Los Bárbaros 16-17. Группа авторов

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Los Bárbaros 16-17 - Группа авторов

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sleeping

      So shh…

      Silencio de redonda

      La calefacción arranca con un soplido ronco

      Una puerta chirría sólo al final

      antes de cerrarse,

      como un alarido seco

      El picaporte del baño también al tocarlo,

      retumba en las paredes de la ducha.

      Todo suena

      reverbera en mí

      y en los cuatro que somos

      I’m getting to know a house

      A land

      Its dirt

      Salgo a caminar por el bosque

      y encuentro lugares en los nunca nadie antes caminó

      Ninguna persona

      Solo venados, ardillas, raccoons

      Walk with the lopper

      So you can free some trees

      me recomiendan.

      Mordor

      les decimos en la jerga familiar

      A los sectores del bosque que están llenos de vainas derrumba árboles

      Piso ramas, hojas secas,

      wood chips

      (Esa eficiencia del inglés para describir las astillas de madera)

      crujientes y doradas al sol

      sueltan el aroma fresco y dulce de los cedros

      A la mañana hay tocatas de pájaros carpinteros

      woodpeckers

      Aún no aprendí a verlos

      Solo los escucho

      Cuando oscurece

      las ranitas se despiertan y cantan.

      Circuncisión

      Benny Chueca

      Huevón, he conocido a una escritora!, dice el Gordo. Acaba de sentarse en mi mesa en el café Reggio, un sitio bonito y abarrotado cerca de Washington Square. No, no la conozco en persona, pero ya quedamos en la library. Puta, huevón, no seas huevón: en el bar The Library. ¿Cómo chucha se te ocurre que voy decirle para ir a la biblioteca pública de Nueva York? Bueno, sí, dije que es escritora, pero yo... no voy entrar en eso. Además, qué chucha adónde vayamos. Ella me quiere como soy, huevón. ¡Te lo juro! Ahorita te explico. Espérate, me voy a pedir un café como el tuyo, bien negro… ¡Ay, qué chivo! ¿Cuánto cuesta el café aquí? Cómo jodes con tus sitios caros. Se te sigue chorreando toda la pitucada. Por las huevas te fuiste de Buenos Aires, dice el Gordo mientras mira alrededor y encuentra al mesero. A black coffee, please. No, no milk. Thanks. ¿Puta, huevón, por qué mierda siempre me preguntan si milk cuando les acabo de decir black? O sea, por las huevas digo black, reflexiona el Gordo. Mira, terminamos esto y nos vamos por una chela, ¿te parece? Hay un bar chévere por acá, Tom y Jerry. ¿Puedo?, pregunta mirando mi plato. Coge mi tenedor, parte un pedazo del centro de mi quiche de alcachofas y se lo mete en la boca.

      Bueno, en realidad, no sé si habrá publicado algo, dice el Gordo, mientras se sienta y pone dos IPA en la mesa del bar. Decimos salud y él le hace un gesto con el vaso a una enorme cabeza de búfalo negro que está en la pared, sobre nosotros. Mi causa, dice. ¿Cómo voy a saber si ha publicado? ¿No te he dicho que recién la conozco? Sólo he visto una foto suya. Solo hemos intercambiado un par de emails. Y es linda. Medio gordita, dice el Gordo, roleando bien la erre. ¿Y por qué me pones esa cara? Ah, carajo, ahora resulta que uno solo puede cachar contento si cacha con un hembrón. Tú eres churro, pues, la tienes fácil; los peruanos arrastramos la ominosa cadena. Yo ya aprendí a no ponerme especial. Es fácil, si una mujer te dice para cachar, uno cacha y agradece, ¿okey? Y, por último, lo importante es que está interesada en mí tal como soy, repite el Gordo, con esa sonrisa que pone cada vez que se enamora de una chica —hasta donde he visto, de todas las que conoce. Tomamos otro trago de birra fría.

      Mierda, qué buena, le dice el Gordo a la cerveza y le murmura algo más. No escucho el resto. Luego se dirige a mí. O sea, no sé si es escritora, pero yo creo que es escritora y se lo dije y no me dijo que no. A ver, lo que pasó es que leí un texto suyo y me pareció buenazo y, entonces, le mandé un email diciéndole que me gustaba su texto y que seguro era escritora y que yo he escrito algunas cosas, lo cual es cierto, y que por eso me gustaría conocerla y que, aunque no pase nada, me gustaría conversar con ella, explica el Gordo. Le pregunto dónde leyó el texto. Toma otro trago de chela, hace una pausa, comenta lo interesante del amargo de las IPA, agrega que es una pena que en Lima no hubiera este tipo de chela cuando vivía allá y que fue uno de los descubrimientos que hizo cuando llegó a Nueva York, una de esas cosas mínimas, inesperadas, imprevisibles, que luego parece que han sido parte de tu vida siempre. A continuación, filosofa acerca de las limitaciones para la cultura del país andino que representa producir sólo tres —dos, en la práctica— cervezas, y que eso es como tener solo tres canales de televisión. No te ases, huevón. Tranquilo, dice. No te estoy cambiando de tema. Te estoy contando. ¿Dónde leí su texto? El Gordo hace una pausa, medio se esconde detrás de su vaso y dice: lo leí en Craig's List, en la página donde la gente busca sexo.

      ¿Qué tiene de malo Craig's List? Sí, hay avisos de putas, de putos, de todo, pero también hay avisos de gente que quiere tirar y ya. Mira, no solo es gratis sino que, además, no necesitas hacerte ningún perfil ni ninguna de esas huevadas que no puedo hacer. Cada vez que intento llenar un perfil en los sitios de dates online me siento un pobre cojudo. “Me gustan los gatos”, “Mi película favorita es el Imperio contraataca”, “Me pajeo tres veces al día cuando estoy tranqui”. No me jodas. Una vez me hice fotos para poner en un perfil y parecía una mezcla de Hell Angel con Esmeralda Checa. Otro día te explico quién es. Puta, huevón, solo quiero tirar, huevón. Ya. Ya, lo dije, dice el Gordo, agarrándose del vaso con las dos manos, sus hombros caídos siguen la curva de los cuernos del búfalo en la pared. El búfalo, aun disecado, se ve menos miserable. Esta vez pago yo las chelas. He llevado los vasos vacíos a la barra, siempre creo que es un gesto amigable con el barman. Traigo dos IPA y las pongo en la mesa.

      ¿Alguna vez te has pajeado pensando en la huevona de la que te quieres olvidar? Hasta el culo, ¿no? Bueno, hace un mes que me estoy pajeando pensando en ella. Sí, la medio pervertida según tú. A ver, huevón, tampoco te pongas necio. Pervertidos somos todos y, si no lo eres, es que eres un aburrido de mierda. Mira, no voy a discutir eso contigo, dice el Gordo, y comienza una serie de pausas durante las cuales reparo en la música del bar y en las voces animadas a nuestro alrededor. A ver. La verdad es que me siento solo. Y espero que aprecies esto porque nunca lo he dicho antes. Primicia calientita, chocherita. Pero ya, pues, me siento más solo que una rata. Aunque, bueno, en esta ciudad, la soledad de las ratas es un oxímoron. ¿Sabías que cuando cae la noche las ratas pelean contra las ardillas por las toneladas de comida que la gente deja en los parques? Las pizzas y todo eso. Al final, siempre pierden las ardillas. Se tienen que retirar a lo alto de los árboles y desde arriba ver cómo las ratas se banquetean. Porque las ratas son más bravas, pues, y además

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