El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov . Galina Ershova

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El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov  - Galina Ershova Akadémica

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pulir la técnica. Desde el siglo xx no hay una presentación escolar sin el concierto de Seitz.

      En el programa de las presentaciones, a Yura le había tocado el número 14 de 25 participantes de la primera sección. Él iba inmediatamente después de las pequeñas «Variaciones» de Mozart y antes de «Variaciones de tema ruso» de Maikapar. Yura ensayaba constantemente en el jardín y se escondía en la sombra de los abetos espesos. Allí no hacía tanto calor. Los ensayos infinitos no molestaban a los vecinos; el constante pitido del violín era lo último que podía preocuparlos en medio de la situación trágica que se vivía.

      El comienzo de la década de 1930 estuvo marcado por un inmenso y perceptible aumento de la temperatura en el hemisferio norte del globo terrestre. Estos cambios climáticos provocaron el aumento de tierras secas allí donde de por sí hacía falta el agua. El calentamiento resultó ser abrupto y tan intenso que provocó el cambio de las fronteras de las áreas ecológicas. En gran peligro estaban las regiones con el sistema problemático de agricultura. La naturaleza y las deficiencias de la gestión ocasionaron una verdadera catástrofe en las zonas grandes. A partir del año 1928, y durante 10 años, la prensa mundial prácticamente gritó acerca de la muerte de las cosechas por el mundo y de los problemas alimentarios. Pero el pico de la hambruna sucedió en los años 1932-1933. En Polonia se levantó una ola de protestas antigubernamentales masivas. Los campesinos hambrientos saqueaban las propiedades de los terratenientes. Aparecieron publicaciones sobre la venta de niños e incluso sobre una ola de suicidios, lo que en aquellos momentos era algo inconcebible para ese país católico.

      En 1932, los periódicos de Europa Central estaban llenos de noticias sobre la mortalidad masiva de la población debido a la hambruna. La Rumania boyarda estuvo envuelta en disturbios por el hambre. Aquí, tan solo en un año, la hambruna se llevó más de 120 mil niños. Los pacientes del hospital para leprosos, condenados a morir por el hambre, se dirigieron a Bucarest. En Checoslovaquia el gobierno había intentado ayudar a los campesinos, pero los funcionarios se robaron este dinero. En Berlín se produjeron enfrentamientos entre los manifestantes con la policía y se introdujo la ley marcial. En Hamburgo, las multitudes de desempleados hambrientos comenzaron a confiscar los bienes en las tiendas, a detener las camionetas con carnes. En España, más de seis mil campesinos hambrientos de Cataluña y Tarragona se dirigieron a la capital saqueando a su paso las fincas de la gente rica.

      En aquellos momentos la hambruna provocó que empeorara la «gran depresión» en Estados Unidos. Algunos estados de este país se hallaban sumidos en una verdadera epidemia de hambre. Los productores particulares de granos en los estados no alcanzados por la sequía destruían cínicamente sus cosechas para no disminuir los precios y aumentar sus ingresos personales. El gobierno de Estados Unidos se apuró a clasificar esos datos de la demografía de un periodo de 10 años y hasta la fecha los esconde minuciosamente. Según las cuentas indirectas de aquel entonces, en Estados Unidos habían desaparecido aproximadamente siete millones de personas. Hay que mencionar que las fotos horrorosas de la hambruna en ese país aparecieron en Rusia en la década de 1990 con el comentario: «es la Ucrania soviética».

      La URSS tampoco se libró de la sequía. En 1932, la verdadera hambruna abarcó grandes territorios –el norte del Cáucaso, el sur de Rusia (Kubán), Ucrania, el sur de los Urales, Kazajstán, la región del Volga (Povolzhie) y Siberia Occidental. El sistema soviético de manejo de la agricultura tampoco pudo prevenir a tiempo la catástrofe. Se tomaron medidas contra las personas que fueron igual de horrorosas que en Estados Unidos. Las regiones de la hambruna estaban acordonadas, lo cual no les dejaba a los campesinos una mínima oportunidad para salvarse.

