El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov . Galina Ershova

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov - Galina Ershova страница 24

El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov  - Galina Ershova Akadémica

Скачать книгу

en países calurosos o fríos». ¿De dónde llegaron los noganes a las fantasías del niño? Probablemente llegaron de los mitos calmucos sobre Nogan Dara-Eke-gegian, que había vencido al villano jorobado Mangas Negro para salvar a su pueblo de sus enemigos.

      El terrible Jabias (Jobias) era un personaje peculiar. Yura a menudo lo dibujaba con pinturas coloridas. «Jabias fogoso» se presentaba en forma de un animal extraño que estaba parado con las patas traseras y estiraba hacia adelante sus manos-patas.

      «El gusano fogoso que vivía en todas las partes y era muy caro» se comía a los valientes.

      Los tales jabias había llegado de un terrible cuento de hadas de una escritora rusa, cuyo nombre ahora queda totalmente olvidado. El cuento trataba de un abuelo, una abuela, el perrito valiente Funtik y los malos jabias:

      Érase una vez el abuelo y la abuela que tenían un perro fiel llamado Funtik. Una vez el abuelo y la abuela se fueron a dormir. Debajo de las ventanas llegaron los malos jabias y comenzaron a cantar: «Entraremos, entraremos a la casita, nos comeremos al abuelo y a la abuela!». El perro Funtik los escuchó y comenzó a ladrar: « ¡Guau! ¡Guau! ¡Guau!». Los malos jabias se asustaron y se fueron corriendo.

      Por la mañana el abuelo le dijo a la abuela: «¡Qué nocivo es el perro Funtik! ¡No nos dejó dormir durante toda la noche! ¡Cortémosle el rabo!». Así que le cortaron el rabo a Funtik. La siguiente noche los jabias llegaron nuevamente. Funtik los corrió y por la mañana le cortaron las orejas. Un día después le cortaron las patas. Un día después, la cabeza. …Ellos cantaron su canción, luego la cantaron una vez más y por tercera vez también. Pero nadie ladró; tampoco hizo algún ruido. Entonces los malvados jabias pasaron a la casa y se comieron al abuelo y a la abuela.

      Se puede imaginar cuánta lástima sentía el pequeño Yura hacia el perrito Funtik. Por lo tanto, durante toda su vida odió a cualquiera que lastimara a los animales. Ahora se entiende por qué un poco antes de su fallecimiento, platicando con nuestro perro pelirrojo de raza callejera llamado Fox, Knórosov tristemente repetía una y otra vez: «Ya desapareceremos contigo, mi perrito…»

      Sí… Las fantasías de este niño entrelazaron las teorías, en aquel entonces declaradas locas, de Tsiolkovski acerca de los vuelos al cosmos, los antiguos mitos y los cuentos de hadas.

      Los «setsomerenskie», con los cuales Yura se identificaba a sí mismo, eran por lo visto los personajes positivos que pretendían tener el papel de los humanos. Ellos vivían rodeados de todos los personajes y monstruos incomprensibles. Estaban en un peligro constante. A los cinco años Yura incluso había empezado a escribir un libro acerca de ellos, pero se detuvo por alguna razón en la primera frase significativa: «Había un país Setsomerenia y un día de él se separó una enorme ciudad y…»

      En las imágenes están presentes unas ciudades raras: las casas se parecen más a las torres o misiles en plataforma de despegue del cosmódromo que a casas ordinarias o viviendas de varios pisos.

      Desde la infancia a Yuri lo caracterizó una pasión por la sistematización. Es probable que su padre le haya enseñado eso a sus hijos. Aparte de crear sus enciclopedias, él ayudaba a su madre a hacer los quehaceres. Comenzó un cuaderno especial en el que apuntaba la cantidad de gallinas, de huevos puestos, de variedades de manzanas en el jardín y otra información casera.

