La tentación del millonario. Kat Cantrell

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу La tentación del millonario - Kat Cantrell страница 5

La tentación del millonario - Kat Cantrell Miniserie Deseo

Скачать книгу

lo que te conviene. Claro que me importa que me hayas besado, y todo lo que eso conlleva y lo que sucede después.

      –¿Todo? –murmuró él–. ¿Te refieres al sexo?

      Apareció en su rostro una expresión de deseo que hizo que el cuerpo de ella despertara a la vida con la promesa de sentirse como lo había hecho cuando él la había besado. Quería más y lo quería ya.

      –Sí –ella cerró los ojos y lanzó un gemido–. No. Nada de sexo. Pero ¿qué conversación es esta? He venido a ver a mi amigo. ¿Cómo hemos comenzado hablar de sexo?

      –Lo has planteado tú –le recordó él, lo que era innecesario–. Yo solo intentaba aclararme.

      –El sexo no forma parte de esta conversación.

      –¿Y si queremos que lo haga? –preguntó él en voz baja al tiempo que le subía las manos por los brazos para agarrarla por los hombros–. Tú también oyes lo que te conviene, si pasas por alto con tanta facilidad lo que intento decirte.

      Pillada en falta, lo miró, desesperada por volver a un lugar donde pudiera estar a salvo en su relación con él.

      –¿Qué intentas decirme?

      –Nuestra amistad es lo más importante de mi vida, por eso intento salvarla. No puedo deshacer el beso. Y ahí hay algo que no va a desaparecer hasta que no lo exploremos. Harper… –dijo su nombre con veneración, y su sonido resonó en el cuerpo de ella–. Vuelve a besarme. Tómatelo como un experimento. Veamos hasta dónde llega esto, para que podamos solucionarlo de una vez por todas.

      Ella cerró los ojos.

      –Eso es todo un desafío.

      –Dime que no y lo retiraré.

      –No –automáticamente, él la soltó. Ella abrió los ojos y vio que se había alejado unos pasos y que la miraba con los ojos entrecerrados.

      –¿Puedo saber, al menos, cuáles son las principales objeciones? Si acaso hay algo…

      –Estoy embarazada, Dante –no sabía si reír o llorar–. Y esa es solo la primera de una larga lista de objeciones.

      Capítulo Dos

      La sangre huyó del cerebro de Dante.

      ¿Que estás… qué? –susurró.

      –Embarazada –repitió ella.

      –¿De un niño?

      –La ciencia aún no ha conseguido cruzar el ADN humano con el de otra especie. Así que sí, de un niño. No quería decírtelo así, pero no me has dejado otra opción.

      Él extendió la mano para buscar una superficie dura en que apoyarse, que fue una mesita de la habitación adyacente. Las piernas no lo hubieran sostenido mucho más tiempo.

      –No lo entiendo. ¿Sales con alguien?

      Era imposible. No podía haber nadie a quien ella respondiera con la misma intensidad que cuando la había besado; nadie a quien estuviera tan unida como hubiera jurado que lo estaba a él. Además, le hubiera contado que había un hombre en su vida. Pensó en la última vez que lo había hecho y tuvo que remontarse a la época universitaria.

      Harper negó con la cabeza.

      –No, ha sido inseminación artificial.

      –¿Cómo se te ha ocurrido hacer algo así? –preguntó él con dureza.

      Un niño necesitaba una familia, un padre. Ella quería ser madre soltera voluntariamente. Era inexcusable.

      –No me interesa compartir la labor de educar a un hijo con nadie, así que me pareció perfecto recurrir a un donante dispuesto a renunciar a sus derechos paternos.

      Aquello mejoraba por momentos; mejor dicho, empeoraba. Él rio sin alegría.

      –Casi todo el mundo tiene un compañero con quien decide tener hijos, porque están enamorados y quieren formar una familia. ¿Lo has pensado alguna vez?

      –Ni una sola. Una relación sentimental lo complicaría todo.

      –Un niño necesita un modelo masculino –insistió él–. No es una opinión. Muchos estudios…

      –¡Lo sé, Dante! –con los brazos en jarras, lo sobrepasaba en estatura, ya que él se había apoyado en la mesita–. ¿Por qué crees que te he dicho que te necesitaba, tonto? Para eso he venido. Quiero que tú seas ese modelo masculino. Y yo soy tan estúpida que creía que nuestra amistad era lo bastante sólida para incluir a un niño, y tú vas y me besas.

      Dante parpadeó, estupefacto.

      –¿No pensaste en consultármelo antes de quedarte embarazada?

      Harper sabía que, si lo hubiera hecho, él la habría disuadido.

      –Es mi vida y es mi cuerpo –afirmó con expresión culpable.

      Harper debería haber previsto que reaccionaría así porque sabía su historia y lo que sentía por los niños. Pero, de todos modos, se había quedado embarazada.

      –Sabes que un donante anónimo no siempre dice la verdad sobre su historia médica. Vete a saber qué tienes ahí dentro, desde el punto de vista genético.

      Le indicó el abdomen con la cabeza. Ella tenía un bebé en el vientre, que, de pronto, se había convertido en un lugar sagrado que no estaba disponible para la clase de actividades en las que estaba pensando hacía unos minutos.

      De hecho, buscaba una estrategia para que ella volviera a sus brazos y seguirse besando. ¿Cómo, si no, iba a exorcizar su atracción hacia ella? Lo poco que había probado solo le había abierto el apetito. A ella también, evidentemente, a pesar de que lo negara.

      Al fin y al cabo, él era un experto. Ella lo deseaba tanto como él a ella.

      Pero Harper ya negaba con la cabeza.

      –Por eso mi donante no era anónimo. Investigué antes de tomar una decisión y elegí cuidadosamente al padre. El doctor Cardoza es…

      –¿El doctor Cardoza es el padre?

      Dante se encolerizó. Abrió y cerró los puños para no descargar su frustración en la pared.

      –Es un famoso químico –le explicó ella.

      –Lo sé –afirmó él entre dientes–. Por si no lo recuerdas, por su culpa no gané el Nobel.

      Harper lo miró con los ojos como platos.

      –Bueno, sí, pero eso fue hace siglos. Es indudable que lo habrás superado, sobre todo si tenemos en cuenta que cambiaste de campo.

      Sin poder evitarlo, Dante se echó a reír. De todos los hombres que Harper podía haber elegido para

Скачать книгу