El destape. Natalia Milanesio
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Cambio histórico, transición democrática y la historia de la sexualidad
El destape no es una historia comparativa de la sexualidad en la dictadura y en la democracia. Es, en cambio, una historia de la cultura sexual argentina que surgió en 1983 con la caída del régimen militar. La dictadura es clave para entender el destape de los ochenta porque es el contexto histórico inmediato que permite apreciar la naturaleza y el impacto de los cambios que ocurrieron después de su derrumbe. Es por ello que para situar al destape en perspectiva histórica, cada capítulo incorpora el análisis de diversos aspectos de los años sesenta y setenta. Sin embargo, el libro se enfoca en el destape, reafirma su especificidad histórica y lo identifica como un objeto de estudio particular y novedoso. Esta clarificación es importante porque el destape se encuentra en una posición inusual y un poco “incómoda” tanto en términos históricos como historiográficos: ocurrió durante el regreso de la democracia, un período abordado fundamentalmente desde la ciencia política, y está situado cronológicamente después de la dictadura militar, uno de los temas más estudiados de la historiografía argentina.
Aunque los estudios sobre la dictadura de los setenta comenzaron recién en la década de los noventa, el tema es el protagonista indiscutido del campo que la academia argentina llama “historia reciente”. Las investigaciones se han centrado principalmente en la violencia política, tanto por parte del Estado como de las fuerzas armadas revolucionarias.[11] En la última década, dicho campo ha incorporado el estudio de la memoria recuperando los recuerdos de militantes y combatientes de izquierda y, más recientemente, de ciudadanos sin afiliación o participación política con el objetivo de reconstruir la vida cotidiana bajo la dictadura. De este modo, los académicos comenzaron a estudiar la construcción de consenso después de un largo período centrado en el análisis de la represión.[12] Debido a la prominencia de estos temas de investigación, no existe todavía una historia de la sexualidad en la dictadura como un campo destacado y reconocible de la historia reciente, a pesar de algunos trabajos pioneros interesados en los medios de comunicación y la cultura, en las mujeres dentro de las organizaciones armadas y en la cultura gay durante los setenta. Esto me ha llevado a una reconstrucción minuciosa de diversos aspectos de la historia sexual de los años setenta para así poder contextualizar mi historia de la sexualidad en los ochenta.[13]
En los últimos años, los historiadores comenzaron a cuestionar la caracterización de la dictadura militar de los setenta como una excepción o una ruptura histórica, reconsiderando las continuidades entre el régimen militar y los períodos precedentes y subsiguientes. Todavía incipiente, este abordaje ha señalado la permanencia, durante los años setenta, de instituciones, herramientas y tecnocracias represivas que fueron legadas por gobiernos previos. Por otro lado, algunas investigaciones han indicado la subsistencia de esas instituciones, herramientas y tecnocracias, así como la supervivencia de valores autoritarios, después del retorno de la democracia.[14] Más allá de estos estudios principalmente interesados en la violencia política, la discusión acerca de otros cambios y continuidades sociales, culturales y políticos entre la dictadura y la democracia no es más que especulativa. Para poder establecer comparaciones efectivas que permitan llegar a conclusiones sólidas en materia de permanencias y transformaciones, se necesitan investigaciones profundas de los dos momentos históricos a comparar. La historiografía de los setenta intuye (en vez de probarlas con certeza) muchas continuidades con el período democrático siguiente porque simplemente no hay suficientes investigaciones históricas sobre la década de 1980. Como sostienen Marina Franco y Daniel Lvovich, los historiadores han retrocedido en el tiempo para situar la dictadura militar en un continuo histórico pero no han avanzado con la misma determinación sobre los años ochenta.[15]
El destape propone tácitamente preguntas sobre permanencias y cambios. En este sentido, un argumento importante es que el destape fue sinónimo de transformación. Durante la dictadura, los argentinos tenían sexo, hablaban de sexo y consumían productos culturales y mediáticos con contenido sexual diverso pero el sexo era social y culturalmente marginal, censurado, purgado y silenciado. Esto era consecuencia, en muchos casos, de una cultura sexual conservadora que precedía al régimen militar y que este adoptó y continuó como propia. En un contexto marcado por el miedo, la violencia y la incertidumbre, el sexo estaba imbuido de connotaciones negativas, alarmantes y oscuras o estaba ante todo asociado con responsabilidades políticas y sociales en detrimento de la subjetividad y el deseo. Para los adultos, el sexo era infantilizado y para los jóvenes era presentado como algo peligroso y vergonzoso. Para todos, pero en primer lugar para las mujeres, la sexualidad era objeto de control social, legal y cultural.
