Superficie de imágenes. Adrián Acosta Silva

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Superficie de imágenes - Adrián Acosta Silva

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la razón que explica el origen del nombre de “Estación de paso”, el espacio de opinión que da cobijo a buena parte de los textos reunidos en este volumen.

      Pero el ocaso de las estaciones y el declive de los trenes mexicanos es tan sólo un episodio singular en un escenario de transformaciones mayores de las relaciones entre economía y sociedad, entre la política y la cultura en México. Hoy, la vida pública mexicana es una extraña casa de muchas puertas y ventanas, con algunos áticos luminosos y muchos sótanos oscuros. Cada lugar ofrece una perspectiva peculiar, distinta y semejante al mismo tiempo, de lo que ocurre en varias zonas de la vida social. Mirar desde cierto lugar y por algún tiempo el paisaje mexicano ofrece al observador una disposición particular de las imágenes, los olores y sonidos, los ruidos y las palabras, las ideas, los objetos, los pleitos, el perfil de los actores y espectadores que habitan el espacio público mexicano. El voyeaur es un espectador más entre la multitud, por supuesto, pero es un espectador que lleva cierto registro compulsivo de los hechos, una narrativa generalmente impresionista e imprecisa sobre situaciones, un mirón interesado en algunas cosas que suceden entre las penumbras y las luces de la vida en sociedad. En algún momento, el mirón se convierte en flâneur, en un vagabundo, en donde la errancia del nómada se confunde con el sedentarismo del observador.

      A lo largo de los últimos años, ese afán (¿malsano?) por tratar de llevar un registro privado de las cosas públicas ha sido el objeto de las preocupaciones que guían los textos aquí reunidos. El resultado es la acumulación de apuntes de ocasión, miradas de coyuntura, crónicas puntuales, imágenes del tiempo leve que significa un presente siempre líquido y azaroso. En algún sentido son una colección de superficie de imágenes, de las que solía hablar Borges. Son notas marginales, de ocasión, gobernadas por la fugacidad y la casualidad, que no tienen más propósito (si es que hay alguno) que el de ordenar ciertas ansiedades, quizá el deseo de controlar impulsos, de pensar que la vida pública, con todo y sus contradicciones, sus tensiones y conflictos cotidianos o esporádicos, tiene algo parecido a algún sentido, un movimiento en varias direcciones, que en ocasiones es conducido por la cuerda floja de las tensiones y contradicciones diarias, por las incertidumbres permanentes o por la mano nerviosa del azar.

      Esta intuición básica está en el origen de estas notas y apuntes, de las crónicas, reseñas y reflexiones que se han acumulado en los últimos años. Están escritas en un tiempo y un contexto específicos, en un territorio concreto: Guadalajara, entre los años que van de 2009 a 2018. Es en y desde este lugar del occidente mexicano donde transcurre la vida pública y sus paisajes nacionales y locales, sus actores permanentes y de ocasión, que aparecen a lo largo de los textos y temas que aquí se presentan. Una estancia sabática en Barcelona en 2016 permitió establecer temporalmente el punto de observación en tierras catalanas, una estación de paso, digamos, internacional. Por supuesto, el orden de aparición de temas y hechos es arbitrario, un poco casual, un poco deliberado.

      Una buena parte de los textos aquí reunidos fue presentada en la sección “Estación de paso”, que cada dos semanas, durante poco más de siete años, leí en el programa matutino Señales de Humo que produjo durante más de una década la radio pública universitaria —Radio Universidad de Guadalajara—, y al que fui generosamente invitado a colaborar por su conductor, Alfredo Sánchez, desde mediados de 2009 hasta principios de 2016. Otros de los textos han aparecido publicados por aquí y por allá en revistas como Nexos, el extinto periódico Público, en el El Informador, en el suplemento Campus Milenio o en la revista electrónica Educación a Debate. Agradezco a los editores y coordinadores de dichas publicaciones su autorización para reunirlos ahora en forma de libro.

