E-Pack HQN Sherryl Woods 2. Sherryl Woods
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—Eso no es una excusa —dijo Karen.
—Claro que no —asintió Elliott sin ponerse del lado de su familia por primera vez—. Creo que pasa algo más. Adelia tampoco ha estado siendo ella misma últimamente. Mañana llegaré al fondo del asunto y ten por seguro que Selena se disculpará.
—Una disculpa forzada no significará mucho —dijo Karen.
—Pero es necesaria de todos modos —respondió con convicción—. La gente de esta familia no se comporta así. Siento mucho que le haya arruinado la noche a Daisy. Esperaba que fuera especial para ella, un recuerdo que guardara para siempre.
Karen vio lo disgustado que estaba por el hecho de que un miembro de su familia le hubiera causado tanta angustia.
—Como has dicho, el helado ha mejorado bastante las cosas. Seguro que se le pasará.
Él vaciló y dijo:
—Hay una cosa que ha dicho Selena que creo que deberíamos hablar, algo que podríamos corregir.
Karen lo miró extrañada.
—¿Por qué está en nuestras manos corregir algo que haya dicho Selena?
—Porque podemos —respondió sencillamente—. Ha dicho que Daisy no era su prima y que yo tampoco era su verdadero padre. Ya hemos hablado de la posibilidad de que adopte a los chicos, pero no hemos tomado ninguna decisión. Puede que ya sea hora de hacerlo.
Karen asintió distraídamente. El tema de la adopción ya había surgido de vez en cuando y lo había dejado pasar aunque no estaba segura del todo de por qué. Sin embargo, esa noche no podía tratar un tema tan importante.
—Ya hablaremos del tema, pero ahora no. Tengo que ir a ver cómo está Daisy.
Elliott suspiró mostrando su exasperación, pero ella lo ignoró. Esa noche Daisy era lo primero y ella aún estaba a punto de explotar de impotencia por lo que había pasado. Al menos en esa ocasión, Elliott no había corrido a ponerse del lado de su sobrina. A veces parecía como si estuviera ciego cuando se trataba de su familia. En ocasiones, Adelia, sus otras hermanas e incluso su madre también habían sido igual de desconsiderados con ella aunque, por suerte, casi todo eso ya formaba parte del pasado.
Después de levantarse para ir a ver a su hija, se agachó y lo besó.
—Gracias por cuidar tan bien de ella.
—Es mi trabajo —dijo sin más.
Karen encontró a Daisy en su habitación tapada con la manta hasta las orejas. El vestido que había sido la causa del incidente de esa noche estaba tirado en el suelo.
—Deberías haberlo colgado —le dijo con delicadeza al recogerlo y colocarlo sobre una percha.
—¿Por qué? No me lo voy a volver a poner nunca. No quiero que esté aquí. Devuélveselo a la tonta de Selena si tanto le importa. Y ya no quiero ir a casa de la abuela Cruz después del colegio, no si Selena va también.
Karen suspiró ante el testarudo tono de Daisy. Se sentó en el borde de la cama aún con el vestido en la mano y miró a su hija a los ojos.
—Ya discutiremos en otro momento adónde irás después del colegio. Ahora preferiría centrarme en lo de esta noche. A lo mejor puedo ayudarte a entenderlo.
—Selena es una egoísta y ya está.
Karen sacudió la cabeza.
—Lo dices, pero no lo piensas de verdad.
—Sí que lo pienso.
—Seguro que sabes que lo que Selena te ha dicho no ha sido por el vestido.
—¿Entonces por qué?
—Elliott cree que a su padre no le hacía mucha gracia llevarla al baile, al contrario que él, que estaba feliz de ir contigo. Sospecho que Selena estaba celosa.
Daisy se incorporó con los ojos como platos. Que su ídolo pudiera tener celos de ella era algo que le llamó mucho la atención.
—¿De mí?
Karen asintió.
—Sabes que Elliott te adora y le hizo sentirse genial que le pidieras que te llevara al baile. Para Ernesto fue como una obligación de la que no se podía librar y seguro que eso hirió los sentimientos de Selena. ¿Lo entiendes?
Daisy se quedó pensativa. Era mucho pedir que una niña de nueve años intentara comprender el impacto de los actos hirientes de un adulto.
—Supongo —dijo al momento.
—Entonces a lo mejor podrías centrarte en lo afortunada que eres de tener a Elliott como padrastro y plantearte perdonarla —le sugirió.
—A lo mejor —contestó Daisy a regañadientes.
Karen se agachó para abrazarla.
—Piensa en ello. Buenas noches, cielo. Siento que tu primer baile no haya sido todo lo que te esperabas.
—Ha empezado muy bien —admitió—. Elliott ha estado enseñándome a bailar.
—Tiene unos pasos muy buenos en la pista de baile —dijo Karen sonriendo al recordar cómo bailaron en su boda.
—Las demás niñas estaban mirándolo. Creo que todas querían bailar con él.
—Seguro que el lunes por la mañana tendrán muchas preguntas que hacerte, aunque tendrás que decirles que ya está pillado, que pertenece a tu mami.
Daisy se rio.
—¡Mamá!
—Bueno, es la verdad.
—Creo que es el mejor padrastro del mundo.
—Yo también lo creo —contestó Karen en voz baja. El mejor.
Y cuando sopesó eso contra las tontas riñas que habían tenido últimamente, lo tuvo claro. El día que había encontrado a Elliott había sido el más afortunado de su vida. Así que cuando las cosas fueran mal, y no habría duda de que volvería a pasar, tendría que recordarlo.
Elliott normalmente no podía sacar ni media hora para almorzar los sábados, pero esa semana le pasó su cita de las once a otro entrenador del gimnasio y se fue directo a casa de su hermana, decidido a llegar al fondo del asunto de lo que estaba pasando allí.
Cuando llegó a la enorme casa que Ernesto había construido en cuatro mil metros cuadrados de tierra boscosa a las afueras de Serenity, oyó a los niños jugando en el estanque. Por norma general habría ido a saludarlos, pero ese día su único objetivo era quedarse a solas con Adelia para mantener una charla sincera.
Justo cuando estaba a punto de llamar al timbre, la puerta delantera se abrió y Ernesto pasó por delante de él con mal gesto. Desde dentro oyó a Adelia gritándole que no se molestara en volver a casa.
Elliott