      Sin duda la sistematización era algo familiar. Por lo visto, en esto tenía que ver su padre. Entre las anotaciones se ha conservado el cuaderno del hijo mayor, Serguei. El cuaderno trataba acerca de la fotografía. En 1925 el adolescente de 14 años elaboraba minuciosamente una tabla donde anotaba las características para ajustar la cámara fotográfica, con el fin de realizar diferentes tomas: se tomaba en cuenta el día y la hora de la sesión y la evaluación del resultado obtenido. Para un joven lector moderno que simplemente oprime el botón de su teléfono móvil ya es complicado entender estos detalles. Antes uno tenía que saber fotografiar bien, y saber ajustar la cámara y el objetivo. No es casualidad que posteriormente el hermano mayor de Yuri, Serguei Valentínovich Knórosov, llegara a ser doctor en ciencias técnicas y trabajara en el departamento de la gestión topográfico-militar del Estado Mayor. En 1988 le otorgaron el Premio Lenin de la URSS por la creación de métodos únicos en fotografía aérea.

      Todos los hermanos eran aficionados a los viajes. Ellos leían los libros y las revistas de aventuras, cuyos limitados números en la biblioteca eran muy solicitados. Se ha conservado una nota llena de mucho dramatismo que refleja este interés. Su autor es el hermano mayor Serguei:

      ¡¡¡Yurka!!!

      ¡¡¡Torpe desgraciado!!!

      Corre, sálvate mientras puedes. El conocido Compás Pierna Sangrienta ayer me asediaba, gritaba, decía que irá a buscarte, te quemará en la hoguera y dispersará de su flauta las cenizas a todas partes. Todo esto pasará si hoy no vas a verlo, a prometerle tu lealtad y si no le envías en forma de impuesto los tres números de Mundo de las Aventuras núm. 1, núm. 2 y núm. 3. El mismísimo Compás fue atacado por el enemigo más poderoso, que se los exige. Te advierto acerca del peligro.

      S. Knórosov

      Otro juego atractivo en el que participaban los hermanos era escribirse mediante códigos. Estaba claro que se basaba en los «bailarines» con el misterio de los cuales se había enfrentado Sherlock Holmes, el personaje de Conan Doyle. Los detectives que motivaban a resolver misterios también eran parte del sistema educativo de Soroka-Rosinski, quien incluso había escrito un artículo especial titulado «Nat Pinkerton y la literatura infantil». Jugar con códigos era algo fascinante para Yuri. Él intercambiaba mensajes cifrados con sus hermanos, los descodificaba con entusiasmo e inventaba nuevas versiones del código secreto. El desciframiento de la escritura maya y el Premio Estatal de la URSS llegarían a ser la prueba incondicional de que los métodos educativos de Béjterev, aprendidos por los jóvenes Alejandra y Valentín Nikoláievich en el casi olvidado y feliz San Petersburgo de Plata, funcionaban.

      Como se ha mencionado anteriormente, el problema de la educación y la crianza en la década de 1920 había adquirido un significado especial en el frente de la lucha por esta nueva generación. Había infinitos experimentos incultos que contradecían al sentido común. Los funcionarios «de cultura proletaria» no podían comprender las ideas del genial Béjterev y de su discípulo Soroka-Rosinski, ya que la personalidad creativa era objeto de sospechas y de rechazo. Incluso los «soldados ejecutivos del frente de trabajo» a los que preparaba Makárenko eran demasiado independientes para el sistema. El mismo Béjterev fue acosado; lo obligaron a rechazar sus conclusiones geniales sobre los problemas sistémicos de la evolución humana. Las palabras «personalidad» y «individualidad» se consideraban una grosería. El ídolo de la pedagogía era el colectivo impersonal de los mediocres, entusiasmados por la labor física. A muchos pedagogos talentosos les costaba mucho trabajo salvar a sus alumnos, oponiéndose a los permanentes controles y las indicaciones desde «arriba». En esta situación la familia se transformaba en una salvación. Precisamente en aquel periodo se formó una cultura soviética especial de la «ideología doble». La primera era para uso familiar; la segunda, para uso externo. Surgió una capa entera de expresiones idiomáticas imposibles de traducir que reflejaban esta doble cultura. Solo la gente soviética comprendía estas expresiones. En la realidad, el drama en la mayoría de las obras literarias del tiempo soviético se construye precisamente mediante el conflicto de esta «doble ideología» que se manifiesta en diferentes ámbitos de la vida.

      Con su propio ejemplo,Valentín Dmítrievich enseñaba a sus hijos una cualidad más: no conformarse con lo que se ha logrado. La vida en

Скачать книгу