Las mentiras del sexo. Antonio Galindo Galindo
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Pues bien, el hecho de que en general se prohíba el incesto en las sociedades humanas tiene un objetivo según algunos antropólogos: el de la reproducción fuera de los lazos de parentesco, a fin de crecer demográfica y económicamente y de mantener al grupo como grupo (promoción de la exogamia) (Lévi-Strauss, 1975), es decir evitar grupos cerrados (endogamia).
Por lo tanto volvemos a tener el tema sobre la mesa: la familia es una creación –podría haber habido otras– que garantiza la perpetuación de la especie (crecer en número de personas) al tiempo que es una unidad de producción, es decir, una razón para generar riqueza económica y proteger la propiedad privada.
Y con ello nuevamente nos aunamos a los planteamientos de los antropólogos (Velasco, 1995; Harris, 1986) que –como ya he propuesto anteriormente– asocian la génesis de las familias con el inicio del sedentarismo y la necesidad de que se desarrolle la agricultura una vez que existen grupos humanos que ya no se trasladan por períodos en busca de agua y comida, sino que se quedan en un mismo lugar y necesitan cultivar alimentos. Lo que hace necesario que exista mano de obra (necesidad de reproducción) para trabajar la tierra.
Resumiendo, existen dos tipos de razones en el origen de la familia: la reproductiva y la económica. O sea que, en el fondo, la familia es una razón que sirvió en los inicios para crecer demográfica y económicamente, un instrumento que la sociedad utilizó como pudo haber utilizado otro.
¿Quiere eso decir que sólo puede existir sexo para procrear y reproducirse? No, ése fue y sigue siendo un objetivo, pero no es el único, y justo por eso solemos tener una visión reducida del sexo, porque culturalmente se asocia de forma exclusiva a la fertilidad, cuando ésta es sólo una de sus posibles manifestaciones. De ahí que desconsideremos la sexualidad de los niños –que la tienen y está descrita evolutivamente– o la de los ancianos. Porque culturalmente tenemos interiorizado que el sexo sólo se practica a una determinada edad, y como ni los niños ni los ancianos –salvo algunos casos– son fértiles, entonces negamos su sexualidad. Pero aunque la neguemos –como podemos negar las prácticas incestuosas–, existen más allá de las críticas sociales, morales y religiosas.
Para mantener una visión más amplia de los hechos (y que las palabras abarquen todo tipo de realidades, aunque unas nos parezcan moralmente reprochables y otras no), propongo partir de la base de que la sexualidad sirve a muchos propósitos, aparte de la reproducción.
¿Acaso no es un propósito de la sexualidad la búsqueda de placer? Por supuesto. ¿Y no puede tener como objetivo la comunicación con los otros? También. ¿Y el amor se manifiesta a través del sexo? Evidentemente ¿Y no se manifiesta como expresión de los propios problemas psicológicos? Sí, pero éste es un ámbito de manifestación que abordaré más adelante.
El problema –y aquí viene la segunda gran explicación sobre por qué el sexo es un tema de preocupación en nuestra cultura– es que se juzgan moralmente unas u otras manifestaciones cuando en sí mismas son sólo eso, manifestaciones. Entramos entonces en los aspectos éticos de la sexualidad que tantos estragos siguen causando en las experiencias de los seres humanos, entre otras cosas haciéndonos creer que existen prácticas sexuales correctas e incorrectas, lo que no tiene ninguna comprobación científica ni valor universal. El valor está en lo que cada cual quiera darle. Por eso tu mente es tu primer órgano sexual. Tanto crees, tanto haces. Tanto juzgas como incorrecto, tanto dirás que no lo quieres, aunque te mueras de ganas de vivirlo.
LA AUTÉNTICA REPRESIÓN ES LA EXPERIENCIAL
Éstas son algunas de las inquietudes de muchas personas –no tan trasnochadas según mi experiencia clínica– que temen por su sexualidad. Intenta ver tu actitud ante ellas:
¿Es malo tener sexo por el simple placer de sentirlo?¿Es malo para la salud de la pareja la masturbación a solas?¿Tengo problemas psicológicos si, para excitarme, veo películas pornográficas?Me gusta que me peguen cuando tengo relaciones sexuales ¿Estoy por ello mal de la cabeza?Siento un enorme placer al besar el ano de mi pareja sexual, ¿es normal?Me encantan todas las chicas, ¿soy un mujeriego?Me gustan todos las chicos, ¿soy una ninfómana?No siento placer cuando me penetra mi pareja, ¿tengo que decírselo?¿Cuántas veces puedo llegar al orgasmo sin poner en riesgo mi salud?Si practico el sexo en grupo, ¿pasa algo?¿Es un vicio si me gustan tanto los hombres como las mujeres? |
No quiero responder una a una a estas preguntas, ya que mi intención es que seas tú mismo quien lo haga sin necesidad de recurrir al criterio de otras personas. Parte de los problemas sexuales que las personas dicen tener es que se comparan y quieren sentirse bien o mal en función de si la mayoría hace lo que ellos hacen. Muy comúnmente lo que sucede es que llamamos correcto a aquello que hace la mayoría, y lo que hacen las minorías lo denominamos incorrecto, lo cual no tiene por qué ser así. En aspectos sexuales no es cuestión de mayoría ni minoría, sino de entendernos a nosotros mismos, lo cual puede ser difícil. Y la dificultad la da sencillamente la falta de costumbre.
A muchas personas les gusta tener una autoridad, alguien que les diga lo que está bien o mal, necesitan sentirse bien a partir de que alguien les diga lo que es correcto o incorrecto. De hecho, pienso que asumir la propia responsabilidad en cuanto a tomar decisiones (sexuales y en general) es una de las carencias psicológicas más profundas de los seres humanos en nuestra cultura. Es decir, que en el fondo nos encanta que nos digan lo que tenemos que pensar, sentir o hacer para evitar el riesgo de equivocarnos, y esto provoca una permanente desconexión con nosotros mismos y un alienación a veces peligrosa.
Hablemos de ti. La sexualidad es algo que te enfrenta contigo al cien por cien. Nadie vive dentro de ti, sólo tú puedes aclararte al respecto. Nadie siente lo que tú, así que es tu responsabilidad enterarte de lo que se cocina dentro de tu persona: el sexo nos lleva a sentir necesidades personales, a ponerle nombre a las mismas, a buscar mecanismos para satisfacer esas necesidades, y ello implica que has de elegir entre satisfacerlas o no: o investigas contigo mismo –obtienes la experiencia–, o puedes elegir ver cómo pasa la vida ante ti sin intervenir. El sexo implica sacarse las propias castañas del fuego en tanto que no hay dos personas que sexualmente sean iguales. Pero el hecho de que las vivencias sean personales e intransferibles no quita que se puedan establecer coincidencias con alguien en un momento o en muchos momentos.
Para mí la base de la vivencia sexual es la apertura a la experiencia. Es como aprender a caminar (que hay que caerse para levantarse) o como el ejercicio físico (cuestión de entrenamiento reiterado). No hay respuestas si no actúas, si no te equivocas, si no te expones a hacerlo –con resultados buenos o malos para ti–, pero las respuestas vienen de pasar a la experimentación, a la acción.22
Hay personas que creen que el conocimiento sobre el sexo (saber sin experimentar) basta para sacar conclusiones y vivirlo. No niego que haya seres humanos