El curioso caso de la especie sinnombre. Luis Javier Plata Rosas
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Harry Potter y las especies fantásticas
En 2013 científicos del Instituto Leibniz de Evolución y Biodiversidad de Berlín, Alemania, invitaron a 300 visitantes al museo a que votaran por un nombre, de entre cuatro preseleccionados, para una nueva especie de avispa tailandesa del género Ampulex. El ganador fue A. dementor, en alusión al comportamiento de esta avispa, similar al de los ficticios dementores: cuando una A. dementor pica a su presa, la toxina que le inyecta bloquea la capacidad de la cucaracha de controlar sus movimientos, pero la capacidad de moverse no se ve afectada, por lo que la avispa puede sujetar a su presa por una de sus antenas y hacer que la siga dócilmente hacia su nido. Así como los dementores “succionan el alma” de las personas, da la impresión de que la avispa mágicamente le hubiera robado las ganas de vivir a la cucaracha.
Dracorex hogwartsia es un dinosaurio del Cretáceo cuyo cráneo fue hallado en 2004 en Dakota del Sur, Estados Unidos. Aunque su género nos recuerda a Draco Malfoy, en realidad fue nombrado así sobre todo por su parecido al de la cabeza de un dragón (dracorex es ‘rey dragón’ en latín). La especie comparte el nombre de la escuela de magia creada por J. K. Rowling y es un homenaje a esta autora por contribuir “en la educación de los niños y en la alegría de explorar”.
En 2009 otros paleontólogos consideraron que el verdadero lugar de Dracorex hogwartsia estaba en las páginas de libros como Bestias fantásticas y dónde encontrarlas, ya que, posiblemente, se trataba sólo de un cráneo de un ejemplar juvenil de un dinosaurio del género Pachycephalosaurus. Como la discusión aún no ha sido zanjada por completo, el rey dragón de Hogwarts es libre por el momento de seguir en el catálogo de bestias prehistóricas.
La mágica y gigantesca acromántula Aragog que debutó formalmente en Harry Potter y la cámara secreta tiene desde 2012 su contraparte real en la araña trampera australiana Aname aragog, de tamaño mucho más modesto (unos 10 centímetros de largo).
Macrocarpaea apparata es una planta con flores que sólo crece en una pequeña área del Parque Nacional Podocarpus, en el sureste de Ecuador. Sus descubridores cuentan que la primera vez que vieron esta especie en 2001 sólo encontraron individuos estériles y que, luego de buscar durante toda la tarde, finalmente ante ellos aparecieron plantas con flores que parecían haber surgido de la nada, como si hubieran usado el mágico medio de transporte conocido como aparición con el que toda bruja y mago se teletransportaba, no sin antes haber obtenido su licencia. Es por ello que eligieron el verbo inglés to apparate (‘aparecer’), inventado por J. K. Rowling, para nombrar a esta planta.
En 2014 una chinche chilena fue nombrada Thestral incognitus por la similitud que su dorso tiene con el cuerpo esquelético de los caballos alados conocidos como thestrales. Al igual que en la saga potteriana, en la que los thestrales no podían ser vistos por cualquiera, este nuevo género y especie de chinche pasó desapercibido hasta muy recientemente para los entomólogos, y ello a pesar de provenir de lugares bastante estudiados por estos científicos.
La asombrosa araña beisbolista
Las arañas bola o arañas boleadoras son popularmente llamadas así por su técnica sui generis de cacería: en lugar de tejer una telaraña, prefieren poner una bola de seda en el extremo de uno de sus hilos de seda y lanzar esta pelota al paso de alguna posible presa para atraparla con ella.
En palabras del aracnólogo William G. Eberhard, “Como la supervivencia de esta araña depende de arrojar una pelota rápida y precisamente, parece apropiado nombrarla en honor de uno de los más grandes pitchers de beisbol de todos los tiempos, Jerome Dizzy Dean”, y eso fue lo que hizo en 1980 con Mastophora dizzydeani, descubierta en Cali, Colombia.
Por si no bastaran sus habilidades como pícheres, las arañas bola pertenecientes al género Mastophora liberan una sustancia volátil cuyo olor es similar a las feromonas que secretan las polillas hembras vírgenes para atraer a su propia clase de presa.
Dos cigarras de Nueva Guinea del género Baeturia fueron nombradas en 1986 como B. laureli y B. hardyi en homenaje a Stan Laurel y Oliver Hardy, pareja mucho más conocida en español como el Gordo y el Flaco. De acuerdo con A. J. de Boer, su descubridor, “Sin sus películas, ¿quién podría enfrentar días de permanecer observando cigarras muertas en el microscopio? Más aún, la frase favorita del Sr. Hardy, ‘Este es otro de los líos en los que me has metido’, frecuentemente viene a la mente cuando se estudian las especies del género Baeturia”.
Crónicas de los reinos vivientes II: la guerra de los taxónomos
Los imperios de las células
Con el descubrimiento de la estructura helicoidal del ADN a mediados del siglo pasado y el consecuente inicio de la revolución de las biotecnologías, una cohorte de científicos de diferentes disciplinas comenzó a propugnar por un cambio en el sistema de clasificación de los seres vivientes en el que las semejanzas morfológicas tuvieran cada vez un menor peso en comparación con las relaciones existentes entre especies que eran observables al estudiar el genoma de cada una de ellas.
A medida que se profundizaba en el estudio de la célula, fue haciéndose cada vez más evidente que el abismo que separaba a las bacterias —carentes de núcleo— de las células eucariotas que constituían al resto de los seres vivientes era, en palabras de Nick Lane —autor del libro más detallado y comprensible sobre el origen de las mitocondrias (las “centrales” de la energía celular) para el público no especialista— “más profundo que cualquier otro de los presentes en biología”.
En consecuencia, en 1962 Roger Stanier y Cornelis van Niel, retomando la separación de los organismos en procariotas y eucariotas que más de dos décadas atrás había hecho Edouard Chatton (en 1925 y, nuevamente, en un artículo suyo publicado en 1938), sugirieron la creación de los súper reinos o imperios Prokaryota —en el que se halla el reino Monera— y Eukaryota —en el que están los cuatro reinos restantes de Whittaker.
En los dominios de las arquea
El más fuerte ataque frontal a los dos imperios de Stanier y Van Niel se lo debemos a Carl Woese y George Fox, de la Universidad de Illinois, quienes en 1977 descubrieron —o, mejor dicho, reclasificaron— a los microorganismos conocidos como arquea (del griego arkhaios, ‘antiguo’), muchos de cuyos miembros ya se conocían desde hacía varios años.
Aunque antes de Woese y Fox las arquea eran consideradas como bacterias, los estudios genéticos de estos investigadores mostraron que alrededor de un 30% de sus genes (de las arquea, no de Woese y Fox, por supuesto) estaban presentes únicamente en este grupo: estos genes son responsables de vías metabólicas —procesos que usan para obtener la energía que requieren para vivir, como la generación de metano a partir de hidrógeno en las metanógenas, las cuales están presentes en nuestro intestino—que no se hallan en ninguna bacteria y estructuras celulares —como una membrana que las aísla del medio constituida