Despertando a la bruja. Pam Grossman
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No obstante, parece ser que a Hamilton le gustó mucho representar un papel tan icónico. De hecho, lo retomó varias veces a lo largo de su vida, incluidos un episodio que rodó en 1976 para Barrio Sésamo (que solo se emitió una vez debido a las quejas de los padres), y una sesión de fotografía en 1980 realizada por Andy Warhol, que el artista incorporó a un grabado de su serie Mitos, de 1981. Los niños que en 1939 se encogían de miedo ante su presencia se habían convertido en unos adultos que ahora la aplaudían. Existe un audio en línea de ella y de Judy Garland del día que salieron juntas en The Merv Griffin Show, en 1968, casi treinta años después de que se estrenara El mago de Oz. En el audio, Garland sale encantadora, pero es el estridente chillido ornitológico y áspero de Hamilton el que consigue que el público reaccione. Existe una palabra en inglés antiguo, kench, que significa «reírse estentóreamente». Pues bien, yo podría pasarme el día entero escuchando la risa estentórea de Hamilton.
La Bruja Malvada del Oeste es estridente, sin lugar a dudas; y lo que es más perverso todavía, ella se regodea en su estridencia. Y quizá sea eso lo que la hace tan entrañable. Sin duda es terrorífica, tanto que algunos fragmentos de su diálogo fueron cortados tras el preestreno de la película porque el público infantil estaba aterrorizado. Más aún; parece ser que Hamilton se lo pasó en grande. Incluso mientras se funde en la película, la bruja es un ser que vive para sí mismo, y que insiste en afirmar que posee una «hermosa maldad». Sus actos puede que sean condenables, pero si le reconozco alguna cosa es la siguiente: actúa sin vergüenza ni remordimientos. Y esta clase de maldad me resulta absolutamente atractiva. Esa bruja es una vieja descarada.
Hay un clip que salió en línea recientemente en el que aparece una Margaret Hamilton de setenta y dos años en Mister Rogers’ Neighbourhood, en 1975, que nunca me canso de mirar. Hamilton entra en la casa de mister Rogers agarrando una especie de monedero en forma de bolsa de bolos y con su famoso gorro de punta puesto. Lleva unas perlas y un traje de rayas color rosa. Me quedé entusiasmada con la elección semiótica de su indumentaria (la Bruja Malvada vestida de rosa Glinda).
Mister Rogers la conduce hasta un sofá tapizado con una tela de cuadros y ella se sienta y dobla las manos, como si fuera un dignatario extranjero; toda sonrisas.
–Me interesa saber cómo se sintió usted mientras interpretaba a la Bruja Malvada de El Mago de Oz –dice mister Rogers.
MARGARET HAMILTON: Bueno, en realidad estaba entusiasmada […]. Me había disfrazado de bruja muy pocas veces […], solo de pequeña, en Halloween […]. Hay muchos niños a los que les gusta disfrazarse de bruja. Uno puede elegir entre muchas otras cosas, pero a mí también me encantaba disfrazarme de bruja, y cuando tuve la oportunidad de hacer este papel, me sentí muy pero que muy feliz.
FRED ROGERS: O sea, que a los niños y a las niñas les encanta jugar a las brujas, ¿no?
M.H.: Sí, sí, por supuesto. Sin duda.
F.R.: Y si tienes ganas de jugar a algo que dé miedo, representar a una bruja es lo mejor.
M.H.: Es un personaje que a mí me parece muy rico, muy completo. A veces los niños piensan que una bruja es muy mala, y yo espero que la bruja tenga ese aspecto. Pero siempre pienso que también tiene otras cosas: la bruja disfruta con todo lo que hace, tanto si es bueno como si es malo. Se divierte. Pero además también es lo que nosotros llamaríamos una persona frustrada. Es muy desgraciada, porque nunca consigue lo que quiere, señor Rogers. Ya sabe a lo que me refiero; la mayoría conseguimos muchas cosas a lo largo de la vida. Pero, por lo que sabemos, la Bruja Malvada de Oz nunca conseguía lo que quería, y lo que quería por encima de todo eran esos zapatos color rojo rubí. Porque esos zapatos tenían un gran poder, y ella quería tener más poder. Y yo creo que a veces pensamos que es mezquina, que es una mala persona, pero en realidad tienes que ver las cosas desde su punto de vista; ver que no lo estaba pasando bien, porque nunca conseguía lo que quería.
