Las claves del éxito. Daniel Cestau Liz

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Las claves del éxito - Daniel Cestau Liz

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no emotivo, inactivo, primario.

      APÁTICO: no emotivo, inactivo, secundario.

      Estas divisiones, exclusivamente psicológicas, han hallado su complemento en otras en las que se tiene más en cuenta el tipo somático del individuo. Así lo hicieron Kretschmer y Jung.

       INTROVERTIDOS Y EXTROVERTIDOS

      En la década de los treinta, el psicoanalista Carl Jung propuso una tipología de la personalidad fundamentada en “actitudes” congénitas fundamentales: la introversión (la energía dirigida hacia un mundo subjetivo e interior) y la extroversión (la energía dirigida hacia las personas y cosas del mundo exterior). Creía él que uno de esos dos aspectos predominaba en cada individuo. También postuló que en cada persona predomina uno de los cuatro modos de funcionar —pensamiento, sentimiento, sensación e intuición—, cada uno de los cuales puede experimentarse de una forma extra o introvertida.

       CARÁCTER E INTELIGENCIA EMOCIONAL

      Existe una palabra anticuada para designar al conjunto de habilidades que conforman la Inteligencia Emocional: carácter. El carácter, escribe Amitai Etzioni, teórico social de la Universidad de Washington, es “el músculo psicológico que la conducta moral exige”. Y el filósofo John Dewey sostuvo que una educación moral es más efectiva cuando las lecciones se imparten a los niños durante los hechos reales, no sólo como cuestiones abstractas: el modelo de la alfabetización emocional.

      Si el desarrollo del carácter es la base de las sociedades democráticas, consideremos algunas de las maneras en que la Inteligencia Emocional puede apoyar este fundamento. El carácter está sustentado en la autodisciplina; la vida virtuosa, como lo observaran los filósofos, desde Aristóteles, está basada en el autodominio.

      La piedra angular del carácter es la capacidad de motivarse y guiarse uno mismo, ya sea haciendo las tareas, terminando un trabajo, o levantándose a la mañana. Y, como hemos visto, la capacidad de diferir las gratificaciones y de controlar y canalizar la urgencia de actuar es una habilidad emocional básica, lo que en tiempos anteriores se llamaba voluntad. “Necesitamos controlarnos a nosotros mismos, nuestros apetitos, nuestras pasiones, para hacer el bien a otros”, señala Thomas Lickona, al escribir sobre la educación del carácter, “se necesita voluntad para mantener la emoción bajo el control de la razón”.

       LA FORMACIÓN DE UN BUEN CARÁCTER

      “Preocúpese más por su carácter que por su reputación, porque su carácter constituye lo que es usted en realidad, mientras que su reputación sólo es lo que los demás creen que es usted”, dijo John Wooden.

      Respecto a la formación del carácter, dice Arturo Garibaldi Guarino: “Por lo que elegimos o rechazamos vamos procediendo a la modificación de nuestro carácter. Del mundo externo vamos asimilando lo que escogemos”.

      “Nos asemejamos a los insectos, que adoptan el color de las plantas y de las hojas con las que se nutren, porque más tarde o más temprano nos identificamos con el alimento que ha recibido nuestra mente, y con los sentimientos de nuestro corazón”.

      John Stuart Mill reforzaba el concepto: “Aunque las circunstancias influyen mucho en nuestro carácter, la voluntad puede modificar en nuestro favor las circunstancias. Educar nuestro carácter es formarnos buenas costumbres”.

      Estas son algunas de las “buenas costumbres”: espíritu de iniciativa, dominio de sí mismo, perseverancia, amor al trabajo, habilidad, ponderación, discernimiento, nobleza, prudencia, seguridad, resistencia a la fatiga, buen humor y optimismo.

      Quizá teniendo en cuenta que también se habla de la falta de carácter, o de que el carácter más común es no tener ninguno, Stuart Mill recalcó que “un carácter es una voluntad completamente moldeada”.

       COMIENCE POR CONOCER SU PROPIO CARÁCTER

      El profesor William James nos ha dado esta pista: “Muchas veces he pensado que la mejor manera de definir el carácter de un hombre sería buscar aquel estado de ánimo mental o moral con el cual, cuando lo experimenta, se siente más profunda e intensamente activo y vivo. En tales momentos, oye una voz interior que le dice: ‘Este es mi verdadero yo’”.

       NO OLVIDE QUE ES EN LOS MOMENTOS DIFÍCILES CUANDO MÁS SE REVELA NUESTRO CARÁCTER

      El célebre escritor Herman Hesse así lo señaló: “Sólo en las circunstancias aciagas de la vida sale a relucir, sin disimulos, el carácter de una persona”.

      Pero no confunda las verdaderas dificultades con lo que usted cree que son grandes dificultades. Hace ya muchos siglos, el filósofo Demócrito se preocupaba por la falta de equilibrio entre la excesiva superficialidad con que tomamos los asuntos de real gravedad, y la excesiva seriedad con que consideramos los asuntos de menor importancia.

      El insigne escritor Samuel Jonson dio a un amigo un consejo sensato, de utilidad para todos, respecto a ubicar los banales problemas cotidianos en una perspectiva adecuada. “Señor —le dijo— considere lo insignificante que le parecerá esto dentro de un año”.

      Pero la regla de oro la dio Edward Hake: “No lleves nunca a cuestas más de un tipo de problema a la vez; hay quienes cargan con tres: todos los que tuvieron, todos los que tienen ahora, todos los que esperan tener”.

       SOMÉTASE A UNA INFLUENCIA AMBIENTAL POSITIVA PARA SU CARÁCTER

      Una vez que ha determinado los puntos débiles de su personalidad, sométase a una influencia positiva para neutralizar esa debilidad. Por medio de lecturas estimulantes, relaciones convenientes, y la determinación de establecer algunos hábitos nuevos.

       BUENA PARTE DEL CARÁCTER CONSISTE EN ESTABLECER LOS HÁBITOS CORRECTOS

      Cualquier sentimiento, emoción o comportamiento, si son reforzados una y otra vez, se convierten en un hábito, en un condicionamiento.

      No subestime la importancia y el poder de la formación de los hábitos. Dijo John Dryden: “Primero formamos nuestros hábitos, después nuestros hábitos nos forman”.

       LOS CUATRO PILARES DEL CARÁCTER

      Hay cuatro hábitos virtuosos de inestimable valía: puntualidad, exactitud, perseverancia y diligencia. Sin la puntualidad, se pierde el tiempo; sin la exactitud, se menoscaba el crédito; sin la perseverancia, no es posible hacer nada bien hecho; sin la diligencia, se malogran ventajosas ocasiones que ya no se volverán a presentar.

       EL CARÁCTER SE FORMA EN LA ADVERSIDAD

      Nos guste o no nos guste, en este punto coinciden casi todas las corrientes filosóficas y psicológicas.

      Quizá sea porque es en las situaciones difíciles cuando se da lo mejor de sí mismo. Y porque,

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