Sobrevivir a la autocracia. Masha Gessen
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No pasó mucho tiempo antes de que Ivanka ocupara una oficina en el Ala Este de la Casa Blanca –tradicionalmente el feudo de la primera dama–,61 y al cabo de pocos meses se mudó al Ala Oeste,62 donde se hace la política. Acompañó a su padre a una reunión con el primer ministro japonés Shinzō Abe,63 después a otra con la canciller alemana Angela Merkel64 y posteriormente ocupó el lugar de su padre en una reunión de líderes del G-20 en Hamburgo.65 Como Ivanka no recibía un sueldo, su padre afirmaba que las reglas éticas habituales no se aplicaban en este caso. La Oficina de Ética del Gobierno no fue de la misma opinión, pero esto no cambió nada.66
En enero, una semana antes de la investidura, Trump convocó una conferencia de prensa para anunciar que cedía la administración –pero no la propiedad– de The Trump Organization a sus hijos Don y Eric.67 Incluso si esto fuera cierto, seguiría sin resolver los conflictos de interés, ya que Trump seguiría obteniendo beneficios de las empresas que llevan su nombre –en realidad, su nombre es su empresa–. Pero es que además probablemente tampoco era cierto. Trump hizo el anuncio desde un atril cubierto de pilas de carpetas, pero no permitió a los periodistas examinar ninguno de los documentos que contenían, si es que contenían alguno.
En julio de 2017, un día antes de que se cumplieran seis meses desde su investidura, el jefe de la Oficina de Ética del Gobierno, Walter Shaub, dimitió conteniendo su indignación a duras penas. En una entrevista con la MSNBC, dijo que el programa de ética de la Casa Blanca de Trump era “una muy seria decepción”.68 La Administración afirmaba haber negociado acuerdos éticos con el personal, pero había dejado a la Oficina fuera del proceso. “Hemos recibido muy poca información acerca de lo que hacen las personas en la Casa Blanca para ganarse la vida día a día”, afirmó. La institución que Shaub encabezaba desde 2013 se veía indefensa ante un presidente que actuaba de mala fe. El cumplimiento de las reglas éticas era opcional porque Trump decía que era opcional. Y después optó por no cumplirlas.
No es que el presidente y su familia estuvieran precisamente ocultando sus fuentes de ingresos; simplemente se negaban a rendir cuentas por ellas. En febrero de 2017, cuando los grandes almacenes Nordstrom dejaron de vender la línea de calzado de Ivanka,69 quizá en respuesta al boicot que había hecho bajar sus ventas, el presidente tuiteó: “Mi hija Ivanka ha sido tratada muy injustamente por @Nordstrom… Terrible”.70 Al día siguiente, Kellyanne Conway, asesora de alto nivel del presidente, habló con Fox News desde la sala de prensa de la Casa Blanca para promocionar los productos de la primera hija. “Comprad las cosas de Ivanka, es lo que yo os diría –dijo–. Voy a hacer publicidad gratuita: id y compradlas ahora mismo, todos. Se pueden encontrar online”.71 Esta Administración creía firmemente que la nueva posición de poder de Ivanka tenía que fomentar sus beneficios, del mismo modo que la presidencia debería ayudar a todos los miembros de la familia a ganar dinero. Esta misma asunción se hizo explícita en la demanda que los abogados de Melania Trump presentaron en febrero de 2017 contra el tabloide británico Daily Mail, alegando un perjuicio económico a la primera dama: “La demandante tenía la oportunidad única que solo se presenta una vez en la vida, como persona extremadamente famosa y conocida, así como exmodelo profesional, portavoz de una marca y mujer de negocios de éxito, de lanzar una marca comercial en varias categorías de productos, cada una de las cuales podría haber generado relaciones empresariales multimillonarias a lo largo del periodo de varios años en el que la demandante es una de las mujeres más fotografiadas del mundo”. Melania obtuvo una indemnización, una de las más altas que han asignado nunca los tribunales británicos (la cantidad exacta nunca se reveló).72
