Violencias complejas: un acercamiento a cinco casos de maltrato hacia varones. Joel G. Ramírez Rodríguez

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Violencias complejas: un acercamiento a cinco casos de maltrato hacia varones - Joel G. Ramírez Rodríguez

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de repercusión colectiva, es decir, si no es protagonista” (p. 327), en tanto, “la culpa de las mujeres emerge cuando ésta descuida las funciones reproductivas con fines de autorrealización personal y liderazgo social, es decir, si no es cuidadora” (p. 327).

      El impulso que toma esta dimensión crucial del género ha logrado una reformulación de políticas públicas, sociales y laborales, así como programas educativos en las cátedras académicas, permitiendo comprender las huellas de las diferentes culturas y sociedades, históricas y actuales, que han ameritado desigualdades sociales y prácticas de exclusión, discriminación y violencia contra las mujeres.

      Si regresamos a la revisión de la inercia y el sistema cultural que ha sacudido el discurso y el movimiento feminista, vale la pena destacar que ello ha traído como consecuencia una serie de acciones afirmativas, cambios legislativos y la creación de programas sociales y políticas públicas destinadas a reparar desigualdades y disminuir (e idealmente eliminar) la discriminación, buscando contribuir al reconocimiento de las mujeres como sujetos sociales. (Figueroa y Franzoni, 2014, p. 10).

      A partir de ello se han generado estrategias de intercambio de roles, tácticas de lenguaje incluyente, procesos de empoderamiento femenino, legislaciones en pro de los derechos de las mujeres, manuales de orientación y asesoría de sus derechos sexuales y reproductivos, estrategias de detección del acoso y abuso sexista, políticas de acción afirmativa en ámbitos laborales, reformas de paridad de género, programas sociales y financieros, protocolos de seguridad académica, convenios y campañas internacionales de derechos humanos, producción de literatura feminista, innovación y evolución de filmes infantiles y juveniles, concientización de los artefactos lúdicos, denuncias contra comerciales televisivos sexistas, entre muchas otras acciones más; incluso han surgido figuras del cine, música y modelaje que han hecho pública su afinidad con gran parte de estas medidas en conjunto con su finalidad política y social.

      Precisiones

      Marta Lamas, en el capítulo “Género: algunas precisiones conceptuales y teóricas” de su obra Feminismo, transmisiones y retransmisiones, advierte la complejidad que gira en torno al uso del término género desde varias disciplinas. Según la autora, parte de la confusión se debe a lo ya documentado por Hawkesworth (1997):

      Se usa género para analizar la organización social de las relaciones entre hombres y mujeres; para referirse a las diferencias humanas; para conceptualizar la semiótica del cuerpo, el sexo y la sexualidad; para explicar la distinta distribución de cargas y beneficios sociales entre mujeres y hombres; para aludir a las microtécnicas del poder; para explicar la identidad y las aspiraciones individuales de mujeres y hombres. (p. 93).

      Esto le permite cuestionar ciertos preceptos que se han ido complejizando a partir de ello, y cómo es que el concepto, de ser una categoría de análisis, es visto actualmente como un fetiche discursivo en una versión pedestre de lo relativo a las mujeres, argumento que ya había antecedido en la obra Cuerpo: diferencia sexual y género en el año 2002, donde señala que:

      Lo que en un momento dado sirvió para des-naturalizar las concepciones ideológicas sobre las mujeres y los hombres y, por ende, para desconstruir los mandatos culturales que proponen papeles estereotipados para cada sexo ha sido fetichizado en una versión pedestre de “lo relativo a las mujeres”. (Lamas, 2002, p. 13).

      Con ello reflexiona sobre el valor que ha adquirido dicha categoría de análisis, la cual, desde su postura, ha transitado hacia una fuerza causal con la que se intenta explicar todo, “la poderosa movilización crítica que despertó ha quedado frenada por una ‘explicación’ tautológicamente reiterativa: todo lo que ocurre entre mujeres y hombres es producto del género” (p. 13).

      Argumenta que:

      Aunque nadie duda a estas alturas de que el género, por definición, es una construcción cultural e histórica, es evidente que se ha vuelto un concepto problemático no sólo para comprender la complejidad a la que alude, sino también por el hecho generalizado y lamentable de su cosificación. (Lamas, 2006, p. 102).

      Asimismo, para fundamentar sus planteamientos recurre a una amplia revisión que muestran otras miradas respecto a la categoría género, que incluyen la revitalización de ciertos debates en torno a su conceptualización. Algunos de ellos son el peso de la sexuación (el papel de la biología) y el habitus, es decir, la subjetividad socializada y la contemplación de las tres dimensiones del cuerpo que deben analizarse: mente, carne e inconsciente (Lamas, 2002, p.16; 2006, p. 111).

      Señala que es difícil trazar un amplio recorrido de la reflexión académica feminista, por lo que se centra en algunas críticas y aportaciones desde la antropología para desarrollar su propuesta analítica, mismas que resultan útiles teóricamente para las demás ciencias sociales.

      Marca una distinción de aportes, recabados por antropólogas a partir de trabajos de campo, que muestran una visión crítica a los enfáticos esquemas de clasificación binaria, es decir, aquellos que unen de manera dual a las mujeres a la subordinación y a los varones a la dominación como única explicación existente. “Las antropólogas feministas se dividen frente al tema de la universalidad de la subordinación femenina y un grupo destacado sostiene, a partir de investigaciones de campo, que la realidad contradice el énfasis binario de los esquemas de clasificación humana” (Lamas, 2006, p. 95).

      Puntualiza que este grupo proviene de la nueva corriente “Etnografía feminista”, quienes pusieron en evidencia las deficiencias hermenéuticas derivadas de una perspectiva no reflexiva. A mención de Lamas, esta corriente abrió una línea interpretativa que iba más allá del registro de expresiones culturales de la simbolización del género.

      Sylvia Yanagisako y Jane Collier (1987):

      Dichas antropólogas estadounidenses “revitalizan el debate en el campo antropológico al cuestionar si verdaderamente la diferencia sexual es la base universal para las categorías culturales de masculino y femenino” (Lamas, 2006, p. 96).

      El estudio sostuvo que diferenciar entre naturaleza y cultura era una operación occidental, y que “las distinciones entre reproducción y producción, público y privado, eran parte de ese pensamiento y no supuestos culturales universales” (p. 96). Igualmente “argumentaron en contra de la idea de que las variaciones transculturales de las categorías de género eran simplemente elaboraciones diversas y extensiones del mismo hecho” (p. 96), por lo que con ello criticaron las premisas consagradas en el campo de la antropología del género.

      Por consiguiente, clarifica Lamas que esta corriente se negó a universalizar un significado de género aplicado a todas las culturas, y con sus investigaciones en campo demostraron la otredad de su presencia en las sociedades.

      Marilyn Strathern (1987):

      En esta línea, “la británica Strathern analizó cómo se dan las desigualdades de género en el ámbito de la capacidad de acción consciente (agency) en una sociedad determinada: los Hagen de Nueva Guinea, en Melanesia” (Lamas, 2006, p. 96). En dicha investigación, se mostró que en esta sociedad los significados de lo masculino y lo femenino pueden ser alterados de acuerdo con el contexto; “ella encontró que las prácticas otorgan a las mujeres un papel activo en la construcción de sentido social y señaló que las categorías de género no abarcan todo el rango de posibilidades de acción y posición para los hombres y las mujeres individuales” (p. 96), es decir, que las personas no estaban limitadas por el hecho de ser mujer u hombre.

      Con estos planteamientos se posiciona un enfoque diverso al que se conocía tradicionalmente, ya

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