Por el contrario, con el regreso de la democracia, el fin de la censura y el nuevo clima de libertad, el sexo capturó la imaginación social y se convirtió en la estrella indiscutida de la cultura popular. Esta fue una transformación cuantitativa y cualitativa que tuvo importantes consecuencias sociales: el sexo estaba en todos lados, y la cultura y la sociedad experimentaron niveles de explicitud sexual sin precedentes. La nueva franqueza y liberalidad sexual invadieron los medios, las calles, las escuelas, los hospitales, los talleres feministas, los consultorios de los sexólogos, las marchas y los dormitorios. La sociedad se erotizó y la sexualidad, omnipresente, adquirió una diversidad de significados positivos relacionados con la ciudadanía, el progreso social, el desarrollo nacional y la modernidad. La democracia liberó imágenes y discursos sexuales, politizó la sexualidad e incentivó y enmarcó la lucha por los derechos sexuales de mujeres y minorías sexuales. Así, la cultura sexual posdictadura se transformó en una poderosa metáfora de la democracia y de la reconstrucción de la sociedad argentina. De hecho, al crear, expresar y debatir sus ideas sobre sexualidad, distintos sectores sociales propusieron diferentes visiones para una nueva sociedad democrática.
Si al término de la dictadura el destape aparece como una transformación explosiva, su originalidad y significancia son aún más notables cuando se lo considera parte de un continuo histórico más largo. La historiadora Isabella Cosse ha señalado que en la década del sesenta la Argentina experimentó “una revolución sexual discreta” que extendió la aceptación social de las relaciones sexuales prematrimoniales y cuestionó que la virginidad femenina fuera un requisito de respetabilidad y decencia. Pero el cambio fue discreto porque el sexo prematrimonial era aceptado solo como parte del cortejo y entendido como una expresión del amor, especialmente en el caso de las mujeres. En consecuencia, la “revolución” no separó la sexualidad de la domesticidad, de la responsabilidad ni del amor. De hecho, el amor se consideraba requisito y justificación del sexo, y el placer sexual rara vez era tema de discusión pública. Esta “revolución” prudente y moderada tampoco cuestionó la heterosexualidad, la familia nuclear, los desbalances de poder sexual entre hombres y mujeres o el sexismo. Dado el clima conservador y autoritario de los sesenta y setenta, durante gobiernos militares y democráticos, la “revolución sexual discreta” nunca se convirtió en “espectacular” ni hubo un cambio vasto o radical de valores y conductas sexuales. No fue hasta los años ochenta, con el regreso de la democracia, cuando el proceso de transformación iniciado dos décadas antes llegó de manera estridente a su punto culminante. Fue entonces cuando el destape trasladó la sexualidad del ámbito privado al público, colocándola en el epicentro del debate social y generando una renovación conceptual y estética de las formas de pensar, entender y hablar sobre sexo así como de las formas de vivirlo.[16]
Porque el destape está lleno de contradicciones y limitaciones, este libro no postula que haya sido una revolución sexual (aunque muchos contemporáneos así lo creyeron). Sin embargo, la centralidad del sexo en la sociedad y en la cultura de los años ochenta fue tan vehemente y sorprendente que el destape debe ser considerado como un fenómeno único de transformación original. Su singularidad y alcances son aún más importantes a la luz de la revolución sexual discreta de los años sesenta y, asimismo, de la hipocresía sexual, el puritanismo estatal y la censura de los setenta. Al repensar el lugar histórico del destape, este libro se relaciona con una nueva historia de la sexualidad que ha comenzado a cuestionar si la revolución sexual de los sesenta, asociada a hechos como las protestas de Stonewall en Nueva York en 1969 o el verano del amor en Inglaterra