Violencias complejas: un acercamiento a cinco casos de maltrato hacia varones. Joel G. Ramírez Rodríguez

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Violencias complejas: un acercamiento a cinco casos de maltrato hacia varones - Joel G. Ramírez Rodríguez

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se les inculca como una obligación prioritaria y como definitorio de su condición de hombre. Esto tiene como ventaja la independencia y como desventaja el tener sólo una opción (automantenerse).Se les exculpa del trabajo doméstico.Se les induce a sentirse responsables del sustento económico de otros (esposa e hijos).Se les fomenta la esfera afectiva.Se les reprimen diversas libertades. No se fomenta e incluso se reprime la diversificación de sus talentos y ambiciones (se induce a que éstos se limiten a lo privado).Reciben poco estímulo y bastante sobreprotección.Se las orienta hacia la intimidad, hacia lo interior, hacia lo microsocial.Se las orienta hacia la dependencia económica, afectiva, de acción y de criterio.El valor trabajo (remunerado) no se les inculca como obligación prioritaria ni como definitorio de su condición de mujer. Esto tiene la desventaja de la dependencia y la ventaja de poder optar (automantenerse o ser mantenidas).El trabajo doméstico se les inculca como una obligación exclusiva de su sexo. Se las induce a sentirse responsables del sustento afectivo de otros (marido, hijos, ancianos).

      Fuente: Poal (citado en García-Mina, 2003).

      De esta lectura se desprenden gran proporción de investigaciones, artículos, cortometrajes y materiales audiovisuales que ilustran la división sexual del trabajo y las identidades de hombres y mujeres en los núcleos domésticos, laborales y recreacionales. Ejemplos de ello son los cortometrajes Érase una vez otra María y La vida de Juan, realizados por Aliança H, Instituto Promundo, Comunicação em Sexualidade, Instituto papai y colaboradores, cuya temática en salud y género consiste en evidenciar las labores de clasificación binaria que se asignan a uno y otro sexo.

      La ecuación que prevalece en esta perspectiva específica es la que asocia a las mujeres a labores domésticas y a los varones a libertades sexuales y omisión de colaborar en el hogar, puntualizado en los mandatos culturales y sociales que conciben modelos exclusivos de comportamiento y que desencadenan en estereotipos para ambas figuras.

      Respecto al análisis de género en la esfera de la intimidad, como se muestra en estos cortometrajes, Guevara (2010) también concluye que la dualidad de preceptos por sexo están determinados por la distinción público/privado:

      Para el análisis de género es especialmente importante esta distinción por las consecuencias que tiene para la vida social la separación histórica de los espacios público y privado, así como sus implicaciones en relaciones de parentesco y relaciones políticas, entre la esfera privada y la esfera social; significa también la asignación de lo masculino al espacio público que es el espacio del trabajo remunerado, el lugar del reconocimiento, del prestigio y de las actividades socialmente valoradas, mientras se confina al espacio privado lo femenino. (p. 36).

      Este enfoque ha generado críticas a los marcos políticos y socioculturales que rigen las sociedades, recreando e innovando sus códigos lingüísticos de expresión oral y escrita, posicionándose como una de las perspectivas con mayor divulgación en los estudios de género, ya que sus más reconocidos manifiestos ponen al descubierto que:

      La división sexual del trabajo no sólo representó la especialización de las mujeres a las tareas domésticas y de los hombres en las actividades productivas, sino una recomposición de los espacios, recursos y formas de ejercicio del poder en toda la vida social. (Guevara, 2010, p. 37).

      Otro material ligado a dichas teorizaciones, comúnmente citado por conferencistas de amplia trayectoria, es el presentado por Lagarde (2014), cuyas explicitaciones configuran un marco de análisis de la condición femenina y sus variadas formas de opresión.

      Lagarde considera la creación cultural de las mujeres como un elemento fundamental en torno a su definición: “la condición de la mujer es una creación histórica cuyo contenido es el conjunto de circunstancias, cualidades y características esenciales que definen a la mujer como ser social y cultural genérico: ser de y para los otros” (p. 33), para lo cual retoma el concepto de Basaglia (1983), quien define a la mujer como ser-de-otros.

      Respecto al uso del concepto cautiverio agrega: “he llamado cautiverio a la expresión político-cultural de la condición de la mujer. Las mujeres están cautivas de su condición genérica en el mundo patriarcal” (Lagarde, 2014, p. 36).

      Asimismo, genera cinco dimensiones que teorizan la condición femenina en rubros específicos:

      Capítulo IX. Las madresposas.

      Es referente a la maternidad y conyugalidad que figuran como la norma de las relaciones de la sociedad.

      En la feminidad destinada, las mujeres sólo existen maternalmente, y sólo pueden realizar su existencia maternal a partir de su especialización política como entes inferiorizados en la opresión, dependientes vitales y servidoras voluntarias de quienes realizan el dominio y dirigen la sociedad. (p. 365).

      Capítulo X. Las monjas.

      Relativo a las mujeres entregadas al dios de la iglesia católica, apostólica y romana, que determina una vida religiosa y servicial: “la consagración responde a esta norma: las monjas sellan su pacto al convertirse en esposas de una deidad masculina patriarcal. Las más diversas representaciones expresan su esencia genérica patriarcal: autoridad, fuerza, violencia y dominio” (p. 466).

      La teorización de la condición de las mujeres en el ámbito religioso ha sido fundamental para los análisis genéricos del feminismo; de la misma forma se ha evidenciado la violencia simbólica en las jerarquías clérigas, por lo que Castañeda (2012) señala que “las mujeres no forman parte de la estructura jerárquica católica ni del clero. Su posición, aun tratándose de religiosas, es secundaria y subsidiaria respecto de los hombres” (p. 52).

      Capítulo XI. Las putas.

      Referente a la negatividad y desvaloración de la cultura política patriarcal al erotismo de las mujeres, el cual representa “un concepto genérico que designa a las mujeres definidas por el erotismo, en una cultura que lo ha construido como tabú para ellas” (p. 559).

      Capítulo XII. Las presas.

      Relativo a las prisiones, que son instituciones punitivas entendidas como “un conjunto de límites materiales y subjetivos, de tabúes, prohibiciones y obligaciones impuestas en la subordinación. Por fundamento tiene el dominio y sirve a su reproducción” (p. 641).

      Capítulo XIII. Las locas.

      Refiere la autora que “la locura femenina definida como tal en la cultura patriarcal, es aquella que se suma a la renuncia y a la opresión política. Es el conjunto de dificultades para cumplir con las expectativas estereotipadas del género” (p. 702).

      La obra anteriormente citada requiere de una amplia revisión para desestructurar cada una de sus dimensiones analíticas; la sección que se ofrece rescata parte importante de su contenido.

      En este mismo enfoque, también se encuentran apuntes referentes al binarismo sexual y a las consecuencias sociales por transgredir el modelo de género. De acuerdo con Pávez (2012) esta transgresión, es decir, ir contra las pautas culturales, trae consigo sanciones y reacciones de control de tipo emocional. Marca la autora que la culpa es una emoción efectiva debido a los efectos de coerción hacia los comportamientos, asociada al miedo, al rechazo del grupo y a la vergüenza; de la misma forma, las culpas de

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