Rasputín. Alexandr Kotsiubinski
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Del cutis de Rasputín leemos que era oscuro, surcado de arrugas que, a veces, parecían más bien grandes pliegues, como «los que apreciamos en el rostro de cualquier campesino viejo».332
La voz era fuerte,333 aunque sorda.334 Su expresión era monótona y a la vez cantarina, «a ratos la de un novicio monacal, pero también la de un perro viejo sectario».335 Hablaba subrayando el sonido de la «o»,336 en aquellas palabras en que habitualmente suena como una «a» e «inclinando la cabeza hacia un lado a la manera de los sacerdotes durante la prédica».337
Tenía los brazos largos,338 nudosos, «con las venas muy marcadas»,339 «extraordinariamente largo el dedo índice, casi hasta la indecencia».340 «Tiene las manos sucias y las uñas mugrientas»,341 «los restos de alimentos solían enredársele en la barba, mientras comía», si bien es cierto que «era bastante aseado y se bañaba asiduamente».342
«Era curioso observar», relata Matriona Rasputina, «cómo se acercaba a mirarse a los espejos, creyendo que nadie lo veía. Al principio, mostraba preocupación (a ver qué es lo que me encuentro), después disgusto (¿qué es lo que veo?), y finalmente parecía conformarse (lo que hay, es lo que hay)».343 Una completa gama de sentimientos, si reparamos en que se trata de un simple campesino: por una parte, se aprecia el deseo de resultar atractivo a quienes le rodeaban (de ahí la preocupación por si lucía suficientemente atractivo), la coqueta inconformidad con su aspecto (tan característica de la personalidad histeroide) y, al mismo tiempo, la admiración ante sí mismo («¡tampoco estoy tan mal que digamos!»).
En general, mirarse desde fuera era tan propio de Grigori Yefímovich que incluso cuando hablaba por teléfono «se llevaba artísticamente las manos a las caderas y apoyaba el pie en un pequeño taburete dispuesto a ese fin junto al aparato. Probablemente, imaginaba que ésa era la pose que debía adoptar un triunfador».344
También prestaba una gran atención a la ropa. Cuando llegó a San Petersburgo en 1904, Rasputín «vestía una casaca sencilla, barata, de color gris, cuyos faldones gastados colgaban como dos viejas mangas de piel; los bolsillos los tenía hinchados pero vacíos, como los suelen llevar los pobres, que echan en ellos cualquier cosa comestible que encuentran; los pantalones iban con el ánimo general del atuendo, y también la chaqueta, asombrando ambos por la manera en que colgaban sobre las burdas botas campesinas, cubiertas prolijamente de alquitrán; el colmo del descuido era el trasero de los pantalones, que colgaba como una hamaca vieja y ajada».345
Al cabo de cuatro años, Grigori ya lucía «un buen abrigo ruso de paño negro y calzaba unos soberbios botines laqueados y rematados en punta».346 Y dos años más tarde, Rasputín «vestía lujosamente: llevaba una camisa rusa de raso carmesí, ceñida por un cinturón del que colgaban enormes borlas de seda; los pantalones eran de caro paño negro e iban recogidos a la altura de las pantorrillas a la manera castrense; los suntuosos botines llamaban la atención de todos por su pulcritud y brillo».347
Entre 1915 y 1917, Rasputín solía ir vestido «con una camisa de seda de color lila, pantalones ingleses a rayas y elegantes zapatos a cuadros».348
En general, la imagen de Rasputín provocaba recelo, irritación y desasosiego: «toda su “sencillez”, desde su presunción de elegancia, aunque continuara vistiendo trajes “campesinos”, hasta los cabellos engomados y las uñas mugrientas, tenía un carácter premeditado»;349 «era un típico vagabundo ruso, de los que se han evadido de la cárcel ... A juzgar por su apariencia, lo único que le faltaba era el abrigo de buriel y el gorro rojo de los presidiarios»;350 «un campesino ruso como el que más: típico, asqueroso y tosco»;351 «un campesino semianalfabeto, desmadejado sobre mullidos muebles desde cuyo fondo profería con aplomo cualquier insensatez que le pasara por la cabeza»,352 y tras cuya apariencia «se escondía una persona taimada, astuta, sinuosa, misteriosa y conocedora de todo lo horrible que llevaba dentro de sí».353
Rasputín no era ni un santo, ni un diablo; era exactamente tal y como querían verlo las personas que le rodeaban, de cuyas voluntades él, por su parte, se intentaba adueñar. En la medida en que esas personas que se arremolinaban a su alrededor, incluyendo a los aristócratas y personalidades más célebres, carecían, inmersos como estaban en una época turbulenta, de una definición clara de lo que verdaderamente querían, si la misteriosa y por lo tanto amenazante «constitución» o el tan ruso y centenario «esturión con rábanos», a Rasputín no le quedaba más remedio que ser, al mismo tiempo «diablo» y «santo».
44. Bojanov, A. N., op. cit., p. 39.
45. Platonov, O. A., op. cit., p. 10; Chernyshov, A. V., «Acerca de la edad de Grigori Rasputín y otros detalles biográficos», en Otiechestvienni Arjiv, 1992, nº 1, p. 113.
46. Chernyshov, A. V., op. cit., p. 112.
47. Rasputina, M., op. cit., p. 15.
48. Chernyshov, A. V., op. cit., p. 113; Radzinsky, E. S., op. cit., p. 460.
49. S. P., «Un encuentro con Rasputín», Russkoie Slovo, 31 de diciembre de 1916.
50. Almazov, B., Rasputín y Rusia. Una semblanza histórica, Tipografía Grunhut, Praga, 1922, p. 18.
51. Rasputina, M., op. cit., p. 16.
52. Chernyshov, A. V., op. cit., p. 113.
53. Amalrik, A., Rasputín. Relato documental, slovo, Moscú, 1992, p. 18.
54. Rasputina, M., op. cit., p. 20.
55. Ibid., p. 22.
56. Chernyshov, A. V., op. cit., p. 113.
57. Bojanov, A. N., op. cit., p. 40.
58. Platonov, O. A., op. cit., p. 10.
59. Ibid., p. 10.
60. Trauma de nacimiento: traumatismos en los órganos o tejidos del neonato producidos durante el parto. Pueden ocasionar