Violencias complejas: un acercamiento a cinco casos de maltrato hacia varones. Joel G. Ramírez Rodríguez
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Con estas acotaciones se subraya que el concepto típico que se ha hecho del género no se aplica transculturalmente:
De este modo, al sostener que tanto la distinción entre naturaleza y cultura como la de reproducción y producción, o la de público y privado, no eran supuestos culturales universales y al negarse a aplicar transculturalmente (cross-culturally) un significado general del género, estas antropólogas quebraron la línea interpretativa dualista. (p. 97).
Por lo que puntualiza Lamas que “estas investigadoras revelaron que la eficacia simbólica del género no es uniforme, sino que es dispareja” (p. 97).
Alice Schlegel (1990):
Otra de las aportaciones es la que realiza Schlegel, quien “se esfuerza por esclarecer el significado género como un constructo cultural que no incide en las prácticas reales de los hombres y las mujeres” (p. 103); en otros términos, marca la incongruencia entre la totalidad/generalidad de la especificidad/particularidad que se gesta en los variados procesos sociales.
Lamas desglosa que esta autora formula la distinción entre:
el significado general de género (general gender meaning): “Lo que mujeres y hombres son en su sentido general” (p. 103), yel significado específico de género (specific gender meaning): “Lo que define al género de acuerdo con una ubicación particular en la estructura social o en un campo de acción determinado” (p. 103).
En estos términos, “Schlegel descubre que a veces el significado específico de género en una instancia determinada se aleja del significado general, e incluso varios significados específicos contradicen el significado general” (p. 103).
Refiere que hombres y mujeres, como categorías simbólicas, no están aislados de otras categorías del sistema simbólico de una sociedad, por lo que “el contexto de los significados específicos de género son las situaciones concretas donde se dan las relaciones entre mujeres y hombres” (p. 103).
Subraya que el significado que se le atribuye al género se relaciona más con la realidad social que con la forma en la que dichos significados encajan con otros significados simbólicos, es decir, es en las prácticas reales entre hombres y mujeres lo que se hace tangible y vivencial.
Schlegel argumenta que los significados específicos varían inmensamente, ya que se cruzan con rangos, jerarquías, y las actitudes particulares de un sexo hacia otro discrepan del sentido general (Lamas, 2006).
Desde el significado general de género “hay una forma en que se percibe, se evalúa y se espera que se comporten las mujeres y los hombres, pero desde el significado específico se encuentran variaciones múltiples en cómo lo hacen” (p. 104). Con estos postulados, posibilita un enfoque amplio y flexible que comprenda tanto un concepto global como la discrepancia en el terreno real de los sujetos: “las sociedades han llegado a una gran variabilidad en la práctica, en el significado específico, y que esto a veces se opone al significado general” (p. 104).
Schlegel deja en claro que las vidas concretas de los individuos, las experiencias de sus cuerpos y sus identidades rebasan los dualismos de la naturalización de la diferencia sexual y se hallan lejos de la perspectiva tradicional de clasificación binaria.
Virginia Goldner (1991):
Esta autora afirma que existe una paradoja espistemológica respecto al género, siendo éste una verdad falsaI, ya que:
Por un lado, la oposición binaria masculino-femenino es supraordenada, estructural, fundante y trasciende cualquier relación concreta; más aún, esta verdad es falsa en la medida en que las variaciones concretas en las vidas humanas rebasan cualquier marco binario de género, existen multitud de casos que no se ajustan a la definición dual. (p. 105).
La importancia de estas formulaciones consiste en que “al introducir este tipo de matices y precisiones se erosiona la idea del sistema de género como primordial, transhistórico y esencialmente inmutable, y se perfila una nueva comprensión de la maleabilidad del género” (p. 105).
Con todo ello, refiere Lamas, que al relativizar el papel del género “se tienen elementos para desechar la línea interpretativa que une, casi como un axioma cultural, a los hombres a la dominación y a las mujeres a la subordinación” (p. 105).
A raíz de esto se analiza que si únicamente se hablase de las concepciones teóricas sobre el concepto (general) de género, se perderían de vista las variaciones que se desenvuelven en los sujetos particulares y, justamente, en este enfoque específico, la realidad contradice a las nociones generales que se hacen de las relaciones sociales, de tal forma que los comportamientos de varones y mujeres no son, por decreto, un elemento invariable:
Desde la antropología, la filosofía, la lingüística, la historia, la crítica literaria y el psicoanálisis se abordan nuevas teorizaciones sobre el sujeto y la génesis de su identidad, que interpretan la producción de la alteridad a partir de procesos relacionales e imaginarios y remiten al engarce de subjetividad y cultura. Por ello, la relación entre lo simbólico y lo social, la construcción de la identidad y la capacidad de acción consciente (agency) se vuelven objetos privilegiados de estudio. (Lamas, 2006, p. 93).
Con la incorporación de nuevos elementos y dimensiones, estas posturas dan importancia a la agencia de los sujetos y dejan de ser vistos como entidades vacías construidas socioculturalmente y se cuestiona sobre el peso de la biología en dicha construcción, dilema que había sido relegado en el proceso acrecentado de lograr la igualdad entre los sexos, pues “es evidente que el atisbo que hay actualmente entre las disciplinas biológicas y las sociales dificulta situar con claridad qué implicaciones ha tenido la anatomía sexuada de los seres humanos en la producción de ciertos procesos culturales” (p. 107).
Así entonces, a partir de todas estas revisiones, para Lamas se configura una propuesta evolutiva donde es importante retomar dichos planteamientos, por lo que para reconocer las complejas relaciones es ineludible formularse nuevas interrogantes, como por ejemplo:
¿Hay o no una relación contingente entre cuerpo de hombre y masculinidad y cuerpo de mujer y feminidad?
Lo masculino y lo femenino, ¿son transcripciones arbitrarias en una conciencia neutra o indiferente?
¿Hasta dónde tiene sus raíces en la biología gran parte de la significación del género?
Por tanto, para la autora es fundamental introducir en los estudios de género elementos que permitan analizar las complejidades, tal como lo es el concepto de habitus. En su revisión a Bourdieu (1991), identifica que éste “comprende que las prácticas humanas no son sólo estrategias de reproducción determinadas por las condiciones sociales de producción, sino que también son producidas por las subjetividades” (p. 111).
El habitus incorpora la importancia de la subjetividad de los sujetos en la constitución de los sistemas de género, por ende, “el habitus viene siendo un mecanismo de retransmisión por el que las estructuras mentales de las personas toman forma en la actividad de la sociedad” (Lamas, 2002, p. 172).
Otro elemento es la encarnación, la cual “transmite la idea de la presencia concreta del cuerpo y su subjetividad sensorial” (Lamas, 2006,