Maureen. Angy Skay

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Maureen - Angy Skay страница 14

Maureen - Angy Skay Saga Anam Celtic

Скачать книгу

cuidado, le retiré el esparadrapo del costado.

      —¿No dirá nada tu novio por pasar tanto rato conmigo? —preguntó con picardía—. Quizá se ponga celoso.

      —Mi novio no puede decir nada.

      Lo miré.

      —¿Por qué?

      —Pues por la sencilla razón de que no tengo —contesté restándole importancia y cogiendo la gasa.

      —Entonces, ¿quién es el chico con pelo de panocha que va contigo siempre?

      —¿Y tú cómo sabes que yo siempre voy con un chico con pelo de panocha? —me sorprendió—. Yo nunca te había visto.

      —No me has contestado a mi pregunta.

      —Y tú tampoco a la mía.

      —Yo pregunté primero.

      —Está bien. El chico de pelo panocha, como tú dices, se llama Dylan. Y no es mi novio, es mi mejor amigo, y tampoco soy su tipo. Digamos que tú serías su tipo antes que yo. —Lo miré por encima de mis pestañas.

      —Oh…

      —Sí. Ahora, contesta tú. ¿Cómo sabes que yo siempre voy con Dylan?

      —Digamos que no es la primera vez que te he visto. ¡Ah! —Se quejó al notar el escozor por el desinfectante.

      Paré y lo miré.

      —¿Dónde me has visto antes?

      —Cada día pasas por delante de mi casa para ir al instituto —contestó sin dar importancia a la pregunta y fijando su mirada en controlar cómo le curaba la herida—. ¿Por qué paras? —preguntó al comprobar que me había detenido y lo miraba a la cara.

      —Yo nunca te he visto. —Reanudé mi tarea.

      —Será porque nunca miras a las ventanas cuando caminas.

      —¿Dónde vives?

      —Preguntas demasiado —me soltó tajante.

      —Está bien. —Me detuve—. Pregunto demasiado, me preocupo demasiado y seguramente estarás de mi compañía demasiado harto. Pues tampoco es un alivio estar contigo todo el rato, que lo sepas. —Me levanté—. Estoy aquí obligada por mi hermano, pero búscate otra enfermera. Renuncio.

      —Espera.

      Me cogió del brazo y me atrajo a él, de tal manera que caí al borde de la cama, con mis ojos fijos en los suyos.

      —No te vayas.

      —¿Para qué quieres que me quede? Te comportas de una manera que parece que mi compañía te molesta. Pues no te preocupes, me voy y ya está. Estaré en el dormitorio de enfrente.

      Intenté levantarme, pero no me dejó y volvió a atraerme hacia él para besarme.

      No comprendía cómo una persona tan ruda podía cambiar de manera drástica en cuestión de segundos.

      Sentí aquel beso, pero de una manera que me asustó. Sin darme cuenta, me vi tumbada en la cama junto a él. Me gustaba, y mucho, pero sabía que aquello no estaba bien y mi hermano podía llegar en cualquier momento.

      —Aidan —le susurré en la boca—. John…

      —Calla —me cortó y siguió jugando con su lengua dentro de mi boca.

      Algo no iba bien. Mi respiración comenzó a agitarse, un calor hacía que la sangre me hirviera y unos leves gemidos salían de mi boca. Me sentía incómoda, pero a la vez me gustaba. Comencé a moverme a causa del gran cosquilleo que estaba sintiendo. Aquello no tenía pinta de querer terminar, por parte de ninguno de los dos. Hasta que se oyeron pasos en la escalera. En aquel momento agradecí que los escalones fueran de madera.

      —Alguien sube. —Me separé de golpe, salté de la cama y corrí a la silla.

      De repente sentí vergüenza. No me atreví a mirarlo a la cara. Era como si lo que acabábamos de hacer, no estuviera bien. Aidan era amigo de mi hermano y eso para John era sagrado. Controlaba demasiado mis amistades y no dejaba que me involucrara en las suyas.

      La puerta se abrió y, evidentemente, era él.

      —¿Cómo estás? —le preguntó.

      —Mejor. ¿Puedo irme ya? —contestó fastidioso.

      —Olvídate por ahora, hermano —le dijo tajante levantándole la camiseta—. ¿Te duele?

      —Sobreviviré.

      —No seas tonto, ¿te duele, sí o no?

      —Tienes una hermanita que no permite que sufra lo más mínimo —respondió en tono de sorna y mirándome.

      —Deja a mi hermana —le regañó—. Ni se te ocurra, Aidan —le advirtió levantando un dedo a modo de amenaza—. Bastante tiene con que la obligue a cuidarte. —Siguió repasando la herida, se levantó y me miró—. Está mejor y no tardaré en subir, puedes volver a tu cuarto si quieres.

      —Iré a ver a los pequeños primero.

      Me levanté y recogí mis cosas. Lo miré mientras él me observaba pasivo.

      Al dejar mis cosas en mi dormitorio, oí a John:

      —Aidan, deja en paz a Maureen. Ella está en el instituto y el próximo año estará en la universidad. No quiero que le compliques la vida.

      —¿Complicarle la vida? ¿Yo? Pero… ¿quién te crees que soy?

      —Por ahora un loco amigo mío que se mete en demasiados líos, y este es bastante serio.

      Me sentía incómoda, ¿por qué avisaba a Aidan de aquella manera?

      Bajé a ver a mis hermanos pequeños y, al comprobar que seguían dormidos, me fui al pub. No quería cruzarme con John. Él tenía un sexto sentido conmigo y no quería que me notara en la mirada lo que acababa de pasar en su dormitorio.

      Mi tío Brannagh estaba en un rincón con mi primo Liam.

      —Vaya, por lo visto habéis tenido trabajo, ¿no? —pregunté al ver cómo había quedado el local.

      —Sí, pero lo peor ya ha pasado—me contestó Liam, escoba en mano.

      —¿Estás mejor? —me preguntó mi tío.

      —¿Cómo? —No entendía la pregunta.

      —Tu hermano nos dijo que no podías bajar a ayudarnos porque tenías un fuerte dolor de cabeza.

      —Sí. Sí, claro. Ya estoy mejor, gracias.

      De repente me entró la prisa. No sabía qué más les había dicho John de mí y no quería estropear

Скачать книгу