Cooperar para crecer. Francisco Zariquiey Biondi

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Cooperar para crecer - Francisco Zariquiey Biondi Biblioteca Innovación Educativa

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así como los “palcos VIP”— para los más dispersos o de rendimiento más bajo.

      • Los grupos de tres. Los equipos de tres ofrecen un entorno de trabajo más estable ya que, al no subdividirse en parejas, se limitan los cambios de dinámica y, por tanto, las transiciones.

      Por este motivo, pueden resultarte interesantes para colocar a niños especialmente inquietos, con los que no resulta fácil trabajar en equipo porque no saben relacionarse bien o son especialmente disruptivos. La idea es que compartan el grupo con niños que tengan buenas destrezas para la cooperación y para la gestión de situaciones conflictivas. Como se trata de un perfil muy específico, limitar el tamaño de estos equipos te ofrecerá mayores posibilidades a la hora de configurar los agrupamientos.

      Del mismo modo, los tríos pueden ser un buen entorno de trabajo para niños que presentan grandes necesidades de aprendizaje, ya que, al requerir un apoyo muy específico, les conviene estar con compañeros con un perfil muy determinado, al menos a dos niveles:

      a. Una especial sensibilidad hacia la diversidad.

      b. Un cierto conocimiento sobre cómo pueden ayudarlos.

      En este sentido, como en el caso anterior, cuanto más pequeño sea el grupo, podrás barajar más opciones.

      Finalmente, si te decides a formar equipos-base de tres alumnos, recuerda que no es conveniente que los miembros del grupo presenten distancias muy extremas, pero garantizando que exista al menos uno que se maneje bien a nivel escolar. Por ello, no conviene situar al alumno de nivel más alto de la clase con el del nivel más bajo. Podríamos optar por perfiles más moderados.

      • Los grupos de cinco. El tamaño de este tipo de grupos te va a obligar a subdividirlos con una frecuencia mayor. Por ello, al configurarlos deberás valorar tus opciones, en parejas o en tríos, y colocar a los niños en el grupo en función de los criterios que hemos descrito anteriormente.

      También te aconsejamos que seas algo más flexible cuando los niños del grupo estén trabajando juntos —ten en cuenta que son muchos— porque, seguramente, aumentará el nivel de ruido o apoyarán el cuerpo encima de la mesa para poder interactuar con sus compañeros y realizar sus aportaciones.

      3. ¿Qué hago para que se sientan parte del grupo?

      Esta es la última de las tres preguntas a las que te proponíamos dar respuesta al inicio de este capítulo. Has ido viendo que conocer a tus alumnos y dar con la clave para colocarlos en grupos cooperativos no es tarea fácil, pero estás a punto de descubrir que, una vez conseguidos ambos retos, tu misión más importante será lograr construir una mínima identidad dentro de los equipos que has formado.

      Uno de tus primeros objetivos será que tus alumnos —que son diferentes, que nunca han trabajado juntos y que parten de experiencias diversas— se constituyan como un grupo cooperativo y asuman el valor de la colaboración para maximizar sus aprendizajes, tanto en lo que se refiere a la mejora del propio trabajo en equipo como del desempeño individual de todos y cada uno de ellos. Ahí es nada, ¿verdad?

      Si te pones a buscar, verás que existen, en la bibliografía sobre aprendizaje cooperativo, infinidad de juegos o actividades que pueden servirte para “hacer grupo”, pero, desde nuestro punto de vista, no hay nada mejor que la complicidad que se produce día a día entre los niños cuando están trabajando juntos, cuando comparten recursos o cuando asumen una identidad colectiva.

