El destape. Natalia Milanesio

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El destape - Natalia Milanesio Singular

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sexual individual y colectivo y al mismo tiempo de denuncia social del sexismo, la homofobia y la injusticia sexual.

      El destape es una historia social y cultural de la sexualidad basada en una amplia variedad de voces: directores de cine, escritores, académicos, educadores, periodistas, terapeutas sexuales, médicos, activistas por los derechos de gays y lesbianas, feministas, telespectadores, lectores, expertos en planificación familiar y el Estado. También incorpora a la Iglesia católica y diversas instituciones católicas dado que fueron los opositores más acérrimos del destape. El análisis está construido sobre un conjunto amplísimo de fuentes primarias como revistas, películas, programas de televisión, publicidades, manuales y libros de sexología, novelas, encuestas, estadísticas y el archivo de la editorial Perfil, responsable de algunas de las publicaciones más icónicas del destape. Además, utiliza entrevistas orales con militantes feministas, sexólogos, periodistas y educadores sexuales así como sus archivos personales. Incluye asimismo, un extenso trabajo con boletines, investigaciones y documentos institucionales de organizaciones feministas, gays, lesbianas, sexológicas, católicas y del Episcopado Argentino. Para integrar de manera efectiva esta variedad de fuentes, este libro emplea herramientas metodológicas y teóricas de los estudios culturales, la teoría feminista, la historia oral y los estudios sobre cine y medios de comunicación.

      Después de casi dos décadas en el exilio, Juan Domingo Perón regresó a la Argentina en 1973 para asumir la presidencia por tercera vez. La alta volatilidad social y política existente se incrementó con el creciente enfrentamiento entre la organización peronista Montoneros y los sectores peronistas de derecha comandados por el ministro de Bienestar Social y secretario privado de Perón, José Lopéz Rega, impulsor del grupo paramilitar Alianza Anticomunista Argentina o Triple A. Cuando Perón murió en 1974 y su viuda y vicepresidenta María Estela Martínez de Perón (conocida como Isabel Perón) asumió la presidencia, el país se sumergió en un profundo caos marcado por la falta de liderazgo político, la crisis económica y la ascendente violencia entre la derecha y la izquierda peronistas. En este contexto y comandado por el general Jorge Rafael Videla, un golpe de Estado militar derrocó a Isabel Perón el 24 de marzo de 1976 y estableció el Proceso de Reorganización Nacional con el objetivo de derrotar al movimiento revolucionario y defender los valores occidentales y cristianos.

      El gobierno radical identificó a la modernización cultural, la participación política, la libertad de expresión, el pluralismo social y los derechos humanos como objetivos centrales para la reconstrucción democrática. Sin embargo, el camino hacia la recuperación política y económica y la sanación social estuvo plagado de innumerables obstáculos. Además de enfrentar una inflación incontrolable y el aumento de la deuda externa y el déficit fiscal, el gobierno sufrió la oposición de los líderes sindicales peronistas que luchaban en contra del deterioro del salario real, por la mejora de las condiciones de vida y por el control de los gremios. También sufrió la oposición, por un lado, de la Iglesia católica por temas como la ley de divorcio y el programa de secularización de la educación y, por otro, de los sectores empresariales por los intentos de control de precios, la tasa de cambio y las restricciones al crédito. A pesar de estas dificultades y conflictos, el gobierno no descuidó, inicialmente, su política de derechos humanos. En 1983, creó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) para investigar los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura, y en 1985 el Juicio a las Juntas condenó a cinco de sus miembros. Sin embargo, la presión de las Fuerzas Armadas y los levantamientos militares carapintadas forzaron al gobierno a aprobar, a pesar de la resistencia ciudadana, la Ley de Punto Final, que en 1986 estableció el fin de las acciones legales por crímenes cometidos por la dictadura. Un año después, la Ley de Obediencia Debida determinó que los delitos –con excepción de la apropiación de niños y/o inmuebles– cometidos por miembros de las Fuerzas Armadas por debajo del rango de coronel no eran punibles, ya que los subordinados habían actuado bajo las órdenes de sus superiores.

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