Esta entrevista me parece magnífica: Rogers trata a Hamilton con absoluta reverencia, y ella habla de la bruja de Oz con un profundo sentido de la compasión, y casi me atrevería a decir que con amor.
Es su posicionamiento sobre la maldad lo que más me resuena. No hay duda de que la Bruja Malvada del Oeste es la antagonista de la historia de Oz; es una asesina y una tirana, y muchos de sus actos son completamente maléficos. Pero su alegría desatada combinada con su apetito insaciable por conseguir más y más es lo que en realidad hace que el personaje destaque. Y ese deleitarse femenino y ese desear tan femenino a menudo se demonizan.
Llamamos «brujas» a las mujeres que quieren.
Margaret Hamilton y yo no somos, ni mucho menos, las únicas que ven las cosas desde la perspectiva de la Bruja Malvada. Tenía yo catorce años cuando Gregory Maguire escribió la novela Wicked: The Life and Times of the Wicked Witch of the West, en 1995, e inmediatamente me enamoré del libro. La idea de sacar del pozo negro a ese extraño personaje esmeralda del mundo de Oz y situarlo en el centro de la historia resultaba muy atractiva a mi sensibilidad de perdedora. Y quería saber mucho más de esa saqueadora de calzado mágico.
El primer truco de Maguire en su libro es dar un nombre a nuestra bruja: Elphaba, que es un homenaje a las iniciales de L. Frank Baum. Después de conjurar este hechizo de siete letras, transforma al personaje, y la bruja deja de ser la mala por antonomasia y se convierte en una protagonista de carne y hueso, con matices, con sus motivaciones y con toda una historia de fondo. Sabemos que es fruto de una violación, que su madre es drogadicta y su padre adoptivo es celote, y que la piel verde que tiene le provoca una absoluta vergüenza y es fuente de desgracias durante toda su vida. Sin embargo, también es una erudita muy dotada para el estudio y una defensora de los oprimidos: es una campeona de los derechos civiles en nombre de los «animales» parlantes, que son discriminados y tratados como ciudadanos de segunda clase. Sufre pérdidas insoportables: Fiyero, el amor de su vida, cae preso y casi muere asesinado durante una redada policial; y su hermana, Nessarose, muere aplastada por la casa en la que Dorothy inevitablemente se cuela en la historia. La revisión de Maguire de la historia de la Bruja Malvada se convierte en un relato político, de persecuciones y sufrimientos personales. Nos pide que consideremos los factores que pueden convertir a una buena persona en alguien malvado.
Me identifiqué bastante con esta idea cuando leí el libro, porque a menudo yo también me sentía incomprendida, y agradecía cualquier historia que tratara los rechazos sociales con ternura y compasión. Esta nueva versión del cuento de la bruja puso nervioso a unos cuantos, además de a mí misma. Se adaptó para ser un musical de Broadway que recibió muy buenas críticas en 2003, y terminó ganando tres premios Tony. Sigue siendo uno de los espectáculos que ha tenido más éxito en toda la historia. Obtuvo más de mil millones de dólares de ganancias en marzo de 2016, y se convirtió en el segundo espectáculo de Broadway que había aportado más ganancias en bruto en julio de 2017, siguiendo muy de cerca a El rey León. Wicked también se transformó en un programa de televisión alejado de los musicales que se emite por ABC, y en una película musical realizada por Universal Pictures. Pronto el mundo entero cantará las melodías y se unirá a los lamentos de la Bruja Malvada.
Sentirse raro, marginado o malinterpretado es, irónicamente, una experiencia muy común. Contemplamos a la bruja con gran interés porque una parte de nosotros quiere que gane. Después de todo, todos tenemos miedo de que nos aplasten, nos ahoguen y nos venzan hembras alfa como Dorothy. Cada una de nosotras alberga el secreto deseo de ser reconocida y adorada, a pesar de nuestras verrugas.
Existe