Cooperar para crecer. Francisco Zariquiey Biondi

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Cooperar para crecer - Francisco Zariquiey Biondi Biblioteca Innovación Educativa

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      Sin embargo, lo que para uno son ventajas, para otro son inconvenientes. Con esto nos referimos a que lo que resulta beneficioso de los procedimientos anteriores, en este caso, se convierte en un obstáculo. Por ejemplo, a cualquiera le motivaría menos trabajar con alguien que no ha elegido o que no le resulta afín. Aun siendo conscientes de esta situación, te aconsejamos que utilices siempre este procedimiento para configurar los equipos-base y, en muchas ocasiones, también para los esporádicos.

      A la hora de formar grupos en función de unos criterios determinados puedes seguir diversos procedimientos. Nosotros somos partidarios de aplicar la regla del “como para”, es decir, que el procedimiento que elijas sea lo suficientemente sensato “como para”:

      • Como para no caer en categorizaciones simplistas y cerradas como, por ejemplo, clasificar a todos los alumnos “del mejor al peor” y tratar de hacer grupos “compensados”.

      • Como para que sea el “sentido común” del docente la herramienta básica que sirva para revisar los grupos en función de diversos criterios prácticos: no poner juntos a dos alumnos que pueden influirse negativamente; no poner a todos los disruptivos juntos; poner a un alumno especialmente dependiente con otro que ejerce cierta influencia sobre él y que puede contribuir a que no se centre en el trabajo, etc.

      • Como para ser capaz de descartar procedimientos demasiado complejos que te lleven a dedicar días y días a la formación de grupos. En primer lugar, porque el agrupamiento perfecto no existe y, en segundo lugar, porque si existiese no te gustaría dar con él, ya que lo tendrías que cambiar en algún momento. No olvides que no se trata de que el alumno aprenda a trabajar con unos cuantos compañeros, sino de que aprenda a hacerlo con todos.

      Tomando como referencia las premisas anteriores, te presentamos una posible receta, paso a paso, para realizar equipos-base heterogéneos de cuatro alumnos. Recuerda que lo más importante es que, al final, les des “tu punto”:

      Paso uno. Mide el tamaño de las raciones

      Con esta receta no funciona eso de “donde comen dos, comen tres”, así que piensa bien cuál será el tamaño de los grupos y, en consecuencia, establece el número de equipos que tendrás en el aula. No olvides que esto dependerá en gran medida del nivel de experiencia cooperativa del alumnado y del tamaño de tu clase con relación a la ratio.

      Paso dos. Elige los primeros ingredientes

      Para que tu receta sea saludable, establece quiénes son los alumnos más capaces de prestar ayuda en el máximo número de situaciones posibles y distribúyelos entre los equipos. Por ejemplo, si vas a formar seis grupos, busca a los seis niños que mejor combinen dos características muy concretas: buen nivel de desempeño y aptitudes para ayudar a sus compañeros.

      A continuación, establece quiénes son los alumnos que necesitan más ayuda. Como en el caso anterior, si tienes seis grupos, identifica a los seis niños que pueden requerir un nivel de apoyo más alto.

      Paso tres. Combínalos con otros ingredientes que les vayan bien

      Ya casi lo tienes, pero viene un paso fundamental. Es el momento de formar parejas buscando, para cada uno de los alumnos anteriores, un compañero de nivel de desempeño medio con el que pueda trabajar bien. La premisa es la diversidad, pero sin exagerar, siempre con la intención de que estén en un nivel de desarrollo similar y puedan entenderse en la realización de tareas específicas. Con carácter general, puedes emparejar al alumno de nivel más bajo con un compañero de nivel medio que sea capaz de afrontar con ciertas garantías las tareas propuestas. Por el contrario, para el alumno más capacitado para prestar ayuda, busca a un compañero de nivel medio que presente dificultades a la hora de realizar el trabajo escolar.

      Paso cuatro. Lúcete con el “emplatado”

      Puede que tu comida tenga un excelente sabor, pero solo triunfará con la presentación adecuada. Así que, una vez establecidas las parejas, puedes empezar a juntarlas de dos en dos —en parejas compañeras— para formar grupos de cuatro. En este paso, intenta compatibilizar otros criterios de heterogeneidad como el género, la procedencia cultural, las destrezas cooperativas, el nivel de integración, etc. Tienes que ser consciente de que resultará imposible tener en cuenta todos estos criterios, así que habrá que priorizar en función de las necesidades del grupo-clase.

      Paso cinco. ¡A la mesa!

      Finalmente, cuando hayas terminado tu propuesta de agrupamientos, revísala bien aplicando el “sentido común”, ese es el ingrediente secreto para una buena receta de cooperación. Bon appetit!

      “Consejos del chef”

      Es conveniente que realices alguna actividad con los niños para que “tomen posesión” de su lugar en el grupo. Puedes animarlos a que escriban su nombre en la mesa o hagan un dibujo con el que se sientan identificados. Ya verás que, sobre todo los más pequeños, pueden olvidarse y sentarse en otro lugar.

      La “pretemporada”

      Puede suceder que, a pesar de haber formado grupos-base heterogéneos con excelente habilidad consiguiendo un plato de lo más sabroso —y aplicando todos los criterios definidos anteriormente—, observes que algo no funciona y veas la necesidad de realizar algunos cambios. ¿Qué hacer en ese caso? Para que no te suponga un quebradero de cabeza, vamos a proponerte una solución que hemos denominado como la “pretemporada” y que se desarrolla del siguiente modo:

      • Realiza una propuesta de grupos para tus alumnos. Recuerda que su colocación dentro de los equipos va a determinar quién trabaja con quién y que cualquier cambio puede condicionar la dinámica cooperativa.

      • Empieza la “pretemporada”: una semana en la que los grupos se asumen como “provisionales” y, por tanto, se pueden hacer cambios. Durante esa semana, tanto tú como cualquier otro profesor que realice alguna actividad en tu aula, podéis valorar el funcionamiento de los equipos —por ejemplo, que en alguno de ellos no haya un alumno capaz de ayudar—.

      • Tomando como referencia tus observaciones o las sugerencias de tus compañeros docentes, realiza las correcciones y los cambios que consideres oportunos y posibles.

      • Pasada la “pretemporada” los equipos se dan por cerrados. Ahora bien, esto no significa que si las cosas no funcionan no puedas hacer algún cambio puntual. Pero, en principio, estos serían los equipos-base con los que deberías trabajar durante el tiempo que hayas establecido para los agrupamientos.

Llegados a este punto, podrías empezar a diseñar tus agrupamientos. Pero hazlo a lápiz, con la idea de poder borrar y realizar los cambios que consideres pertinentes. Recuerda que para eso está la “pretemporada”.

      Disponemos el aula

      Hasta ahora, ya has diseñado los grupos, los has creado, has establecido quién va a trabajar con quién, y eso en unas pocas páginas. Ahora te queda un último detalle: colocar el aula de forma que el trabajo de los equipos resulte eficaz. Puede parecer cuestión de poner una mesa aquí, una mesa allá, pero vas a comprobar, en las próximas líneas, que no es un tema que pueda tomarse a la ligera, pues influirá enormemente en la interacción que surja entre tus alumnos.

      Piensa que el contexto es un elemento determinante a la hora de explicar las conductas de los individuos. Solo hace falta echar un vistazo

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