En cuanto a la línea de calzado de Ivanka, cualquier beneficio que la primera hija estuviera obteniendo de ella no era más que una gota en el océano de ingresos que percibían ella y su marido, Jared Kushner. A finales de marzo, la Oficina de Ética del Gobierno publicó documentos que mostraban que la pareja seguía siendo beneficiaria de un imperio empresarial valorado en setecientos cuarenta millones de dólares.73 Este imperio incluía inversiones y empresas en el sector inmobiliario, entre ellas el Trump International Hotel en Washington DC. El hotel, que llegó a la capital tan solo meses antes que su homónimo, hacía negocios en sinergia con la presidencia. El Comité Nacional Republicano celebró allí su fiesta de Navidad.74 Los lobistas del Gobierno saudí reservaban bloques enteros de habitaciones, y pagaron alrededor de quinientas noches de hotel en los meses que siguieron a las elecciones.75 En 2017 el hotel generó más de cuarenta millones de dólares de beneficio, mientras que The Trump Organization en su totalidad generó quinientos millones. En julio de 2019, cuando Trump tuvo la conversación telefónica que acabaría desencadenando la investigación de destitución, parecía que cualquiera que hablase por teléfono con Trump tenía que mencionar que era un buen cliente de sus hoteles. Zelenski afirmó que en su última visita a Nueva York (antes de ser presidente) se había hospedado en el Trump Hotel de esa ciudad.76
El gabinete de Trump, el más rico de la historia, generaba más acusaciones de conflicto de intereses de las que un ejército de periodistas podría seguir, o más de las que ningún público podría asimilar, y esto es crucial.77 DeVos era inversora, entre otras, de una empresa de cobro de deudas y gestora de colegios concertados.78 El secretario de Comercio, Wilbur Ross, inversor en empresas de gas y acero, ayudó a formular una política de aranceles para estas industrias antes de vender algunas de –aunque no todas– sus inversiones.79 Mick Mulvaney recibió donaciones de decenas de miles de dólares para la campaña de manos de prestamistas y después trabajó como jefe interino de la Oficina de Protección Financiera del Consumidor, donde propuso relajar la regulación de la industria del préstamo.80 En mayo de 2017, mientras Tillerson estaba en Arabia Saudí,81 el país firmó un contrato importante con la que había sido su empresa, ExxonMobil.82 Ese mismo mes, Kushner en persona negoció un acuerdo entre el Gobierno saudí y la empresa aeroespacial y de defensa Lockheed Martin.83 Ser parte de la Administración también conllevaba ventajas más directas: Pruitt,84 el secretario de Interior Ryan Zinke,85 Mnuchin,86 el secretario de Salud y Servicios Humanos Tom Price y el secretario del Departamento de Asuntos de los Veteranos David Shulkin fueron acusados de gastar millones de dólares del contribuyente en viajes. Ben Carson trató de encargar un juego de comedor de treinta y un mil dólares para su oficina de Washington (el límite de gasto en concepto de decoración era de cinco mil dólares).87
Corrupción no es la palabra adecuada para hablar de la Administración Trump. Es un término que implica engaño, asume que el funcionario público entiende que no debería beneficiarse de la confianza pública, pero lo hace igualmente de forma artera. Lo contrario de corrupción en el discurso político es transparencia –de hecho la organización mundial que lucha contra la corrupción se llama Transparency International–. Trump, su familia y sus funcionarios no son arteros: parecen actuar de acuerdo con la creencia de que el poder político debería generar enriquecimiento personal y, en esto, aunque no en cuanto a los detalles de sus componendas, son transparentes.
Cuando llegó el coronavirus, la Administración Trump siguió la lógica de la competencia y el beneficio. Varios funcionarios trataron de convencer a una empresa alemana que trabajaba en una vacuna potencial de que la vendiera en primer lugar –y quizá exclusivamente– a EEUU.88 En lugar de coordinar la producción y distribución de respiradores, el Gobierno federal creó un sistema mediante el cual los estados pujaban unos contra otros y también contra el propio Gobierno federal.89 Trump le otorgó a Jared Kushner la autoridad para organizar una respuesta del sector privado ante la pandemia, en paralelo al esfuerzo del Gobierno, o incluso en conflicto con este.90 En otras palabras, Trump hizo una serie de cosas que resultarían impensables en un líder político, un hombre al que se ha confiado el bienestar de millones de personas, pero su Administración hace sus propios cálculos y ni siquiera los hace en secreto.
El trumpismo se alimenta de las debilidades y oportunidades que presenta el sistema de gobierno estadounidense, que nunca ha separado el dinero del poder político. En los dos decenios que precedieron a la elección de Trump, el papel del dinero en la política fue adquiriendo