Las mentiras del sexo. Antonio Galindo Galindo

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Las mentiras del sexo - Antonio Galindo Galindo Psicología

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es oro todo lo que reluce y en cuestiones sexuales las apariencias engañan. Y no estoy hablando todavía de la orientación sexual (que será tema específico en un capítulo posterior). De lo que estoy hablando es de lo que Willerman (citado por Pueyo, 1997) define como la experiencia privada o autoconciencia de ser hombre, mujer o ambivalente –ambas cosas–, lo que se llamaría la identidad de género, que puede o no coincidir con los atributos sexuales externos27 o sexo biológico, lo cual a su vez es diferente de la orientación sexual (si eliges hombres o mujeres o ambos como parejas sexuales). Pero como verás son tres conceptos diferentes, que funcionan de forma independiente, pero que, por creencias culturales, morales y religiosas, parece ser que han de coincidir forzosamente. Sin embargo, la realidad da cuenta de que esto no es así y ninguno de los siguientes casos que presentaré son enfermizos, ni representan perversiones o aberraciones sexuales, sino diferentes opciones de los seres humanos. Veamos:

Lo que creemos normal se podría reducir a dos opciones y el problema social es dónde meter a aquel que se sale del esquema Tener cuerpo de hombre con identidad de género masculino (sentirse hombre) y que te gusten las mujeres.Tener cuerpo de mujer con identidad de género femenino (sentirse mujer) y que te gusten los hombres.Pero la realidad informa que hay infinidad de variantes:Sexo biológicoIdentidad de géneroOrientación sexualTener atributos sexuales:Sentirse por dentro:Gustándole a la persona:– Masculinos o – Femeninos– Con identidad masculina – Con identidad femenina – Con identidad ambivalente– Mujeres – Hombres – Ambos sexos Y todas estas opciones combinadas entre sí

      Por lo tanto, hay tantas combinaciones como seres humanos. Y si combinamos dos sexos biológicos con tres posibles identidades de género y todo ello con tres orientaciones sexuales como poco (lo que desarrollaremos en el capítulo 8), tendríamos dieciocho posibilidades sexuales y no sólo dos: hombre y mujer). Y aun así me quedo corto con excepciones que pueda haber y que no estoy contemplando en este momento:

Tengo cuerpo de hombre con identidad masculina y elijo parejas hombres.Tengo cuerpo de hombre con identidad masculina y elijo parejas mujeres.Tengo cuerpo de hombre con identidad masculina y elijo parejas ambivalentes.Tengo cuerpo de hombre con identidad femenina y elijo parejas hombres.Tengo cuerpo de hombre con identidad femenina y elijo parejas mujeres.Tengo cuerpo de hombre con identidad femenina y elijo parejas ambivalentes.Tengo cuerpo de hombre con identidad ambivalente y elijo parejas hombres.Tengo cuerpo de hombre con identidad ambivalente y elijo parejas mujeres.Tengo cuerpo de hombre con identidad ambivalente y elijo parejas ambivalentes.Tengo cuerpo de mujer con identidad masculina y elijo parejas hombres.Tengo cuerpo de mujer con identidad masculina y elijo parejas mujeres.Tengo cuerpo de mujer con identidad masculina y elijo parejas ambivalentes.Tengo cuerpo de mujer con identidad femenina y elijo parejas hombres.Tengo cuerpo de mujer con identidad femenina y elijo parejas mujeres.Tengo cuerpo de mujer con identidad femenina y elijo parejas ambivalentes.Tengo cuerpo de mujer con identidad ambivalente y elijo parejas hombres.Tengo cuerpo de mujer con identidad ambivalente y elijo parejas mujeres.Tengo cuerpo de mujer con identidad ambivalente y elijo parejas ambivalentes.

      Búscate en esta relación a ver dónde te identificas y así empezarás a ampliar tu concepto de aquello a lo que le llamas lo normal. Lo normal es como mínimo dieciocho opciones, lo cual quiere decir que en cuestiones sexuales nada es normal, sino personal y subjetivo. Aclaro además que en esta relación he integrado a los transexuales (números 4, 5, 6 y 10, 11, 12, y quizás otros), entendiendo que transexuales serían quienes se sienten de un sexo en el cuerpo del sexo opuesto y deciden adaptar –o no– los atributos físicos a la identidad de género.28 Y es posible que deje fuera algún caso más que salga de esta clasificación. Pido disculpas anticipadamente a quienes no se vean reflejados en esta relación porque las clasificaciones nunca definen las realidades individuales.

