Rasputín. Alexandr Kotsiubinski
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Tras haber hecho esfuerzos denodados por conocer al gran duque M. M. Andronnikov, célebre aristócrata homosexual, y encontrándose por primera vez en su casa, Rasputín inmediatamente le preguntó: «Pues, aquí me tienes ... ¿Dónde tienes el templo pagano? Me han dicho que tienes uno aquí en casa».268 Es menester aclarar de qué se trataba: el gran duque Andronnikov tenía una enorme cama cerca del altar de su residencia, en la que se entregaba a todo tipo de juegos lascivos con los jóvenes que le visitaban.269 Y ése era el «templo pagano de color azul» al que ansiaba correr el sexualmente excitado starets. Cuando en 1912 M. V. Rodzianko mostró al emperador unas fotografías que comprometían a Rasputín, le insinuó de forma inequívoca: «Aquí está Rasputín rodeado de chicas muy jóvenes, y aquí hay unos chicos; también entre ellos está».270
Hay aun otro síntoma relevante. Cada vez que Rasputín se refiere a las mujeres sus epítetos son humillantes y manifiestan su «carencia de pasión» hacia ellas, mientras que en las ocasiones en que aludió a sus contactos con hombres jamás utilizó una sola palabra grosera o despectiva, ni mencionó ninguna sensación de desagrado y, mucho menos, de repugnancia. Muy notable es también el hecho de que la única persona que de verdad «le robó el corazón» a Rasputín fuera un hombre: Félix Yusúpov.
«Rara vez sus ojos parpadeaban»
El retrato de la personalidad de Rasputín quedaría incompleto si dejáramos a un lado su apariencia física. Los registros policiales reproducen así el perfil de Grigori Yefímovich Rasputín: «Complexión: normal; color del pelo: castaño claro; rostro: alargado; nariz: mediana; barba: encrespada, de color castaño oscuro; tipo: ruso».271 Aparte de esta descripción tan escueta, se han conservado un buen número de fotografías y retratos, si bien también estos son de todo punto insuficientes, dado que el rostro de un actor se revela mejor cuando está actuando y en ningún caso se lo puede reducir a un conjunto de poses estáticas: de frente, de perfil, en escorzo, etc.
Si tuviéramos que juzgar a Rasputín únicamente por las imágenes que de él se han conservado, nos sería extremadamente difícil comprender cómo consiguió este hombre apenas atractivo y no demasiado brillante dejar impresiones no sólo distintas, sino a veces incluso diametralmente opuestas, en tantas personas, desde algunos que escriben acerca de la respiración «hedionda» del starets272 y de ciertas «costras negras»273 en el lugar de los dientes, hasta otros que hablan de un «aliento totalmente fresco» y de unos «dientes fuertes, como los de una bestia salvaje», «impecables» y «sanos».274
Los labios de Rasputín, al parecer de unos, son «pálidos y finos»,275 mientras que otros los describen como «llenos y sensibles».276 Algunos recuerdan que «de toda la figura del starets siempre emanaba un olor desagradable, de origen difícilmente precisable».277 Otros dan testimonio de que Rasputín «era extraordinariamente pulcro: se cambiaba de ropa interior a menudo, iba a los baños y por eso jamás apestaba».278 La estatura de Rasputín era superior a la media.279 Además era enjuto,280 musculoso281 y ancho de hombros,282 por lo que daba la impresión de ser un hombre macizo.13 283 Sus movimientos eran los de alguien nervioso, impetuoso y audaz.14 284 Al hablar gesticulaba en exceso285 y cuando se excitaba «se ponía a dar coces como un potro embridado».286
Cuando estaba sentado a la mesa, «se comportaba de forma indecente», «sólo en muy raras ocasiones utilizaba los cubiertos y prefería coger los fiambres del plato con sus dedos huesudos y enjutos. Los trozos de cierto tamaño, los desmenuzaba como las fieras».287 Le gustaba «dejarse caer de su silla, hincar los codos en el estómago de su vecina en la mesa, castañetear los dientes», y mientras masticaba ruidosamente «ir soltando las perlas de sus enseñanzas espirituales».288
Sus cabellos grasientos,289 pocas veces «bien peinados»,290 y más a menudo «revueltos» y «enmarañados»,291 estaban separados por una descuidada raya en el medio.292 Eran de color oscuro,293 «castaño oscuro»,294 «oscuros y estropajosos», 295 «castaños».296
«Tenía una cabeza enorme ... y encima de la frente se apreciaba un claro en el cabello» que era «producto de una paliza que le dieron».297 Matriona Rasputina aclara que la pequeña cicatriz en la frente, que se aprecia en cierta fotografía, es la huella de un hachazo que un vecino de su pueblo propinó a Rasputín, durante una pelea en que el primero defendía el honor de su hija.298
«Siempre llevaba consigo un minúsculo peine, con el que peinaba sus cabellos largos, brillantes y grasientos. La barba, en cambio, la tenía casi siempre descuidada y casi nunca la atusaba»,299 por lo que ésta daba más bien la impresión de «que le hubieran pegado a la cara los mechones de lana esquilados de una oveja».300
Tenía la frente ancha,301 cejas pobladas,302 una nariz prominente,303 además de «ancha y picada de viruelas»304 y una boca musculosa,305 encajada en una cara alargada306 y demacrada,307 con «rasgos pronunciados y desagradables».308 En términos generales, estamos ante una cara «campesina, de lo más común».309 Pero los ojos ya son otra cosa...
