Una reunión familiar. Robyn Carr

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Una reunión familiar - Robyn Carr Top Novel

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una cena familiar. Tengo familia aquí. ¿Te lo había dicho?

      —Un hermano, dijiste.

      —Un hermano, una hermana, una cuñada y su padre, un cuñado en potencia y una sobrina de seis meses. Cenamos y, cuando Sully se fue a casa, jugamos al póquer hasta medianoche.

      Sid lo miró sorprendida. «¡Bingo!», pensó él. Su intención era no hablar de su vida privada en el pueblo por el momento, pero había sido problemático conseguir la atención de ella.

      —¿Eres pariente de Sully? —preguntó Sid.

      —¿Lo conoces?

      —Todo el mundo conoce a Sully.

      —Entonces seguramente conocerás a Cal, a Maggie, a Sierra y a Connie. Son mi familia.

      —No me lo habías dicho. Los considero a todos amigos. No socializamos, pero nos vemos de vez en cuando. A Sierra la veo más, porque las dos trabajamos en el pueblo. Umm.

      Él sonrió.

      —¿Ahora puedo invitarte a un café?

      —No.

      —¡Pero mi familia te cae bien!

      —Cierto. Y tú eres muy simpático, pero buscas una mujer, no una amiga.

      —Eso no puedes saberlo.

      —Lo sé.

      —¿Y si te doy mi palabra de que podemos ser amigos?

      —Voy a buscar a Rob —ella se volvió como para salir.

      —Está bien, me rindo —declaró él—. Dime dónde hay lugares buenos para caminar por aquí.

      —¿No has tenido bastante de eso en el Ejército? La casa de Sully está en medio de algunos de los mejores senderos. Cuando te canses de esos, vete a Boulder. Hay unas vistas increíbles.

      —¿Tus sobrinos hacen senderismo?

      —Necesito esposas y grilletes para conseguir que se limiten a andar. Quieren correr, escalar y colgarse de acantilados. Hacer más ejercicio. Son atléticos y a su edad las hormonas están empezando a hacer efecto. Tienen mucha energía.

      —¿Y cómo van con los estudios? Ya sabes, en el tema académico.

      —Muy bien. Mientras vayan bien, no les sermoneamos. Son críos. Los dos ayudan aquí y en casa. Son buenos chicos.

      —O sea que toda la familia trabaja en el bar —dijo él.

      —Los chicos no pueden estar en la barra, son menores. Pero hay muchas otras cosas que hacer por aquí. ¿Y tu familia? Sé lo que hace Sierra. Y Connie. Los policías y los bomberos vienen mucho por aquí.

      —Todos ayudamos a Sully, sobre todo en primavera. Se está preparando para el verano, cuando el camping estará siempre lleno. Y, después de un largo invierno, hay mucho que hacer. Cal trabaja como abogado y tiene algunos clientes y Maggie trabaja en Denver tres o cuatro días a la semana. Y está también Elizabeth, que es muy lista. Intentan convencerme de que haga de canguro solo para ver lo que hago por librarme.

      —¿No te gustan los niños?

      —Los niños son geniales, pero no cambio pañales. Y, si me dejan solo con ella, sé que tendré que acabar haciéndolo.

      —Quizá algún día tengas hijos propios. ¿Y entonces qué?

      —No cuento con eso, pero, si ocurre, la mamá del bebé tendrá que entrenarme. Yo no tengo experiencia.

      —O sea que sois tres hermanos.

      —Somos cuatro —corrigió Dakota—. Cal es el mayor. Luego viene una hermana y Sierra es la pequeña.

      —¿Tienes una hermana mayor que tú?

      —Sí. Sedona. Dos años menor que Cal y dos años mayor que yo. Cal en realidad se llama California Jones.

      —Es bastante sorprendente —comentó ella—. ¿Había algún significado en esos lugares? ¿Algo especial?

      —Creo que no. Nunca he estado ni en Dakota del Norte ni en Dakota del Sur. Pasamos algún tiempo en California. Mis padres eran… ¿cuál es la palabra amable? Bastante hippies, a falta de una descripción mejor. Nos pusieron nombres de dos estados, una ciudad y una cordillera.

      —Eso es muy interesante.

      —Pasé la mayoría de mi infancia en una granja de Iowa —dijo él—. Los chicos de esa zona no lo encontraban interesante, lo encontraban raro.

      —Supongo que en Iowa no tienen imaginación —repuso ella—. A mí me parece encantador. Interesante y encantador.

      Dakota pensó que era una persona muy amable. Y extremadamente sexi con aquellos vaqueros. Él iba a tener que ser paciente, pues sospechaba que a ella le atormentaba algo.

      —Deja que te pregunte una cosa —dijo—. ¿Por qué tienes esa aversión a las citas, incluso las más inocentes?

      —¿Vas a empezar otra vez con eso?

      —No quiero discutir. Pero, en serio, ¿por qué una decisión tan firme? ¿Hay alguna razón concreta? Si me lo dices, eso podría ayudarme a entenderlo y a no tomármelo como algo personal.

      Sid suspiró.

      —Un divorcio desagradable. Cicatrices del divorcio. ¿Lo entiendes ahora?

      Dakota se encogió de hombros.

      —Claro que sí. Pero nunca he oído hablar de un divorcio agradable. Ni tampoco he oído a nadie cantar de alegría después de uno.

      —Tú eres afortunado. No has tenido esa experiencia.

      —No me he divorciado, no. He tenido un par de rupturas y estoy de acuerdo en que son muy duras. Pasé mucho tiempo pensando cómo podría haberme dado cuenta de que iban a terminar mal. Al final, acababa por pasar página —dijo él. Tomó un trago de cerveza—. Supongo que todavía no estás en ese punto.

      Rob salió de la cocina con su almuerzo.

      —Hola, Dakota. ¿Cómo te va?

      —Muy bien, Rob. ¿Y a ti?

      Antes de que pudiera contestar, se adelantó Sid.

      —Rob, ¿sabías que Dakota es uno más de la familia Jones? Cal, Maggie, Sierra y, por asociación, Sully, Connie, y puede que haya más.

      —Sí —respondió su hermano—. ¿Tú no lo sabías?

      —¿Y sabías que los Jones tienen nombres de estados, ciudades y montañas?

      —No sé si me había dado cuenta —contestó Rob—. Disfruta la hamburguesa, es la favorita de Sid —dio media vuelta y se alejó.

      Dakota

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