      Pero el empeño de nuestra cultura es meternos en alguna clasificación, cuando insisto en que lo importante sexualmente es reconocernos como seres humanos, que vivimos consciente y libremente sin hacer daño a los demás. El resto de circunstancias son cuestiones morales, religiosas, que no llegan a explicar la enorme diversidad de conductas sexuales.

      Sucede, por lo tanto, que, al querer encajarnos a la fuerza en un determinado patrón –como cuando intentamos ponernos un zapato de menor número que nuestro pie–, conseguimos que no lleguemos a comprendernos en lo profundo de nuestra sexualidad como lo que somos, es decir, seres tremendamente subjetivos, personalísimos y no susceptibles de ser encajados en ninguna clasificación, sin por ello descartar que vivimos en sociedad.

      Hay tantas vivencias sexuales como seres humanos. Pero este hecho no lo acabamos de entender y menos aún de soportar…, ni siquiera, a veces, quienes lo sienten dentro de ellos mismos. Por eso, querido lector, tu primera responsabilidad contigo mismo es reconocerte en lo que sientes; si no, nadie lo hará por ti.

      Por lo tanto:

       Ser transexual no es ningún problema psicológico, el problema puede ser no reconocerlo o no aceptarlo.

       Ser mujer y que te gusten las mujeres no es ningún problema psicológico. El problema es lo culpable que te sientas de que así sea.

       Que te gusten hombres y mujeres indistintamente no es ningún problema mental. El problema es cuando no te lo permites si así lo sientes.

      Nuevamente es el deseo consciente o inconsciente de querer ser normales según los patrones culturales y sociales el que causa los problemas emocionales y psicológicos, no el hecho de tener tal o cual vivencia o preferencia sexual.

       El caso de Marian

      Cuando vino a mi consulta Esteban tenía cuerpo físico de hombre. Su aspecto era muy varonil, tenía 26 años, barba y bigote y le gustaban las mujeres. Venía a hacer un curso de emociones y, en la entrevista previa, le pregunté qué tema quería trabajar. Sin titubear, dijo: «Quiero enfocarme en el cambio de sexo, quiero operarme para tener cuerpo de mujer». Esteban decía que había iniciado ya el tratamiento hormonal, pero estaba preocupado por el tema de su aceptación y el del posible rechazo social. Él, sin embargo, lo tenía muy claro, y actualmente se llama Marian, tiene cuerpo de mujer y le gustan las mujeres. Al principio pensé: ¿cómo un ser humano a quien le gustan las mujeres y tiene cuerpo de hombre quiere cambiarse de sexo? Mi prejuicio inicial fue que Esteban tenía que ser homosexual y que por eso quería cambiarse de sexo, porque, en mi ignorancia, que un hombre se cambiara de sexo tenía una sola finalidad: conseguir un cuerpo femenino para estar con hombres.

      Pero me equivoqué y la respuesta era clara: su identidad de género era femenina, por lo que, siendo originariamente hombre, pasó a tener cuerpo de mujer a quien le gustaban las mujeres. De físico masculino y orientación heterosexual, pasó a ser físicamente mujer y homosexual. Entonces entendí que mis prejuicios eran el problema y ahora sé que una cosa es la identidad de género y otra la orientación sexual.

      A lo que le llamamos enfermedad psicológica en estos casos es al empeño de querer estar a la fuerza en una categoría que no es la nuestra y no encajar en lo que socialmente se espera de nosotros. Así pues, propongo que el problema psicológico lo tiene la cultura y nuestras creencias conscientes o inconscientes. Y el problema se hace nuestro cuando creemos que hemos de ser “normales” en el intento de hacer oficiales sólo algunas preferencias de algunos seres humanos que están mayoritariamente aceptadas.

      Pero esas creencias no son las de todos. El problema está en la estrechez de los puntos de vista y en que creemos que lo “normal” existe, cuando lo normal es sólo un invento transitorio y coyunturalmente histórico que sirve a un propósito por lo general económico y moral. Y ese

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