Agonía en Malasia. Verónica Foxley
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Agonía en Malasia
Crónica secreta de los chilenos condenados a la horca
FOXLEY, VERÓNICA
Agonía en Malasia
Crónica secreta de los chilenos condenados a la horca
Santiago de Chile: Catalonia, 2020
ISBN: 978-956-324-819-7
ISBN Digital: 978-956-324-820-3
PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
CH 070.40.72
Diseño de portada: Guarulo & Aloms
Fotografía de portada e interior: archivo personal de la autora
Diseño y diagramación: Sebastián Valdebenito M. Edición de textos: Luis San Martín Arzola (vueloartico.com) Dirección editorial: Arturo Infante Reñasco
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, en todo o en parte, ni registrada o transmitida por sistema alguno de recuperación de información, en ninguna forma o medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin permiso previo, por escrito, de la editorial.
Primera edición: noviembre 2020
ISBN: 978-956-324-819-7
ISBN Digital: 978-956-324-820-3
RPI: código solicitud cdnfwq (28/10/2020)
© Verónica Foxley, 2020
© Catalonia Ltda., 2020
Santa Isabel 1235, Providencia
Santiago de Chile
www.catalonia.cl – @catalonialibros
Índice de contenido
Portada
Capítulo 1 LA LLAMADA DE LA MUERTE
Capítulo 3 LA VIDA SECRETA DE TASHA
Capítulo 4 LA MUERTE CAMINA CON TACONES ROJOS
Capítulo 5 LA CÁRCEL POR DENTRO
Capítulo 7 LA ESPERA INTERMINABLE
Capítulo 10 EN BUSCA DE LA DUDA RAZONABLE
A José Miguel y Elisa
La verdad rara vez es pura y nunca simple.
Oscar Wilde,
La importancia de llamarse Ernesto
PRÓLOGO
Desde el primer día que empecé la investigación para este libro supe que este sería mucho más amplio que la crónica de dos chilenos condenados a la horca por el homicidio de una transgénero en Malasia.
Esta era una historia que transcurría en un país musulmán, en una tierra de verdugos y sultanes. Pero además, en una nación donde los códigos de vida en común y las reglas de convivencia resultaban ajenas para una periodista occidental.
Por eso, para construir el relato había que imbuirse en ese contexto religioso, en aquella fusión de tres razas que conforman ese país asiático y la influencia que el islam tiene en su día a día, su cultura y su sistema penal.
Llegué a Kuala Lumpur en octubre del 2018. Iba llena de preguntas y sin una sola fuente que pudiera facilitar el trabajo de documentación para el caso. El juicio recién había empezado y, por lo tanto, había otros periodistas que cubrían la historia. Desde ese primer momento fueron generosos compañeros de ruta. Mientras ellos debían ceñirse a la contingencia y a la noticia dura, yo tenía el tiempo para ir golpeando puertas, para ir desenvolviendo las capas de una historia que corría veloz, amenazante y hermética.
Ni abogados ni parientes ni policías ni testigos querían abrir el abanico. Los primeros, por temor a que cualquier dato o declaración perjudicara el proceso judicial de los chilenos; y en el caso de los agentes de la ley lo que primaba era el miedo. Sin exagerar, hablar con la prensa podría significarles también ir a parar a la cárcel o, en el mejor de los casos, ver su carrera terminada.
Lo primero fue encontrar un hilo desde donde jalar, un testigo, una voz secreta que se animara a romper el cerco informativo impuesto por las familias de los involucrados, alguien que forzara el cerrojo y contara lo que había visto, lo que sabía, lo que creía. Hubo que ser muy paciente y actuar con discreción, a ratos intentar hacerse invisible en una trama donde la inocencia y la culpabilidad transitaban por un angosto desfiladero, críptico y sinuoso, con más preguntas que certezas, donde la muerte de una persona en extrañas circunstancias interpelaba como un eco cercano y punzante.
Fue