      Por supuesto, también es conveniente que realices de vez en cuando dinámicas de cohesión grupal, a los niños les encantan y son interesantes para crear conciencia de grupo. En estos casos, aunque ellos deben percibirlo siempre como un juego, puede ser aconsejable que finalices la actividad llevando a cabo una pequeña valoración en la que participen los propios niños. Por ejemplo, puedes hacerles preguntas del tipo: “¿Cómo os sentíais antes?, ¿y ahora?”, “¿qué habéis aprendido?”, “¿qué creéis que hacíais regular y ya no vais a volver a hacer?”. Es fundamental que tengas en cuenta la edad de tus alumnos a la hora de la reflexión, pues será muy diferente si trabajas con un grupo de 3 años que si lo haces con uno de 5 años.

      La cohesión grupal

      Conocimiento, aceptación, ayuda, cooperación, empatía, confianza. Si todo esto ocurre en tus grupos, puedes empezar a pensar que has logrado que exista cohesión grupal. ¿No es maravilloso? Las relaciones que se producen entre los miembros de un grupo así definido son, entre otras, de respeto a la diversidad de capacidades, motivaciones o intereses; de confianza en que todos pueden ayudarse y aprender juntos; y de seguridad en los demás.

      Si quieres conseguir que tus alumnos cooperen en grupos de los que realmente se sientan parte, puedes realizar actividades orientadas a fomentar cuatro destrezas:

      • Conocerse y aceptarse como son: #OfrecerNuestraMejorVersión.

      • Comunicarse, practicar la escucha activa, la atención, el diálogo, la toma de decisiones: #AceptarLasIdeasDeLosOtros.

      • Relacionarse positivamente, compartir las emociones, valorar a los demás, confiar en ellos: #SentirseUno.

      • Trabajar juntos, compartir experiencias de aprendizaje, animarse a trabajar, celebrar conjuntamente cuando las cosas salen bien o, si no es así, buscar juntos la forma de mejorar: #UnoParaTodosYTodosParaUno.

      Pero ¿sabes cuál es la pieza fundamental que hace que este puzle encaje? Piensa un poco. Sí, eres tú. Tú como ejemplo, modelo y referente. Tú cuando eres persona, además de profe. Tú cuando incorporas estas prácticas a tu currículo oculto —ese estilo personal con el que los docentes educamos cuando no nos damos cuenta—. Tú, sin más, con tus virtudes y tus ganas de hacer, tú que haces, de tu clase, algo mejor cada día.

      La identidad grupal

      Creemos que ha quedado más que claro que es fundamental trabajar expresamente la cohesión grupal y, para ello, una de las primeras —y principales— estrategias que puedes utilizar es proporcionar a cada grupo una identidad. De esta forma, se fomenta, además, en los niños un sentido de pertenencia muy necesario.

      La construcción de una identidad común puede ser una oportunidad muy interesante para crear las condiciones necesarias para que los grupos funcionen. Además, puedes aprovechar el trabajo sobre la identidad grupal para realizar dinámicas de conocimiento mutuo que lleven a los niños a identificar lo que tienen en común y lo que cada uno de ellos aporta al grupo. Verás cómo ayuda que descubran sus pequeños talentos ocultos y lo importantes que son para el equipo.

      Para empezar, tu cometido será organizar los tiempos y espacios necesarios para que los grupos reflexionen y trabajen sobre su “imagen corporativa” a partir de sus rasgos comunes, sus gustos, sus intereses, etc. El resto queda de la mano de los niños y de su creatividad, que es mucha.

      Por ejemplo, puedes pedir a los equipos que trabajen en la construcción de:

      • Un nombre que los identifique y en el que todos ellos se vean representados. Puedes terminar la actividad haciendo que los niños compartan el nombre de su grupo con los demás y expliquen por qué los distingue. A ti también te resultará muy útil que los grupos estén identificados para, por ejemplo, poder dirigirte a ellos o reconocer sus trabajos.

      • Un logo que proyecte su identidad. Es conveniente que sugieras a tus alumnos que deben elegir una imagen simple que pueda replicarse fácilmente, ya que el sentido del logo es utilizarlo para identificar los espacios, materiales y producciones del

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