.

      A pesar de Gabriel Vaughan.

      * * *

      –¡Demonios, odio esos aparatos! ¡Si estás ahí, Jane Smith, contesta el maldito teléfono!

      Jane alargó la mano y apagó con dedos temblorosos el contestador, como si temiera que la máquina pudiera hacerle algún daño. Cosa que, por supuesto, no era cierta. Pero la voz de aquel

Скачать книгу