Los ojos de Rasputín eran «de un azul intenso, profundamente hundidos ... así eran todos los de Pokrovskoie, con ojos claros, aunque tuvieran el cabello oscuro».310 «Unos grandes ojos claros, azules, del color de un campo de lilas o del cielo del norte. Ojos de mujer. Ojos de pecado. Los ojos del San Juan Bautista de Leonardo da Vinci».311
«Lo primero que me llamó la atención», relataba V. D. Bonch-Bruevich, «fueron sus ojos: miraban fija y concentradamente, y en ellos tintineaba una extraña luz fosforescente. Daba la impresión de que estuviera todo el rato palpando a su interlocutor con los ojos»;312 «sin abrir siquiera sus maravillosos ojos, acariciaba y palpaba a su interlocutor durante toda la conversación».313
«Sus ojos me asombraban cada vez más ... Lo que distinguía a sus ojos era su pequeñez, que eran incoloros y que estaban muy juntos, alojados en unas cuencas extraordinariamente profundas, tanto que desde lejos ni siquiera se los veía, como si se perdieran en las profundidades de sus órbitas. Gracias a esa circunstancia, a veces era difícil percibir si tenía los ojos abiertos o cerrados, y sólo una sensación como de que te atravesaran dos agujas revelaba que Rasputín te estaba mirando, te vigilaba».314
Según diversos testimonios de sus contemporáneos, los ojos de Rasputín estaban «muy hundidos»,315 «demasiado juntos, casi pegados al tabique nasal»,316 eran «ardientes»,317 «minúsculos»,318 «con órbitas marcadas por manchas de color marrón»,319 feos,320 pero dotados de un extraordinario atractivo,51 321 «de una fuerza casi hipnótica».322
«Sus ojos son especialmente hermosos y expresivos. Son limpios y azules. Él es consciente de la fuerza que tienen. En esos ojos refulgen llamas que se encienden y se apagan. Embrujan a las mujeres».323 «Rara vez sus ojos [parpadeaban], y esa mirada inmóvil y magnética era capaz de desconcertar hasta a la persona más atrevida».324 «Era precisamente la fuerza con que clavaba los ojos», reza el testimonio de V. D. Bonch-Bruevich, «lo que más impresionaba a cuantos estuvieran en su presencia, especialmente a las mujeres, en quienes producía una turbación brutal que comenzaba por inquietarlas, pero que después las animaba a mirarle tímidamente y en ocasiones las empujaba a acercársele, hablarle y arrancarle unas palabras más».325 Una mujer que acababa de conocer a Rasputín cayó víctima de un ataque de histeria, mientras gritaba: «No puedo, no puedo resistir la mirada de esos ojos que todo lo ven. ¡No puedo!».326
«Es imposible sostener su mirada durante un rato. Hay en ella algo pesado, como si uno sintiera una opresión física, aunque a veces sus ojos se iluminen con amabilidad, siempre con cierta picardía, y haya tanta suavidad en ellos. Mas, también: ¡cuán crueles pueden ser a veces y cuán aterradores cuando los domina la ira!».327
«Su mirada», apunta F. Yusúpov, «era aguda, pesada y penetrante. Ciertamente, uno sentía que en él había una fuerza que no era humana».328
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