      Pero solo ahora los analistas modernos son capaces de explicar los problemas globales de las fluctuaciones climáticas y de los errores administrativos sistemáticos. En aquellos tiempos los habitantes de los suburbios de Járkov y de cada región en particular afectada por la sequía creían que la mala suerte les ha tocado solo a ellos, y no esperaban la salvación de ninguna parte. Seguramente la madre de Yura, que en ese momento tenía 11 años, fomentaba entre él y sus hijos mayores el interés en plantar verduras en el jardín al lado de casa. Se tenía que sobrevivir. Knórosov no se olvidó de esto durante toda su vida. El niño notaba que los amigos con los que antes jugaba se convertían en sombras por la hambruna y poco a poco desaparecían. Además, se comentaba a escondidas algo realmente increíble: los casos de canibalismo. Yura le temía a los caníbales mucho antes de la hambruna. Al parecer sus padres o sus hermanos le habían contado algo semejante acerca de los tiempos de la Revolución y de la Guerra civil. Todavía en la infancia temprana, Yuri sabía que «el caníbal durante la guerra se dedicaba al vandalismo, a comer y a otras cosas nocivas para los sitsomerenskie». El caníbal, como el vampiro, «vive entre los setsomerenskie».

      Llegó el día del concurso musical. Junto con su madre y hermana Galina, Yuri se fue a Járkov. Yura tenía el cabello corto; llevaba puesta una camisa de pana oscura. Se puede imaginar cuánto brillaban sus grandes ojos azul claro por la valentía. Pero la interpretación lúgubre en cada turno y las miradas hambrientas provocaron que el niño se encogiera. Ahora nadie se acuerda de cómo le fue en la presentación. Probablemente, como le solía pasar a Yuri, todo había salido excelente. El mismo Knórosov nunca había contado sobre esto y a lo mejor ni siquiera se acordaba. Pero en 1990, cuando la verdad acerca del pasado de Rusia dejó de ser un secreto, varias veces mencionó en sus conversaciones conmigo, aunque de forma muy cuidadosa, el canibalismo de principios de 1930… Knórosov regresó a este tema más de una vez. Parecía que todavía no se atrevía a contar hasta el final todo lo que había visto en aquel entonces con sus propios ojos y lo que no pudo borrar de su memoria durante seis décadas.

      En 1933, la dirección de la escuela de música le otorgó solemnemente al «camarada Knórosov Yurkó» el certificado de vanguardista del cuarto año del primer quinquenio por el excelente trabajo y los resultados en la competencia socialista de 1932.

      Sin embargo, Yuri no tocó el violín nunca más. Lo rompió y lo guardó en ese estado dentro de su estuche durante toda su vida.

      No obstante, el amor a la música, que sentía y comprendía delicadamente, no desapareció, aunque prefería disfrutar de la música escuchando a Galina. Por lo regular, ella escogía a compositores potentes: a Músorgski, a Mushinski. A Yuri le fascinaba la imagen de su hermana: una muchacha con fina cara austera oriental y con largos dedos apergaminados enmarcada por una luz mate ante el piano de cola. Ella, como nadie más en la familia, se parecía físicamente a la famosa abuela armenia. A veces la comparaban incluso con la protagonista de la obra del escritor Mijail Shólojov –la cautiva turca, la madre de Grigori Melejov.

      Sea como sea, la música para Knórosov quedó para siempre bajo la sombra de la muerte. El 17 de febrero de 1937 él regalaría a su hermana un dibujo a crayón lleno de dramatismo místico, con la inscripción «Los acordes finales de Chopin»: el inspirado compositor está sentado en el piano de cola, agitando las manos antes del último acorde, mientras que por la ventana lo observa silenciosamente, escondida bajo una capucha negra… la muerte. Y firma: «a Galia, de su hermano Yurka».

      Además de la música, en la familia todos pintaban: la madre, el padre y los hijos. Los álbumes escolares guardados demuestran que la madre les enseñaba a sus hijos la técnica de la pintura.

      En el quinto año de la escuela, Yuri se aficionó seriamente por la biología. Ahí tuvo que ver también la influencia de su hermana Galina y su hermano Leonid. Para ese entonces la hermana ya estaba trabajando como investigadora en el Instituto de Endocrinología,

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