      Por último, pero no al último, agradezco el interés y apoyo de la Editorial Universitaria para la publicación de este libro. En especial, reconozco el profesionalismo y cuidado al que nos tiene acostumbrados Sayri Karp y su equipo en la elaboración de las publicaciones. Después de todo, la aparición de una obra siempre es producto, más que menos, de la combinación de la voluntad y el trabajo profesional con el “oscuro milagro del azar” al que se refería Thomas Wolfe.

      En algunos casos, los científicos se encierran en la torre de marfil de símbolos incomprensibles con el fin de alcanzar gloria y autoridad en virtud de su oscuridad, sin embargo, difícilmente pueden por largo tiempo hacer del genuino conocimiento científico, es decir, del conocimiento congruente con la realidad, un misterio.

      Norbert Elias, Conocimiento y poder

      El lugar lucía abarrotado, en una típica mañana de verano tapatío, una mañana fresca, lluviosa y nublada. La escuela secundaria pública número uno mixta Manuel Ávila Camacho era el escenario en el que cientos de jovencitos aguardaban con impaciencia el inicio de la ceremonia de graduación organizada por las autoridades del plantel. Como cada año, este era el día previsto para la entrega de diplomas y reconocimientos a los muchachos y muchachas que terminaban su tercer grado de secundaria, y que se convertía por rutina institucional en el día simbólico y práctico de despedida de la escuela que les había albergado en los últimos tres años.

      Mientras los familiares de los graduados se acomodaban donde podían (en los pasillos, las escaleras o en las canchas de básquet de la escuela), y los estudiantes eran distribuidos por los profesores en las sillas acumuladas en el centro del patio escolar, la música de Ray Conniff y de Ferrante & Teicher invadían a todo volumen el reciento a través de las bocinas instaladas en varias de las esquinas de los edificios. La escena era magnífica: música de elevador de los años sesenta sonando como ruido de fondo para una masa de estudiantes vestidos con toga y birrete que esperaban con inevitable impaciencia adolescente el inicio del festejo. Melodías de salón para amenizar bodas, restaurantes y reuniones familiares, acompañando la naturaleza inquieta de la bestia adolescente reunida en multitud en esa mañana húmeda en Zapopan.

      Como suele ocurrir en estos eventos, el inicio de la ceremonia comenzó tarde. Entre los bostezos de muchos estudiantes, el aburrimiento de sus familiares, con risas y carcajadas por todos lados, maestros, prefectos y directivos intentaban imponer algún tipo de orden a la masa. Gritos destemplados provenientes de gargantas en metamorfosis, cambiando de los tonos infantiles a los sonidos de los adultos, empujones, correteadas, pequeñas disputas por el espacio, por sentarse cerca de los amigos y amigas, formaban parte del paisaje ceremonial con el cual se llenaba el espacio de la secundaria. Poco después, al frente de los escolares, se sentaban uno por uno los integrantes del presídium, mientras que el maestro de ceremonias indicaba a los alumnos, sin mucho éxito, guardar silencio, conservar la cordura, y mantener las formas elementales de civilidad y cortesía para con los invitados.

      Los acompañantes eran también un espectáculo aparte. Padres de familia, hermanos, abuelos y amigos asistían al evento con la solemnidad de la ocasión. Hombres con traje y corbata, mujeres con vestidos elegantes, se confundían con papás, mamás o abuelos vestidos humildemente, que llevaban flores o regalos a sus hijos, algunos visiblemente emocionados con la ceremonia, otros aburridos, muchos indiferentes. Para matar el tiempo, algunos recorrían las instalaciones de la escuela de sus hijos, en donde, en el área de bodegas, un par de letreros colocados a la entrada de lo que en algún tiempo fueron seguramente salones escolares, tenían escritos un par de nombres en placas de bronce, que infructuosamente intentaron ser disimuladas con pintura blanca: “Aula Magna Fernando Medina Lúa 1970-1971” y “Aula Magna Hermenegildo Romo García, 1970-1971”. Dos expresidentes de la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG) asesinados en los enfrentamientos que a principios de los años setenta tuvo esa organización con miembros de la Federación de Estudiantes Revolucionarios (FER). Mientras que niños pequeños jugueteaban en pasillos y las canchas deportivas de la escuela, repentinamente dejaba de escucharse “Love is blue”, pues el locutor anunciaba el inicio

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