Rasputín. Alexandr Kotsiubinski

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Rasputín - Alexandr Kotsiubinski General

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de castidad, y a la que, sin embargo, muy poco después de haber sido privada de la virginidad, encontraron en la cama con un cosaco de la guardia imperial. En primer lugar, lo que Vishniakova entendía por «estado de histeria» podía significar prácticamente cualquier cosa, desde una mera conmoción nerviosa hasta padecimientos motivados por estados delirantes u orgásmicos, y Vishniakova rechazó categóricamente más tarde entrar en detalles acerca de su estado, lo que puediera haber arrojado alguna luz sobre la verosimilitud de sus declaraciones.239 En segundo lugar, la versión original de Vishniakova tiene un carácter francamente fantástico, toda vez que es prácticamente imposible desvirgar a una joven durante el estado fisiológico del sueño, por lo que se puede descartar que el relato íntegro de «Mary», como era conocida en la corte, se corresponda con la realidad. En tercer lugar, y ya por último, a María Vishniakova le fue diagnosticada una enfermedad mental, lo que obliga a ser extremadamente prudentes cuando se trata de evaluar sus «confesiones». No obstante, ninguno de estos reparos significó el menor obstáculo para que Iliodor incluyera a «Mary» entre las «víctimas de la cópula». Rasputín, por su parte, se mostró incansable a la hora de desmentir el testimonio de Vishniakova: «Hay por ahí mintiendo unas ayas ... Se inventan cosas y la gente va y se las cree».240

      Podría dar la impresión de que estamos ante una acusación bien sustanciada. No obstante, hay al menos un elemento bastante extraño que llama la atención desde la primera lectura. Se trata de la forma en que Jionia narra el momento mismo de la relación carnal: el padre Grigori «me instó a que me convenciera de que me quería como hombre ... y comenzó a hacer lo que les está permitido hacer a los hombres, quiero decir, a poseer lo que se entrega en el momento de la pasión ... ». Con su énfasis repetitivo, Berlandskaya revela involuntariamente su temor a que aquellos destinatarios de su confesión que tenían un trato íntimo con Rasputín y conocían, por lo tanto, su nulo apasionamiento o impotencia, no la creyeran.

      «No es en pos de ese pecado que acudo yo a los baños»

      La doctrina sexual de Rasputín estaba consagrada a la ocultación del «oprobio» de su concupiscencia y su impotencia con el exuberante ropaje de una sofística cuasi religiosa. Rasputín disponía de un inagotable abanico de máximas, que hacían las veces de argumentos con los que justificar su lujuria, y entre los cuales elegía en función de la situación y de su estado de ánimo. La raíz común que los aglutinaba era el reconocimiento de que el principio sexual (o «pecaminoso», según la terminología oficial de la iglesia) no sólo no entraba en contradicción con la idea de la salvación, sino que facilitaba una suerte de viaje secreto hacia el paraíso.

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