¿Fin del giro a la izquierda en América Latina? . Gisela Zaremberg
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¿Ha concluido el giro a la izquierda? ¿Estamos ante un giro a la derecha? Al momento de escribir este texto, en siete de los catorce países del cuadro 1 la izquierda no había salido del poder (Venezuela, Uruguay, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, El Salvador y Costa Rica), en uno de ellos salió, pero luego regresó (Chile) y en seis ha sido derrotada en las urnas o en el Congreso (Brasil, Argentina, Perú, Panamá, Paraguay y Guatemala). En consecuencia, la respuesta a la primera pregunta es “sí”, pero a la segunda es “no”; es decir, el péndulo de la política latinoamericana ya no está situado a la izquierda, pero aún no ha girado a la derecha, aunque ello podría ocurrir. Resulta impresionante que el éxito o el fracaso de líderes y gobiernos sea tan altamente sensible a los ciclos de la economía y, en particular, a los precios internacionales de materias primas, lo que nos lleva a concluir que en última instancia la suerte política de la región está en gran medida determinada por factores externos sobre los que la influencia de los países latinoamericanos es nula. No puede llegarse a otra conclusión si al menos se considera lo siguiente: a) que el giro comenzó en medio de una crisis económica cuyos costos políticos fueron muy altos para quienes se encontraban en ese momento gobernando en la región; b) que, de acuerdo al hallazgo que se muestra en el capítulo de Basabe y Barahona, en Ecuador los triunfos electorales a nivel subnacional de Alianza País y el apoyo al presidente Correa van prácticamente de la mano con el precio del petróleo, y c) que, como señalan Olmeda y Zaremberg, el triunfo de Macri en Argentina y el arribo de Temer a la presidencia de Brasil se produjeron en contextos recesivos de sus economías. Los estudios futuros deberán profundizar al respecto, e intentar encontrar los factores internos que hacen que esa vulnerabilidad política externa se reduzca.
Los efectos del ciclo económico llegaron a sentirse no solo en los procesos políticos internos de los países de la región, sino también en las relaciones entre ellos. Así, el boom de las materias primas y la coincidencia ideológica de los gobernantes propició su acercamiento y el emprendimiento de iniciativas de integración regional en que se destacaba la identidad y la solidaridad latinoamericana como factores que deberían fortalecer la unidad de América Latina. En ese espíritu se crearon la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y varios países se sumaron al ya existente Mercosur. Sin embargo, incluso antes de que varias de las izquierdas salieran del poder esas iniciativas perdieron fuerza y a la fecha la tan pretendida unidad latinoamericana está prácticamente congelada, lo que tuvo que ver con que los problemas económicos de los gobiernos y las crisis políticas que generaron ocuparon la agenda y las preocupaciones de los líderes que anteriormente habían buscado impulsarla. La desaparición de Hugo Chávez, figura emblemática en todos los foros continentales, y de Néstor Kirchner, quien fuera el primer secretario general de la Unasur, sin duda también influyeron en ello.
Como se ha mostrado, la inclusión socioeconómica ha sido la agenda más impulsada por los países del giro, seguida (en algunos países) por la inclusión política. En ambos temas la izquierda latinoamericana coincide con la oposición cubana, aunque en la isla caribeña es inversa la importancia que se les asigna: la inclusión política por encima de la socioeconómica. Al respecto, el capítulo de Chaguaceda muestra que en la formación y crecimiento de la Unión Patriótica de Cuba (Unpacu) resultó crucial la construcción de una identidad ciudadana democrática, la que tiene a los derechos humanos (entendidos como demandas por el cambio de las relaciones de poder) como principal articulador. Sin embargo, en el contexto actual en que el gobierno de Raúl Castro ha emprendido reformas económicas para liberar algunos ámbitos de mercado y se esperaría una flexibilización política y mayor tolerancia a las organizaciones opositoras, los integrantes de la Unpacu han sido víctimas de mayor represión y, a la fecha, no hay ninguna señal de que el régimen pretenda avanzar hacia una transición democrática. En esas condiciones, y si se considera que las demandas de esta organización giran en torno a la construcción de una economía social de mercado, de libertad sindical, de libertad a presos políticos, de una nueva constitución, etcétera, se puede concluir que la izquierda regional tiene, en general, más afinidad con los grupos opositores que con el gobierno cubano. Este hallazgo es muy sorprendente dada la cercanía de varios líderes latinoamericanos con Fidel (antes) y con Raúl Castro (ahora), pero hablando estrictamente de los temas que interesan a unos y a otros, claramente el régimen cubano se aleja de lo que es hoy la izquierda en América Latina.27
Los capítulos de este libro dan sustento parcial a la caracterización de la izquierda regional que se realiza en la literatura. A pesar de las diferencias existentes entre países, la izquierda de hoy ciertamente no es anticapitalista (a pesar de la estridencia de algunos de sus líderes), asume la importancia de la estabilidad económica (aunque no en todos los casos la ha podido mantener) y de los intercambios de mercado, pero también está convencida de que se requiere de regulación estatal y de redistribución del ingreso. Sin embargo, la izquierda no ha emprendido la tan necesaria reforma de la estructura tributaria que haga sostenible las políticas impulsadas. En ese sentido, su dependencia de las buenas condiciones externas no la hace distinta a los gobiernos de derecha que prevalecieron anteriormente. No obstante, un logro de los años en que imperó el giro fue mostrar que el neoliberalismo no es la única opción disponible para las economías latinoamericanas y que a través de políticas sociales activas se puede reducir la pobreza y la desigualdad. Por otra parte, en el ámbito político es mucho lo que la izquierda nos queda a deber, ya que ha sido escaso el impulso a medios alternativos de participación política,28 y en los países en que se han empleado mecanismos de democracia directa ha prevalecido el afán plebiscitario de los presidentes.29 También es muy poco lo que se ha avanzado en términos de igualdad de género o del reconocimiento de derechos a minorías sexuales e indígenas. En este ámbito, lo que señala la literatura como rasgos de la izquierda está basado más en buenos deseos que en evidencia.
Ya sea en el poder o en la oposición, la izquierda será un rasgo permanente de la política institucional en América Latina y en cada elección, un actor competitivo con serias posibilidades de triunfo (en varios países durante mucho tiempo estuvo aislada en sindicatos, movimientos sociales, etc.). Esa herencia que nos deja el giro a la izquierda es favorable y permite que la democracia sea hoy más plural que hace dos décadas (tal vez la única excepción sea la de Venezuela). Además, actualmente los electores pueden distinguir con mayor claridad que antes qué esperar de gobiernos de izquierda o de otras corrientes, ya que el giro mostró un cambio no solo en quienes gobernaban, sino también en cómo lo hacían. Esa mayor información también es positiva. A pesar de ello, quedan a futuro muchos retos, no solo para la izquierda sino para los países en general: ¿cómo reducir sostenidamente los rezagos sociales?, ¿cómo ganar en inclusión política y en pluralismo al mismo tiempo?, ¿cómo enfrentar a la corrupción sin caer en planteamientos ingenuos?, ¿cómo disminuir la vulnerabilidad económica y política respecto al exterior? Los capítulos de este libro contribuyen de forma importante al conocimiento sobre la política regional, pero sobre todo ayudan al surgimiento de nuevas interrogantes. En última instancia, esa es la prueba de un buen trabajo académico.