E-Pack HQN Sherryl Woods 2. Sherryl Woods

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E-Pack HQN Sherryl Woods 2 - Sherryl Woods Pack

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demasiadas vueltas a su desliz.

      Por fin, seguro de que no lo iban a juzgar, Mack se subió al sofá con entusiasmo y le enseñó la hoja. Por suerte, los problemas eran sumas muy básicas, algo que al menos no había olvidado.

      Cuando hubo terminado con las matemáticas y, después de enseñarle a Frances los otros deberes, Mack corrió a buscar a Daisy para tomar la leche con galletas que ella les había prometido antes de que se fueran a la cama.

      —¿Has terminado tus deberes, Jenny? —preguntó mientras les servía la leche.

      —Querrás decir Daisy —dijo la niña mirándola con gesto curioso—. Jenny es otra persona.

      —Su nieta —añadió Mack.

      —Lo siento —se disculpó Frances—. No sé dónde tengo la cabeza esta noche.

      Mack le regaló una amplia sonrisa.

      —A lo mejor yo y Daisy podríamos buscártela.

      —Se dice «Daisy y yo» —le corrigió automáticamente y añadió—: Y ojalá lo hicierais. Avisadme si la encontráis.

      Porque cada vez le era más difícil fingir que todo iba bien.

      Karen miró a su alrededor y observó al grupo de mujeres reunidas en el salón de Dana Sue. Las conocía a todas, pero verlas así, relajadas y bromeando sobre su vida, sus maridos y sus trabajos, la llenó de una calidez que nunca antes había sentido. Tenía la sensación de que compartían los más íntimos detalles de sus vidas sin ningún miedo a ser juzgadas.

      —¿Te hemos asustado ya? —le preguntó Maddie sentándose a su lado en el sofá—. No hay ningún tema de conversación sagrado cuando las Dulces Magnolias se reúnen.

      Karen se rio.

      —Ya lo veo. ¿Es por los margaritas o es que os sentís tan cómodas las unas con las otras que os dejáis llevar y os lo contáis todo?

      —Un poco las dos cosas, sospecho —respondió Maddie—. Ya sabes que Helen, Dana Sue y yo nos hicimos amigas en el colegio hace como un millón de años. Hay muy pocos secretos que nos hayamos dejado sin contar. Jeanette empezó a reunirse con nosotras después de que empezara a trabajar en The Corner Spa. Annie, Sarah y Raylene eran todas amigas del instituto, pero de una generación distinta. Helen y yo prácticamente ayudamos a criar a Annie porque siempre estaba con mis hijos. Y ahora, por supuesto, está casada con mi hijo.

      —Creo que eso es lo que más me gusta —admitió Karen—, ver dos generaciones, sobre todo a una madre y una hija, llevándose así de bien, como dos grandes amigas. Ojalá yo hubiera tenido una oportunidad así con mi madre.

      —¿Ha fallecido? —preguntó Maddie con gesto comprensivo.

      —No exactamente. Hace mucho tiempo acepté que nunca tendríamos una buena relación —respondió Karen sin poder evitar la amargura que tiñó su voz.

      —Los vínculos entre madre e hija pueden ser complicados en las mejores condiciones. No hay duda de que Helen y Flo tienen sus momentos —dijo con un centelleo en la mirada—. Y mi madre...

      —Es la famosa artista local Paula Vreeland, ¿verdad? —le preguntó Karen al acordarse.

      —Lo es, y hemos tenido nuestros más y nuestros menos a lo largo de los años —admitió Maddie—. Pero Raylene es la que de verdad tuvo una relación difícil con su madre. Deberías hablar con ella algún día sobre lo mucho que le ha costado asumir eso. Las circunstancias eran distintas, pero está claro que a las dos os ha afectado lo que os ha pasado.

      —Puede que lo haga —dijo Karen.

      La expresión de Maddie se tornó más seria.

      —¿Habéis solucionado Elliott y tú los problemas por lo del nuevo gimnasio? Siento mucho que hayamos creado tensión entre los dos sin darnos cuenta.

      —No es culpa vuestra —respondió Karen de inmediato. Y como no se sentía preparada del todo para expresar y confesar lo aterrorizada que estaba ante el compromiso económico en que se había metido su marido, forzó una sonrisa—. Ya lo solucionaremos.

      —Seguro que sí —dijo Maddie—. Te adora, ya lo sabes.

      Karen sonrió.

      —Eso he oído.

      Maddie frunció el ceño ante su elección de palabras.

      —¿Es que no lo crees?

      —Claro que sí —respondió tal vez demasiado deprisa—. Todos los matrimonios pasan por sus baches, ¿no? Y los primeros años son los más complicados.

      —De eso no hay duda —confirmó Maddie—. Para que lo sepas, todas nos alegramos mucho de que estés aquí esta noche. Si alguna vez necesitas hablar, a todas se nos da muy bien escuchar. Y a veces hasta podemos guardarnos nuestros consejos, si es lo que prefieres.

      Karen miró a su alrededor y oyó a todas las demás aportar sus opiniones sobre si ya era hora de que Sarah y Travis se tomaran en serio lo de tener un bebé. Se giró hacia Maddie.

      —¿De verdad podéis? —preguntó con escepticismo.

      Maddie se rio.

      —Lo prometo. Puede que nos mate contenernos, pero podemos hacerlo.

      Justo en ese momento le sonó el móvil. Miró la pantalla y vio que era de casa.

      —Tengo que contestar —le dijo a Maddie.

      Salió de la habitación y respondió.

      —Daisy, ¿va todo bien?

      —No estoy segura, mamá. ¿Puedes venir a casa?

      —Claro que puedo, pero ¿qué está pasando?

      —Es Frances. Lleva toda la noche muy rara. Como si estuviera confundida.

      —¿Confundida en qué sentido?

      —He tenido que decirle dónde está el baño y no deja de llamarme Jenny, pero esa es su nieta.

      Saltaron todas las alarmas, a pesar de que lo del nombre podría haber sido una inocente equivocación. Por sí solo no habría significado nada, pero no recordar dónde estaba el baño en una casa que había visitado hacía poco, sin duda era preocupante. Además, Karen había visto señales de que algo le pasaba a Frances en su última visita. No había duda de que los últimos incidentes juntos resultaban inquietantes.

      Además, si Daisy estaba preocupada, tenía que irse a casa ya.

      —Ahora mismo voy —prometió—. Seguro que todo va bien, pero me alegro de que hayas llamado.

      —Date prisa, mamá. Mack y yo nos estamos asustando un poco.

      Karen estaba a punto de ofrecer sus disculpas y marcharse cuando de pronto se dio cuenta de que no tenía forma de llegar a casa. Elliott la había dejado allí y había quedado en recogerla cuando volviera de salir

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